Las isoflavonas son fitoestrógenos, compuestos que se encuentran en altas concentraciones en la soja y otras legumbres, como los garbanzos y las lentejas. Estas moléculas exhiben una actividad similar a la del estrógeno, que se ha relacionado tanto con posibles beneficios para la salud (como la reducción de los síntomas de la menopausia, la mejora de la salud ósea y la prevención de cánceres relacionados con las hormonas) como con las preocupaciones sobre sus efectos disruptores endocrinos.
Los niños, como población en desarrollo, se consideran particularmente vulnerables a la exposición a sustancias con actividad endocrina debido a su continuo desarrollo hormonal, metabólico y reproductivo. A pesar del creciente uso de productos a base de soja en la nutrición pediátrica, especialmente en forma de fórmulas infantiles y alternativas a base de plantas, las agencias reguladoras han emitido recomendaciones inconsistentes, lo que refleja una falta de consenso sobre la interpretación de la evidencia disponible.
En este contexto, un nuevo estudio se propuso como objetivo analizar en detalle las recomendaciones emitidas por la Agencia Francesa de Seguridad Alimentaria, Medio Ambiente y Salud Laboral (ANSES) con respecto al consumo de isoflavonas en niños, evaluando la base de estas medidas a la luz de la evidencia científica más amplia, con un enfoque particular en los estudios realizados en humanos.
La ANSES realizó una revisión exhaustiva para evaluar la seguridad de las isoflavonas, analizando numerosos estudios toxicológicos y epidemiológicos sobre el consumo de isoflavonas y sus posibles efectos sobre la salud humana.
Como resultado de esta revisión, el organismo define el valor de referencia toxicológico (VRT) para la ingesta diaria de isoflavonas. Para la población general, se estableció un VRT de 0,02 mg/kg por día mientras que, para las poblaciones vulnerables, que incluyen niños antes de la pubertad, mujeres en edad reproductiva y mujeres embarazadas, el VRT se redujo a la mitad a 0,01 mg/kg por día. La agencia francesa reveló un “riesgo sustancial de exceder estos VRT entre las personas que consumían alimentos a base de soja”.
Es importante destacar que el informe de ANSES se centra en las preocupaciones sobre las isoflavonas y los efectos relacionados con las hormonas, pero no evalúa los beneficios de la soja, los productos de soja o las isoflavonas en sí. En Europa, las evaluaciones de riesgos y beneficios se gestionan por separado, por lo que las conclusiones no consideran ningún posible efecto positivo del consumo de soja.
A diferencia de los datos animales, los autores explican que “la evidencia de estudios humanos ofrece un panorama mucho más tranquilizador con respecto a la exposición a isoflavonas”. Las revisiones sistemáticas y los metaanálisis no han demostrado una asociación significativa entre las dietas infantiles basadas en soja y el inicio de la pubertad, incluida la pubertad precoz o la edad de la menarquia.
De acuerdo con el nuevo trabajo, en el que ha participado el nutricionista español Miguel López Moreno de la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, “estos hallazgos contradicen preocupaciones previas basadas en estudios animales, que sugerían que los fitoestrógenos en las fórmulas de soja podrían alterar el desarrollo hormonal”. “Los datos humanos muestran de manera consistente que el consumo de soja durante la infancia no representa un riesgo para el momento puberal normal”.
Los marcadores del metabolismo óseo se mantuvieron dentro de los rangos normales, y no se observan signos de pubertad precoz ni ginecomastia en niños que consumen dietas a base de soja. Si bien los bebés alimentados con fórmulas de soja presentaron niveles más altos de isoflavonas que aquellos alimentados con fórmula de leche de vaca o leche materna, estas concentraciones no se correlacionaron con cambios hormonales, lo que indica un “impacto biológico mínimo”.
Aunque la mayoría de los estudios en humanos no informan efectos adversos de la soja en el desarrollo puberal, los expertos aclaran que “muchos son observacionales y están sujetos a posibles factores de confusión”. No obstante, “la coherencia de los hallazgos en diversas poblaciones refuerza la fiabilidad de la conclusión general”.
Los investigadores explican que “la postura restrictiva de la ANSES sobre las isoflavonas, y en consecuencia sobre los productos a base de soja, refleja la aplicación del principio de precaución”, una estrategia destinada a minimizar los riesgos potenciales cuando existe incertidumbre científica. Si bien este enfoque prioriza la seguridad, indican que también “puede ignorar inadvertidamente evidencia sustancial que respalda los posibles beneficios de los productos de soja en humanos”.
En resumen, si bien los estudios en animales han suscitado inquietudes válidas sobre su actividad endocrina, datos sólidos en humanos refutan sistemáticamente su clasificación como disruptores endocrinos o perjudiciales para la salud. De cara al futuro, los expertos sugieren que “las recomendaciones dietéticas deben priorizar los enfoques basados en la evidencia que consideren tanto la seguridad como el valor nutricional”.
En base a los hallazgos, concluyen que “los alimentos de soja siguen siendo un componente seguro y valioso de la dieta humana cuando se consumen de forma responsable, una afirmación respaldada por décadas de investigación en diversas poblaciones”.