El seguimiento estricto de una dieta mediterránea (rica en frutas, verduras, frijoles, aceite de oliva y algo de pescado y pollo) estuvo relacionado con una mejor salud cerebral entre adultos en un estudio preliminar que se presentará en la conferencia internacional sobre derrame cerebral 2025 de la American Stroke Association.
La dieta mediterránea reportó beneficios que se extendieron más allá de la salud cardiaca, según los investigadores.
Una dieta de este estilo generalmente incluye comer muchas frutas, verduras, cereales integrales, frijoles, nueces y semillas; con el aceite de oliva como fuente principal de grasa; y cantidades bajas o moderadas de productos lácteos, huevos, pescado y aves.
Los investigadores observaron que el impacto positivo de la dieta mediterránea en la salud cerebral no está totalmente influenciado por factores de riesgo cardiovascular como la presión arterial, los niveles de colesterol y la glucosa en sangre, ni por factores de riesgo conductuales como el tabaquismo y la actividad física, todos los cuales se sabe que afectan la salud cerebral.
“Hemos observado que la salud cardiovascular afecta directamente a las estructuras cerebrales; el efecto de la dieta mediterránea en la comunicación entre las regiones del cerebro sigue siendo en cierta medida independiente de la salud cardiovascular”, afirma la investigadora principal, Gabriela Trifan, profesora adjunta de neurología en la Universidad de Illinois en Chicago.
“Incluso al considerar la edad y la salud cardiovascular en las personas que consumieron una dieta mediterránea, el cerebro demostró una mejor organización de las fibras que conectan diferentes regiones cerebrales y una mejor comunicación, conocida como integridad de la sustancia blanca”, añade Trifan.
“Otros estudios han demostrado que la adherencia a la dieta mediterránea está relacionada con una menor pérdida de volumen cerebral, llamada atrofia", señala.
Los investigadores utilizaron un estudio longitudinal multicéntrico y basado en la población de adultos de entre 18 y 74 años de Estados Unidos para explorar cómo preservar la integridad de su cerebro.
Los investigadores utilizaron técnicas de imágenes especializadas para investigar los cambios microscópicos y visibles en el cerebro. Se midió la adherencia a la dieta mediterránea al inicio del estudio y cada participante recibió una puntuación de entre 0 y 9, en una escala en la que las puntuaciones más altas indicaban una mayor adherencia. La puntuación media de la dieta mediterránea fue de 5.01.
Después de considerar otros factores que podrían afectar la salud cerebral, el análisis reveló que por cada aumento de un punto en la puntuación de la dieta mediterránea hubo una mejora en la integridad de la sustancia blanca (organización y comunicación dentro del cerebro), y hubo menos evidencia de daño estructural en el cerebro, según lo evaluado por la carga de hiperintensidad de la sustancia blanca (un marcador importante de la enfermedad cerebral de los vasos pequeños).
“Esto sugiere que incluso pequeñas mejoras en la dieta mejoraron la integridad cerebral”, afirma Trifan. “Se ha sugerido que las dietas saludables, y en particular la dieta mediterránea, mejoran la integridad de la sustancia blanca al reducir la inflamación y el estrés oxidativo, y al mantener la salud de la función de los vasos sanguíneos del cerebro y niveles estables de glucosa en sangre, todos factores importantes para una salud cerebral óptima”, agrega.
Los hallazgos respaldan el consejo de la American Heart Association de seguir esta dieta como uno de los planes dietéticos que pueden ayudar a prevenir los ataques y derrames cerebrales, y posiblemente evitar problemas cognitivos. El estudio sugiere que la dieta mediterránea puede beneficiar la salud y la integridad cerebrales, específicamente en lo que respecta a la sustancia blanca. La sustancia blanca es una parte fundamental del cerebro que conecta diferentes áreas y redes para ayudarnos a funcionar de manera efectiva. Sin embargo, todavía necesitamos aprender más sobre la salud cerebral y la dieta mediterránea, ya que los efectos positivos solo se relacionaron parcialmente con los factores de riesgo vascular”, explica Philip B. Gorelick, expresidente inmediato del Subcomité de Ciencias de la Salud Cerebral y Derrames Cerebrales de la American Heart Association, y profesor de neurología en el Departamento de Neurología Ken y Ruth Davee de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, en Chicago. Gorelick no participó en el estudio.
Los participantes completaron informes alimentarios de 24 horas de categorías nutricionales y de alimentos predefinidas al inicio (2008-2011). Aproximadamente 30 días después se realizó un segundo informe alimentario. Se determinó la ingesta alimentaria de los participantes con dos informes alimentarios al calcular el promedio de ambos informes para calcular la puntuación en la escala de la dieta mediterránea (con un rango de 0 a 9). La dieta mediterránea se confirmó solo en la visita inicial.
La adquisición de imágenes de resonancia magnética (IRM) comenzó en 2017 y finalizó en 2022.
Los investigadores utilizaron técnicas especializadas de IRM cerebral y secuenciación denominadas imágenes con tensor de difusión y recuperación de inversión atenuada de fluido (FLAIR) para investigar los cambios microscópicos y visibles en el cerebro.
La salud cardiovascular se evaluó mediante los componentes de la puntuación de los siete factores simples para la vida de la American Heart Association: hacer ejercicio regularmente, llevar una dieta saludable, no fumar, evitar el exceso de peso y mantener los niveles de presión arterial, colesterol y glucosa en sangre dentro de un rango saludable. Nota: en junio de 2022, la Asociación actualizó los siete factores simples para la vida a los ocho elementos esenciales para la vida, al agregar el sueño.
Las limitaciones del estudio incluyen que muchas variables fueron autoinformadas, con un posible sesgo de memoria. Además, como las mediciones de resonancia magnética se recopilaron entre 2017 y 2022, las personas pueden haber adoptado nuevos hábitos alimentarios y de estilo de vida que pueden haber alterado la asociación documentada al inicio.