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Dieta planetaria, ¿cómo impacta en la salud de las personas?

Dieta planetaria, ¿cómo impacta en la salud de las personas?

Una mayor adherencia a la dieta planetaria, así como a la mediterránea, se asocia de forma similar con una menor mortalidad por todas las causas y con un impacto ambiental comparablemente bajo
Mercedes sotos prieto (1)
La doctora Mercedes Sotos Prieto, de la Universidad Autónoma de Madrid.

La dieta contribuye significativamente a la mortalidad por enfermedades cardiovasculares. De hecho, se estima que, en toda la región europea, una de cada cinco muertes prematuras podría prevenirse con una dieta optimizada. En este marco, una nueva investigación, presentada en ESC Preventive Cardiology 2025, ha revelado dos dietas basadas en plantas que se han asociado con beneficios similares para la supervivencia y un bajo impacto ambiental.

 

“En 2019, se desarrolló la dieta de salud planetaria (DSP) para optimizar la calidad de la dieta global, manteniendo al mismo tiempo el impacto ambiental de la producción de alimentos dentro de los límites de sostenibilidad planetaria”, afirma la autora del estudio, la doctora Mercedes Sotos Prieto (Universidad Autónoma de Madrid). “Sin embargo, faltaba evidencia sobre cómo se compara la DSP con la dieta mediterránea, una dieta basada en plantas con beneficios comprobados para la salud y el medio ambiente, y con una sólida presencia en los países mediterráneos. Evaluamos los efectos de ambas dietas sobre la mortalidad por cualquier causa y el impacto ambiental en una amplia población española representativa”, exclama. 

 

La dieta planetaria implica una ingesta energética de unas 2500 kcal/día y se centra principalmente en un consumo elevado de frutas y verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos y aceites insaturados, así como un consumo moderado de lácteos, verduras con almidón, aves y pescado, y un bajo consumo de grasas saturadas, carnes rojas y azúcares añadidos.

 

Por su parte, la dieta mediterránea se caracteriza por un patrón rico en frutas y verduras (de temporada), legumbres, cereales integrales y frutos secos, con el aceite de oliva como principal grasa alimentaria, un mayor consumo de carnes blancas o magras que de carnes rojas o procesadas, y un consumo moderado de lácteos, pescado y huevos.

 

En el análisis, se recogieron datos sobre la ingesta de alimentos de 11.488 participantes en el Estudio sobre Nutrición y Riesgo Cardiovascular en España (ENRICA), un estudio de cohorte prospectivo de individuos reclutados entre junio de 2008 y octubre de 2010.

 

El índice PHD (0-140 puntos) se calculó para cada participante en función de su consumo de 15 grupos de alimentos: cereales integrales, verduras con almidón, verduras, frutas enteras, productos lácteos, carne roja/procesada, pollo y otras aves, huevos, pescado/mariscos, frutos secos, legumbres distintas de la soja, alimentos de soja/soja, grasas saturadas y trans añadidas, aceites insaturados añadidos y azúcar y zumos de fruta añadidos. 

 

La adherencia a la dieta mediterránea se evaluó mediante la escala MEDAS de 14 ítems (0-14 puntos), que se basa en componentes como el uso de aceite de oliva para cocinar y aliñar, el consumo de carne blanca y marisco en lugar de carne roja, el consumo de frutas, verduras, legumbres y frutos secos, y la baja ingesta de productos lácteos ricos en grasa, bollería industrial y bebidas azucaradas o carbonatadas. El impacto ambiental de cada dieta se evaluó utilizando la base de datos de indicadores SHARP (SHARP-ID), que incluye datos sobre emisiones de gases de efecto invernadero y uso del suelo. Además, los datos de mortalidad se obtuvieron del Índice Nacional de Defunciones de España. Asimismo, se realizaron análisis por terciles de adherencia a las dietas, con ajuste por factores de confusión.

 

Cabe recalcar que los participantes del estudio tenían una edad media de 47,5 años (rango: 18-96 años) y aproximadamente la mitad (52,5 %) eran mujeres. Se produjeron un total de 1157 muertes por cualquier causa durante una media de seguimiento de 14,4 años.

 

Una mayor adherencia a la dieta planetaria y a la dieta mediterránea se asoció de forma similar con una menor mortalidad por cualquier causa. Los participantes en el tercio superior de adherencia a la dieta planetaria tuvieron un 22 % menos de probabilidades de morir que aquellos en el tercio inferior (cociente de riesgos instantáneos [HR] ajustado: 0,78; intervalo de confianza [IC] del 95 %: 0,66-0,91). En el caso de la dieta mediterránea, los participantes en el tercio superior de adherencia tuvieron un 21 % menos de probabilidades de morir que aquellos en el tercio inferior (HR ajustado: 0,79; IC del 95 %: 0,68-0,93). La adherencia a algunos componentes de la dieta planetaria (frutas, lácteos y aceites insaturados) y de la dieta mediterránea (frutos secos, bajo consumo de refrescos y bollería) se asoció de forma independiente con una menor mortalidad.

 

En términos de impacto ambiental, ambas dietas tuvieron huellas ambientales igualmente bajas. En el caso de la planetaria, el nivel promedio de emisiones de gases de efecto invernadero fue de 4,15 kg de CO₂ al día y el uso promedio del suelo fue de 5,54 m² por ingesta diaria de alimentos. El nivel promedio de emisiones de gases de efecto invernadero para la dieta mediterránea, incluyendo lácteos, fue de 4,36 kg de CO₂ al día y el uso promedio del suelo fue de 5,43 m² por ingesta diaria de alimentos. Los productos lácteos y cárnicos fueron los que más contribuyeron a la huella ambiental.

 

Sotos Prieto concluye que “una mayor adherencia a ambas dietas se asoció de forma similar con una menor mortalidad por todas las causas y con un impacto ambiental comparablemente bajo, lo que destaca las importantes ventajas para la salud y el planeta de adoptar una de estas dietas basadas en plantas”.

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