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Los efectos del consumo de alcohol sobre el sueño

Los efectos del consumo de alcohol sobre el sueño

Investigadores señalan que, incluso en niveles comúnmente percibidos como inofensivos, el alcohol puede tener efectos inmediatos en la regulación cardiovascular durante el sueño y la calidad autopercibida del mismo
Alcohol y sueño
Ningún nivel de consumo de alcohol puede considerarse seguro para la salud

Los efectos del consumo de alcohol en la fisiología cardiovascular y del sueño han sido objeto de investigación científica durante mucho tiempo. Tradicionalmente, la ingesta moderada de alcohol, definida como una o dos bebidas estándar por semana (es decir, 14 a 28 g de alcohol puro), se asoció con posibles efectos cardioprotectores, en particular a través del consumo de vino tinto rico en polifenoles. Sin embargo, estudios posteriores sugirieron que estos beneficios observados probablemente se vieron confundidos por factores de estilo de vida más saludables en lugar de ser atribuibles al alcohol en sí. 

 

Hoy en día, metaanálisis a gran escala demuestran efectos nocivos del alcohol dependientes de la dosis, independientemente del tipo de bebida. Incluso una exposición mínima al alcohol se ha asociado con un mayor riesgo de cánceres y mortalidad. En consecuencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que ningún nivel de consumo de alcohol puede considerarse seguro para la salud

 

El impacto del alcohol en los procesos de recuperación fisiológica nocturna, incluyendo la calidad del sueño y la regulación cardiovascular, aún no se comprende lo suficiente en contextos reales. La calidad del sueño juega un papel fundamental en la salud general, influyendo en el rendimiento cognitivo, la regulación metabólica y el riesgo cardiovascular. La noche se caracteriza típicamente por un predominio de la actividad del sistema nervioso parasimpático, lo que permite que el cuerpo se recupere. Las alteraciones de este equilibrio autónomo, como una frecuencia cardíaca en reposo (FC) nocturna elevada, se asocian con una menor calidad del sueño y un mayor riesgo a largo plazo de hipertensión, fibrilación auricular y mortalidad cardiovascular

 

El alcohol es un modulador bien establecido del sistema nervioso autónomo. La ingesta aguda conduce a un aumento de la actividad simpática y una reducción del tono vagal, lo que resulta en una frecuencia cardíaca elevada y una disminución de la variabilidad de la misma. Los estudios han demostrado que incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden desencadenar aumentos mensurables en la frecuencia cardíaca en reposo dentro de 1 a 3 horas de consumo. Además, los ensayos controlados confirman que esta elevación puede persistir durante varias horas en la noche, con efectos que dependen de la dosis y se deben principalmente al etanol en sí, independientemente del tipo de bebida. 

 

A pesar de estos hallazgos, los datos sobre los efectos del alcohol en la fisiología cardiovascular durante el sueño siguen siendo limitados. Es por ello que, un grupo de investigadores indagó en los efectos agudos del consumo moderado de alcohol sobre la frecuencia cardíaca nocturna en reposo mediante monitorización continua con smartwatch. Además, examinaron las posibles asociaciones con la arquitectura objetiva del sueño, la actividad física diaria y la calidad subjetiva del sueño. 

 

Para ello, 40 adultos sanos se sometieron a un período estructurado de monitorización con smartwatch de 9 días. El protocolo incluyó tres días iniciales sin alcohol, tres noches consecutivas con consumo moderado de alcohol (40 g/día para mujeres, 60 g/día para hombres) y tres días posteriores a la exposición. Se registraron datos continuos sobre frecuencia cardíaca (FC), fases del sueño, despertares nocturnos y actividad física. 

 

¿Cómo afecta el alcohol a los parámetros del sueño? 

 

El análisis de los resultados revelo que hubo un aumento estadísticamente significativo de la frecuencia cardíaca nocturna en reposo tras el consumo de alcohol, mientras que los parámetros objetivos del sueño se mantuvieron prácticamente inalterados.

