El sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo para diversas enfermedades, como el síndrome metabólico, la enfermedad del hígado graso y la enfermedad renal crónica. Estas patologías están relacionadas con procesos como el estrés oxidativo y la inflamación crónica, que afectan tanto al hígado como a los riñones. La acumulación de grasa en el hígado, característica de la enfermedad del hígado graso, puede evolucionar hasta provocar fibrosis hepática y daño renal.
Para abordar estos problemas de forma efectiva, es esencial adoptar un enfoque integral que incluya modificaciones en el estilo de vida, especialmente en la alimentación y el ejercicio físico. La dieta mediterránea, rica en antioxidantes y compuestos antiinflamatorios, ha demostrado ser una herramienta eficaz para mejorar la salud de las personas con síndrome metabólico y enfermedad del hígado graso. Un estudio que confirma otro que recogimos recientemente en Diario Nutrición.
Ésta es la principal conclusión de la tesis doctoral de Maria Magdalena Quetglas Llabrés, defendida recientemente en la Universidad de las Islas Baleares en el marco del programa de doctorado en Nutrición y Ciencias de los Alimentos y dentro de la actividad investigadora del grupo de investigación en Nutrición Comunitaria y Estrés Oxidativo (NUCOX) de la UIB, titulada "Efectos de una intervención nutricional basada en la dieta mediterránea sobre el estado inflamatorio, función hepática y renal en pacientes mayores con síndrome metabólico" y dirigida por Josep Antoni Tur Marí y Antoni Sureda Gomila.
El estudio ha analizado cómo una intervención basada en la dieta mediterránea y el aumento de la actividad física influye en pacientes con síndrome metabólico, centrándose en la reducción del índice de masa corporal y la grasa hepática, así como en la modulación de la inflamación y el estrés oxidativo.
Los resultados han demostrado que las personas con síndrome metabólico y baja adherencia a la dieta mediterránea presentaban niveles elevados de inflamación, estrés oxidativo y marcadores metabólicos desfavorables, como triglicéridos altos y colesterol HDL bajo. Asimismo, aquellas personas con un elevado consumo de alimentos ultraprocesados mostraban peores indicadores de inflamación y actividad antioxidante.
Después de seis años de intervención, los pacientes que consiguieron reducir su índice de masa corporal experimentaron mejoras significativas en su salud, como menor obesidad abdominal, mayor control de la glucosa y reducción de la inflamación. Por el contrario, los pacientes que no redujeron su peso presentaban marcadores inflamatorios más altos.
Uno de los aspectos más innovadores de la investigación ha sido el estudio de la relación entre el porcentaje de grasa hepática y la microbiota intestinal en adultos con enfermedad del hígado graso. La microbiota desempeña un papel fundamental en la salud metabólica, ya que regula procesos como la inflamación, el estrés oxidativo y el metabolismo energético.
Los resultados han demostrado que, después de dos años de intervención, disminuyó la presencia de ciertos géneros bacterianos asociados a procesos inflamatorios y aumentó la de bacterias relacionadas con una mejor salud metabólica.
Estos hallazgos refuerzan la idea de que la modulación de la microbiota es un mecanismo central por los beneficios de la dieta mediterránea y el ejercicio físico en pacientes con síndrome metabólico y enfermedad del hígado graso.
Este estudio confirma que seguir una dieta mediterránea, acompañada de ejercicio físico, no sólo ayuda a controlar el peso, sino que también mejora la función hepática y renal, reduce la inflamación y fortalece el sistema antioxidante.
Estas conclusiones ponen de relieve la importancia de integrar estos hábitos saludables en las estrategias sanitarias para combatir las enfermedades metabólicas.