El trastorno del espectro alcohólico fetal (TEAF) conlleva una serie de graves alteraciones del desarrollo neurológico causadas por la exposición al alcohol antes del nacimiento. Las personas con TEAF pueden experimentar una amplia variedad de problemas, entre ellos, dificultades con la coordinación física, el lenguaje, la memoria, el aprendizaje, la función ejecutiva, el comportamiento y defectos de nacimiento.
La gravedad y el tipo de estos trastornos pueden variar significativamente de una persona a otra, lo que convierte al TEAF en un trastorno del espectro. Si bien es bien sabido que el alcohol atraviesa la placenta y puede interferir con el desarrollo y el crecimiento del cerebro y otros órganos del bebé, los matices de cómo el consumo ocasional o mínimo de alcohol afecta el desarrollo fetal no están claros.
Asimismo, si bien el riesgo de daño al bebé generalmente aumenta con la cantidad y la frecuencia del consumo de alcohol, una variedad de factores maternos y fetales pueden influir en este riesgo. Esto hace que sea difícil predecir los efectos exactos del consumo de alcohol durante el embarazo para cualquier persona.
Las investigaciones muestran que muchas mujeres que continúan bebiendo alcohol durante el embarazo tienen un alto nivel educativo y conocen bien los mensajes de salud pública que recomiendan la abstinencia. Asimismo, la falta de evidencia sólida que vincule niveles más bajos de consumo de alcohol con resultados negativos ha provocado un debate sobre si la abstinencia es necesaria. Sin embargo, es importante reconocer que afirmaciones como esta pueden ser riesgosas y pueden contribuir a la desinformación.
El daño potencial radica en restarle importancia a la incertidumbre de este asunto, ya que incluso niveles bajos de consumo de alcohol podrían tener efectos imprevistos en el desarrollo fetal, que aún no se comprenden por completo.
En el estudio Asking Questions about Alcohol in Pregnancy (AQUA), que comenzó en 2011, se hizo un seguimiento de un gran grupo comunitario de más de 1000 mujeres embarazadas y sus hijos a lo largo de una década. El objetivo de este trabajo - realizado por investigadores de Australia, Bélgica y Reino Unido- era estudiar los riesgos potenciales de niveles más bajos de exposición al alcohol prenatal.
“Desde el principio, comprendimos que era esencial informar de manera precisa y honesta sobre el consumo de alcohol sin temor a ser juzgados, y nuestro cuestionario pasó dos años en desarrollo con una considerable participación de la comunidad”, comentan los autores del estudio.
Sus últimos hallazgos, que analizan tanto el desarrollo infantil como los marcadores físicos (como la forma facial y la estructura y función cerebral) en niños en edad escolar temprana, visibilizan que la exposición prenatal al alcohol puede afectar tanto al desarrollo facial como al cerebral, lo que a veces da lugar a rasgos faciales distintivos y problemas de desarrollo.
Utilizando técnicas de análisis e imágenes 3D altamente especializadas, los científicos encontraron cambios consistentes en la forma de los ojos y la nariz, tanto a los 12 meses como a los seis u ocho años de edad, en niños expuestos a dosis relativamente bajas de alcohol durante el embarazo.
Estos cambios faciales, que no son perceptibles sin imágenes y análisis especializados, son similares independientemente de si estuvieron expuestos al alcohol solo en el primer trimestre o continuaron durante todo el embarazo.
No obstante, señalan que no observaron un vínculo claro entre el nivel de exposición al alcohol y el grado de cambio facial. Asimismo, “nuestro análisis de imágenes por resonancia magnética de 143 niños de entre seis y ocho años no encontró muchas diferencias en el desarrollo cerebral entre los niños expuestos al alcohol y los que no lo estuvieron”. Esto fue más evidente en el caso de los que solo estuvieron expuestos en el primer trimestre.
Sin embargo, “encontramos conexiones más débiles entre las diferentes áreas del cerebro en los niños que estuvieron expuestos al alcohol durante el embarazo”. En concreto, una pequeña zona del cerebro (la corteza cingulada anterior caudal derecha) y sus vías de conexión diferían en los niños expuestos al alcohol en cualquier etapa del embarazo. Esto sugiere que esta parte de nuestro cerebro puede ser particularmente sensible incluso a pequeñas cantidades de alcohol.
La corteza cingulada anterior forma parte de nuestro sistema límbico. Participa en funciones como la atención, el aprendizaje basado en recompensas, la función ejecutiva (toma de decisiones y resolución de problemas), el control de los impulsos, las interacciones sociales, la regulación emocional y la empatía. En este sentido, se sabe que muchas de estas funciones se ven afectadas en los niños con trastorno del espectro alcohólico fetal (TEAF).
“También observamos conexiones más débiles en una red cerebral relacionada que es importante para funciones de nivel superior”, añaden los expertos. Esta red, conocida como red cortico-ganglio basal-tálamo-cortical derecha, influye en funciones como la resolución de problemas, la planificación y la toma de decisiones y la regulación emocional.
“Resulta tranquilizador que no hayamos encontrado diferencias significativas en la cognición (pensamiento), el comportamiento, las habilidades sociales, la función ejecutiva o el desarrollo del lenguaje o motor (movimiento) a los dos años y en los niños en edad escolar temprana, con o sin exposición al alcohol”, agregan.
El trabajo demuestra que incluso niveles más bajos de exposición prenatal al alcohol pueden estar vinculados a cambios faciales específicos que persisten hasta la primera infancia. Además, la exposición durante el embarazo también se asoció con cambios en las estructuras cerebrales clave y la conectividad.
Estos cambios, aunque no siempre están directamente vinculados a problemas de desarrollo, resaltan las consecuencias biológicas ocultas del consumo de alcohol durante el embarazo. En este marco, “comprender estos efectos es fundamental para ofrecer una orientación más clara a los padres y a los profesionales sanitarios”. Además, los autores del estudio advierten que también es fundamental promover los mensajes de salud específicos para apoyar la toma de decisiones informadas durante el embarazo.
Cabe destacar que los investigadores advierten que la “persistencia del consumo de alcohol entre algunas mujeres embarazadas”, a pesar de las campañas de educación, sugiere que “el consejo general que insta a la abstinencia puede no tener eco en todo el mundo”.
“Necesitamos un enfoque más personalizado para los mensajes de salud que tenga en cuenta factores como las influencias sociales, las actitudes individuales y las experiencias personales. Sin embargo, es esencial reconocer que esta conversación se aplica principalmente a las mujeres que pueden tomar decisiones informadas sobre su consumo de alcohol”, comentan los autores del estudio.
Si bien, para las mujeres que luchan contra la dependencia del alcohol o que les resulta difícil dejarlo debido a circunstancias sociales, la cuestión es mucho más complicada. Promover la abstinencia por sí solo puede no ser eficaz para estas mujeres, que pueden necesitar apoyo adicional e intervención profesional. “En estos casos, el enfoque debe centrarse en proporcionar recursos y atención, en lugar de poner la carga únicamente en manos de la elección individual”, comentan.
Asimismo, un enfoque más personalizado de la comunicación sanitaria podría proporcionar a las mujeres embarazadas una comprensión más profunda tanto de los riesgos del consumo de alcohol como de las preocupaciones específicas que puedan tener, promoviendo en última instancia conductas más saludables.
“Para obtener los mejores resultados posibles para el niño, se considera que la abstinencia de alcohol durante el embarazo es la opción más segura, y hasta pequeñas cantidades pueden provocar diferencias en el rostro y el cerebro. Cuando es posible elegir, las mujeres y sus parejas pueden evitar posibles daños al feto si siguen este consejo”, rematan.