El intestino y dos reguladores celulares podrían allanar el camino hacia mejores medicamentos para la hipertensión arterial. Esta es la conclusión de un nuevo estudio - realizado por investigadores de Australia, China y Singapur, y dirigidos por la profesora Francine Marques-, que ha revelado cómo el intestino (y lo que comemos) regula la presión arterial alta, abriendo la puerta a posibles nuevos fármacos más especializados.
Estos hallazgos son muy significativos para los pacientes que padecen de hipertensión, que es una de las principales causas de accidente cerebrovascular, enfermedades cardíacas y renales. "Teníamos pruebas de que la fibra dietética, a través de la producción de sustancias microbianas intestinales llamadas ácidos grasos de cadena corta, reduce la presión arterial", afirma la profesora Marques. "Pero no entendíamos cómo se producía esta comunicación entre el intestino y el anfitrión".
La clave está en dos receptores de proteínas en las células intestinales que pueden activarse mediante ácidos grasos de cadena corta. Estos receptores se llaman GPR41 y GPR43. "Son lo que llamamos receptores acoplados a proteína G, parte del grupo más grande de receptores en las membranas celulares que activan la señalización desde la superficie al interior de las células", añade Marques.
Asimismo, “están muy presentes en las células inmunitarias y en las células del revestimiento de la pared intestinal. Una vez que se activan, se sabe que desencadenan mecanismos antiinflamatorios”, recuerda. "Lo interesante es que las moléculas que se unen a ellos y los activan son producidas por el intestino cuando ingerimos fibra en nuestra dieta", apunta.
La fibra dietética funciona al ser fermentada en el intestino por microbios, que producen ácidos grasos de cadena corta. La fibra dietética proviene de legumbres, frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos, almidones resistentes, como la avena o las patatas, y semillas.
"Nuestro estudio muestra que la falta de activación de los receptores, copiando una situación en la que no tenemos suficiente fibra en nuestra dieta, conduce a una mayor permeabilidad intestinal, lo que permite que los componentes microbianos entren en la circulación", exclama el autor principal, el doctor Rikeish R Muralitharan.
“Esto activa la inflamación en órganos clave como el riñón, que regula la presión arterial, y que provoca hipertensión. Lo interesante aquí es que este aumento de la inflamación sistémica que observamos en enfermedades como la hipertensión puede comenzar en el intestino, y demostramos que GPR41 y 43 son, al menos parcialmente, responsables de los efectos cardioprotectores y reductores de la presión arterial de una dieta rica en fibra”.
Los investigadores también muestran, a través de datos genéticos de unas 300.000 personas, que algunas variantes genéticas implican tasas más bajas de hipertensión.
El laboratorio de la profesora Marques está realizando ahora un ensayo clínico en humanos para comprender mejor la permeabilidad intestinal en la hipertensión y está iniciando pruebas in vitro de posibles nuevos fármacos para unirse a los receptores. "Nos hemos asociado con especialistas en descubrimiento de fármacos computacionales y receptores acoplados a proteína G para diseñar y probar nuevos fármacos para activar estos receptores, abriendo nuevas oportunidades para tratamientos que reduzcan la presión arterial a través del intestino", recalca.