Tener dificultades para comprar comida hoy podría significar problemas cardíacos para el mañana. De hecho, los adultos jóvenes con inseguridad alimentaria (dificultad para obtener suficientes alimentos nutritivos para mantenerse sano) tienen un 41 % más de riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas en la mediana edad, incluso considerando factores demográficos y socioeconómicos, según afirma un nuevo estudio publicado en JAMA Cardiology.
“Sabíamos que la inseguridad alimentaria y las enfermedades cardíacas suelen ir de la mano, pero este estudio demuestra, por primera vez, que la inseguridad alimentaria es prioritaria”, afirma la doctora Jenny Jia, una de las autoras. “Esto la convierte en un objetivo claro para la prevención: si abordamos la inseguridad alimentaria a tiempo, podríamos reducir la carga de enfermedades cardíacas en el futuro”.
Jia y sus colegas analizaron datos del estudio CARDIA (Desarrollo del Riesgo de Arteria Coronaria en Adultos Jóvenes), un estudio de cohorte a largo plazo que ha seguido a adultos estadounidenses blancos y negros desde mediados de la década de 1980. Los científicos identificaron a los participantes que reportaron inseguridad alimentaria en 2000-2001, cuando tenían entre 30 y 45 años, y compararon sus resultados de salud durante los siguientes 20 años con los de quienes sí tenían seguridad alimentaria.
Entre los 3.616 participantes del estudio, quienes experimentaban inseguridad alimentaria tenían un 41 % más de probabilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares que quienes sí la tenían. Además, durante el período del estudio, el 11 % de las personas con inseguridad alimentaria desarrollaron enfermedades cardíacas, en comparación con el 6 % de quienes tenían acceso adecuado a alimentos.
Durante mucho tiempo, se planteó la pregunta del huevo y la gallina: ¿la inseguridad alimentaria causa enfermedades cardíacas o las enfermedades cardíacas agravan la inseguridad alimentaria debido al alto costo de la atención médica?, comenta Jia. "Al hacer un seguimiento de personas durante dos décadas, pudimos demostrar que la inseguridad alimentaria, por sí sola, aumenta significativamente el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares".
Asimismo advierten que, al inicio del estudio, había más porcentaje de inseguridad alimentaria en población negra, así como en personas con un nivel educativo más bajo.
Jia señala que los hallazgos resaltan la necesidad de que los proveedores de atención médica sepan cómo detectar mejor la inseguridad alimentaria y conectar a los pacientes con los recursos comunitarios. Así, exclama que los entornos de atención primaria, como los que cuentan con internistas, pediatras y médicos de familia, son ideales para detectar la inseguridad alimentaria, "porque tiende a haber mucha confianza entre los proveedores de atención primaria y los pacientes".
Jia también enfatiza en que las evaluaciones de seguridad alimentaria podrían extenderse a salas de emergencia y especialidades como cardiología, y podrían ser realizadas por enfermeras, asistentes médicos o incluso los propios pacientes llenando formularios.
“Cuanto más detectemos, mejor”, destaca Jia, y añade: “Necesitamos mejores estrategias para ayudar a las personas una vez que dan positivo. ¿Las conectamos con trabajadores sociales que puedan derivarlas a los programas comunitarios existentes? ¿Deberían los sistemas de salud desarrollar sus propias intervenciones? Estas son las próximas preguntas importantes”.
Jia y su equipo planean seguir monitoreando a este grupo para comprender los efectos a largo plazo de la inseguridad alimentaria. "Es sorprendente observar enfermedades cardíacas en este grupo, que no incluye a las personas de 65 años o más", subraya Jia. "A medida que se acercan a los 80, planeamos revisar el estudio para explorar la evolución de su vínculo con las enfermedades cardíacas", agrega.