La dieta mediterránea se ha asociado habitualmente con un envejecimiento saludable, así como con un menor riesgo de morbilidad y mortalidad. Ahora bien, uno de los pilares de este tipo de dieta se encuentra en el aceite de oliva.
El aceite de oliva ha sido ampliamente estudiado por su papel en el mantenimiento de la salud, ejerciendo efectos antiinflamatorios, reduciendo el estrés oxidativo, regulando la presión arterial y mejorando los procesos metabólicos en todo el organismo. Este alimento se compone principalmente de ácidos grasos monoinsaturados, especialmente ácido oleico, que representa entre el 70 % y el 80 % de su contenido total de grasa. Por otra parte, los ácidos grasos monoinsaturados son químicamente más estables que los ácidos grasos poliinsaturados y, consumidos con moderación, se consideran más saludables que los ácidos grasos saturados.
La dieta mediterránea prioriza el consumo de aceite de oliva, junto con frutas, verduras, pescado y aves, a la vez que limita la ingesta de carnes rojas y alimentos procesados. Como resultado, ha sido ampliamente reconocida como una de las dietas más saludables y sostenibles del mundo por numerosas entidades de todo el mundo, entre las que se incluyen la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En cuanto al aceite de oliva, cabe resaltar que son numerosas las investigaciones científicas que respaldan su reputación como una grasa beneficiosa para la salud, especialmente en el ámbito cardiovascular y cognitivo. Sin embargo, las complejidades del mercado, el etiquetado nutricional y las dificultades de acceso del aceite de oliva, resaltan la importancia de la educación del consumidor y la asistencia legislativa.
Finalmente, a medida que los hábitos alimentarios evolucionan hacia enfoques preventivos, y basados en plantas, es probable que el aceite de oliva siga manteniéndose como la opción más beneficiosa de las grasas saludables, siempre que se utilice de forma responsable y equitativa.
El aceite de oliva virgen extra (AOVE) es el tipo de aceite de oliva menos procesado, ya que conserva altos niveles de compuestos beneficiosos, como el ácido oleico, polifenoles antiinflamatorios como el hidroxitirosol y la oleuropeína, así como vitaminas E y K.
Por otra parte, el aceite de oliva virgen tiene un perfil químico similar al del AOVE. Sin embargo, es ligeramente más ácido y presenta un sabor más suave. Por su parte, el aceite de oliva refinado se somete a un proceso químico que elimina las impurezas y reduce su contenido en polifenoles y antioxidantes.
Ahora bien, se ha demostrado que el ácido oleico, el principal ácido graso del aceite de oliva, reduce la inflamación, disminuye el estrés oxidativo, mejora el perfil lipídico e influye positivamente en la expresión génica relacionada con el riesgo de cáncer. Además de su contenido en grasas saludables, el aceite de oliva es rico en polifenoles y antioxidantes, que desempeñan un papel clave en la prevención de procesos cardiovasculares, neurodegenerativos y potencialmente cancerígenos.
Algunos de los beneficios de este tipo de alimento giran en torno a la función cognitiva. Compuestos fenólicos como el oleocantal, el hidroxitirosol y la oleuropeína ayudan a reducir el estrés oxidativo, así como la acumulación de placas de beta-amiloide y la proteína tau, características distintivas de la enfermedad de Alzheimer (EA).
Asimismo, el consumo de AOVE también ha demostrado aumentar los niveles de BMI1, una proteína neuroprotectora, a la vez que reduce los niveles de p53, lo que indica una posible reversión de la patología relacionada con la enfermedad de Alzheimer.
El consumo regular de AOVE reduce los niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL), a la vez que aumenta los de lipoproteínas de alta densidad (HDL) y mejora la regulación de la presión arterial. El alto contenido en polifenoles del aceite de oliva, en particular el oleocantal y la oleaceína, contribuye a sus propiedades antiinflamatorias, que protegen la salud vascular.
Varios estudios a gran escala han confirmado la asociación entre el consumo de aceite de oliva y la mejora de la presión arterial. Por ejemplo, un estudio, realizado con más de 20.000 adultos, demostró que una mayor adherencia a la dieta mediterránea, especialmente en cuanto al consumo de aceite de oliva, frutas y verduras, redujo significativamente la presión arterial sistólica y diastólica en ambos sexos.
Por su parte, un estudio sobre la prevención de la diabetes mediante ácido oleanólico señaló que las personas prediabéticas que consumían 55 ml de aceite de oliva enriquecido con ácido oleanólico al día tenían un 55 % menos de probabilidades de ser diagnosticadas con diabetes. De igual manera, un metaanálisis de 2017 confirmó que el aceite de oliva reduce los niveles de glucosa en ayunas en personas con diabetes.
Los datos a largo plazo también respaldan los beneficios metabólicos del aceite de oliva, como lo demuestran el Estudio de Salud de Enfermeras de Harvard y el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud. En este trabajo, los investigadores confirmaron que un mayor consumo de aceite de oliva reduce significativamente el riesgo de mortalidad por cáncer, así como por enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y respiratorias.
La dieta se considera un factor potencialmente modificable para la prevención del cáncer, y hasta un 40 % de los casos de cáncer se consideran prevenibles mediante una dieta y un estilo de vida saludables. Hasta la fecha, la mayoría de los estudios que examinan la relación entre el consumo de aceite de oliva y el riesgo de cáncer se han realizado en países mediterráneos, donde una gran mayoría de estas poblaciones consume aceite de oliva en grandes cantidades.
Ahora bien, varios estudios han confirmado la relación inversa entre el consumo de AOVE y la prevalencia del cáncer. Un metaanálisis de 45 estudios reveló que las personas que consumían aceite de oliva tenían un 31 % menos de probabilidades de desarrollar cáncer. Estos hallazgos se validaron aún más en un ensayo aleatorizado, que reveló que las mujeres que seguían una dieta mediterránea enriquecida con AOVE tenían un 62 % menos de probabilidades de ser diagnosticadas con cáncer de mama invasivo.
A pesar de sus beneficios para la salud, bien documentados, el aceite de oliva sigue siendo objeto de varios pensamientos erróneos, como la creencia de que el aceite de oliva prensado en frío es más saludable que los productos procesados térmicamente. El aceite de oliva virgen extra prensado en frío se extrae mecánicamente sin altas temperaturas, lo que conserva su contenido de polifenoles, antioxidantes y ácidos grasos monoinsaturados (MUFA).
En comparación, los aceites procesados térmicamente o refinados pierden muchos de estos compuestos bioactivos. Sin embargo, este tipo de aceite de oliva ofrece un punto de humo más alto y una mayor vida útil, lo que lo hace más adecuado para cocinar a alta temperatura.
Otra idea errónea es que el aceite de oliva no es apto para cocinar debido a su bajo punto de humo. El AOVE tiene un punto de humo de moderado a alto, de 190-210 °C, a la vez que mantiene la estabilidad oxidativa, lo que lo hace apto para cocinar a altas temperaturas, como saltear y freír.
La adulteración también es un problema preocupante en la industria del aceite de oliva, con prácticas fraudulentas como la dilución con aceites refinados más baratos, aceite de orujo u otros aceites vegetales. Estas prácticas comprometen la calidad nutricional y la confianza del consumidor, además de su potencial para introducir sustancias nocivas en los productos de aceite de oliva. Para garantizar la autenticidad, se recomienda a los consumidores comprar aceites de oliva certificados por organizaciones de prestigio.