 

Los autores mencionan que, incluso un consumo de alcohol bajo o moderado resultó en un aumento medible de aproximadamente 3 latidos por minuto en la frecuencia cardíaca nocturna promedio. “Nuestro análisis de subgrupos indica efectos más pronunciados en mujeres con un IMC < 25 kg/m². Entre las posibles razones se incluyen las respuestas autonómicas específicas de cada género y las mayores concentraciones efectivas de alcohol en sangre”, señalan. 

 

Los expertos explican que la elevación aparentemente pequeña en la FC tras la exposición moderada al alcohol puede reflejar un desequilibrio autonómico relevante, “probablemente impulsado por el aumento de la actividad simpática y/o la reducción del tono parasimpático durante el sueño”. Los mecanismos potencialmente involucrados incluyen el efecto vasodilatador del alcohol, que conduce a la activación simpática mediada por barorreceptores, así como a los efectos cronotrópicos directos de la activación de los canales de calcio y al aumento de los niveles plasmáticos de adrenalina y cortisol. El efecto vasodilatador mencionado anteriormente también puede conducir a la pérdida de calor con una posterior reacción de estrés termorregulador. Otras respuestas al estrés pueden ser de naturaleza inflamatoria, posiblemente debido a las propiedades tóxicas del propio alcohol o a un desequilibrio electrolítico debido a la deshidratación mediada por el mismo. 

 

“Un aumento a largo plazo de la FC en reposo se ha asociado con un mayor riesgo cardiovascular y mortalidad en varios estudios. Aunque un aumento de 3 latidos por minuto puede parecer modesto a primera vista, podría reflejar un desequilibrio autonómico clínicamente relevante. De hecho, análisis previos han demostrado que cada aumento de 10 latidos por minuto en la FC nocturna se asocia con un aumento del 10 % en la mortalidad por todas las causas y cardiovascular”, resalta el nuevo estudio

 

Curiosamente, no detectaron cambios significativos en la arquitectura objetiva del sueño, ni en el tiempo total de sueño, las proporciones de sueño ligero y profundo, y el número de despertares, ni en la latencia del sueño. Sin embargo, advierten que “la vigilancia del sueño basada en relojes inteligentes no es capaz, en gran medida, de rastrear las fases del sueño REM”. A pesar de la estabilidad de los parámetros objetivos del sueño, los participantes informaron de una disminución de la calidad percibida del sueño durante la exposición al alcohol. Específicamente, los despertares nocturnos autoinformados aumentaron, mientras que la sensación de sueño reparador disminuyó. Estos efectos no se reflejaron en los cambios en la arquitectura del sueño, lo que sugiere que “la frecuencia cardíaca nocturna elevada puede perjudicar la recuperación fisiológica y, por lo tanto, influir en la experiencia subjetiva del sueño”. 

 

“Nuestros datos sugieren que incluso un aumento modesto de la frecuencia cardíaca puede alterar la capacidad del cuerpo para alcanzar un estado reparador durante el sueño, lo que perjudica la calidad percibida del sueño”, comentan los investigadores. 

 

Estos efectos fueron independientes de la actividad física diurna y se resolvieron rápidamente tras suspender el consumo de alcohol, lo que indica “una respuesta autonómica aguda y reversible”. 

 

En resumen, este estudio demuestra que incluso un consumo bajo o moderado de alcohol provoca un aumento transitorio, pero estadísticamente significativo, de la frecuencia cardíaca nocturna en reposo en individuos sanos. Si bien la arquitectura objetiva del sueño se mantuvo sin cambios, el aumento observado de la frecuencia cardíaca podría haber afectado la recuperación fisiológica durante el sueño y podría explicar la frecuente disminución de la calidad subjetiva del sueño tras la exposición al alcohol.

 

De esta manera, los autores finalizan subrayando que el consumo de alcohol, incluso en niveles comúnmente percibidos como inofensivos, puede tener efectos inmediatos en la regulación cardiovascular durante el sueño. “Desde una perspectiva de salud pública, estos resultados respaldan la recomendación de evitar el consumo de alcohol, especialmente en personas con factores de riesgo cardiovascular o trastornos del sueño”, concluyen. 

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