Las enfermedades oculares relacionadas con la edad, incluyendo cataratas, glaucoma primario de ángulo abierto (GPAA), degeneración macular relacionada con la edad (DMAE) y retinopatía diabética (RD), son causas principales de discapacidad visual entre los ancianos, representando desafíos significativos para la salud pública.
Las opciones de tratamiento actuales, típicamente administradas después del inicio de la enfermedad, no siempre pueden producir resultados óptimos, resultando en una rehabilitación visual limitada o calidad de vida comprometida. Estos factores subrayan la necesidad urgente de una comprensión integral de los factores de riesgo asociados con estas condiciones.
Tal conocimiento es esencial para desarrollar estrategias preventivas efectivas dirigidas a posponer la aparición o progresión de enfermedades oculares relacionadas con la edad y sus discapacidades visuales relacionadas.
Las enfermedades oculares relacionadas con la edad, que suelen aparecer alrededor de la sexta década de vida, pueden considerarse características del envejecimiento, influenciadas por diversos factores, como la genética, las condiciones ambientales, el estilo de vida y el estado nutricional.
Entre estos, la vitamina D, puede ejercer múltiples efectos fisiológicos beneficiosos, como mejorar las actividades antiinflamatorias y antioxidantes, mejorar el metabolismo de los glucolípidos y aumentar la sensibilidad a la insulina. Sin embargo, la deficiencia e insuficiencia de vitamina D son problemas prevalentes a nivel mundial con una prevalencia mundial estimada del 59,7 % entre los ancianos.
Dadas estas preocupaciones, es fundamental investigar el papel de la vitamina D en las enfermedades oculares, ya que tiene el potencial de reducir la morbilidad y la discapacidad asociadas con las enfermedades oculares relacionadas con la edad de una manera rentable. Los estudios previos disponibles que exploran la asociación entre el 25(OH)D sérico y la salud ocular han arrojado resultados contradictorios.
De esta manera, para abordar estas deficiencias, una reciente investigación realizó un análisis robusto con una cohorte prospectiva a gran escala (322.953 participantes) para explorar las asociaciones lineales y no lineales entre los niveles séricos de 25(OH)D y la incidencia de enfermedades oculares graves relacionadas con la edad durante un período de seguimiento prolongado.
Los resultados demostraron asociaciones en forma de U de la 25(OH)D sérica con un umbral óptimo de aproximadamente 50 nmol/L con cataratas y degeneración macular asociada a la edad (DMAE) y asociaciones en forma de L con la retinopatía diabética (RD). “Las personas con 25(OH)D sérica insuficiente pueden beneficiarse de la suplementación de hasta aproximadamente 50 nmol/L, sin beneficios adicionales más allá de este umbral”, mencionan los autores.
Este hallazgo tiene importantes implicaciones para la salud pública dado que sugiere que “la suplementación con vitamina D dirigida a toda la población entre las personas con deficiencia de vitamina D podría ser una estrategia eficaz para reducir la carga de la discapacidad visual”.
Curiosamente, identificaron una heterogeneidad en las curvas dosis-respuesta: la forma de U (DMAE/catarata) vs. la forma de L (RD), que refleja el equilibrio entre los efectos beneficiosos y perjudiciales del exceso de vitamina D, influenciado por mecanismos fisiopatológicos específicos de la enfermedad.
La acumulación y precipitación de sales de calcio se han relacionado con el depósito de drusas (un cambio patológico temprano en la DMAE) y la mineralización patológica dentro del cristalino (un cambio temprano en la catarata). Por lo tanto, para estas enfermedades, los efectos nocivos del exceso de 25(OH)D pueden superar sus beneficios, lo que lleva a una tendencia en U creciente en la relación dosis-respuesta. Por el contrario, explican que los trastornos metabólicos juegan un papel central en la patogénesis de la RD, y los beneficios reguladores metabólicos de la 25(OH)D pueden contrarrestar los daños potenciales, lo que resulta en una asociación en forma de L.
“Cabe destacar que los niveles séricos excesivamente altos de 25(OH)D no confieren beneficios protectores adicionales y pueden conducir a efectos adversos. Estos fenómenos paradójicos se han reportado esporádicamente en estudios previos, mostrando evidencia de curvas en forma de U”, agregan los expertos.
Tomados en conjunto, los hallazgos del nuevo estudio indican que “es esencial mantener la vitamina D dentro de un rango óptimo para prevenir los riesgos potenciales asociados tanto con la deficiencia como con el exceso”.
Los mecanismos subyacentes a la asociación entre los niveles séricos de 25(OH)D y las enfermedades oculares relacionadas con la edad aún deben dilucidarse más. Sin embargo, mencionan que los resultados obtenidos respaldan los roles mediadores del estado inflamatorio y el metabolismo de los glucolípidos. “Mecanísticamente, la vitamina D podría ejercer un efecto inmunorregulador a través de los sistemas inmunitarios innato y adaptativo”, sugieren.
En resumen, el estudio muestra que elevar la 25(OH)D sérica a un nivel óptimo de 50 nmol/L mitiga significativamente el riesgo de cataratas, DMAE y RD, sin beneficios adicionales más allá de este umbral. Las alteraciones en el estado inflamatorio y el metabolismo de los glucolípidos serían parcialmente los mecanismos subyacentes.
Los investigadores finalizan su trabajo comentando que “este estudio subraya la importancia de la suplementación específica con vitamina D y el control de los niveles séricos, especialmente en la población con deficiencia de 25(OH)D, para optimizar la salud ocular”.