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Estudian el impacto de los factores ambientales, como las precipitaciones, en el desarrollo infantil

Estudian el impacto de los factores ambientales, como las precipitaciones, en el desarrollo infantil

La disponibilidad de agua antes del nacimiento se asocia significativamente con las mediciones posteriores de desnutrición en los niños
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La sequía provoca escasez de alimentos y mala nutrición, especialmente en mujeres embarazadas.

Un estudio reciente, realizado por investigadores de Estados Unidos, se ha centrado en cómo los factores ambientales antes del nacimiento afectan al desarrollo infantil posterior. Por tanto, comprender el papel de los factores ambientales en la desnutrición podría mejorar la precisión de los programas de salud pública para ayudar tanto a las madres como a los niños.

 

“Como neurocirujano pediátrico, la desnutrición puede parecer un tema fuera de mi alcance”, afirma el profesor Steven J. Schiff. “Pero la desnutrición es un problema grave en los países de ingresos bajos y medios de todo el mundo, y es especialmente grave en el África subsahariana y el sur de Asia”, añade.

 

Schiff señala la prevalencia de hidrocefalia, es decir, acumulación anormal de líquido cefalorraquídeo, en su práctica neuroquirúrgica en Uganda. Así, recalca que investigaciones anteriores han identificado la desnutrición como un factor crítico en los resultados quirúrgicos de estos niños.

 

El profesor, junto a sus colegas, descubrió posteriormente que las precipitaciones eran un factor crítico en el desarrollo de infecciones en los bebés después del nacimiento, lo que a menudo provocaba hidrocefalia cuando sobrevivían a estas infecciones. Este trabajo fue respaldado por estudios recientes que encontraron que el retraso del crecimiento —la manifestación física más común de la desnutrición infantil— tenía su mayor incidencia al nacer.

 

Impacto de los factores ambientales en el desarrollo infantil

 

En este marco, Schiff dirigió a un equipo de investigadores para explorar cómo los factores ambientales, demográficos y de desarrollo económico, así como la topografía del terreno, podrían afectar el crecimiento de niños pequeños —desde recién nacidos hasta los 5 años— en Uganda.

 

Los investigadores evaluaron los datos de estatura y peso de más de 5.200 niños, información recopilada por la Encuesta Demográfica y de Salud de Uganda entre junio de 2015 y diciembre de 2016. Los datos se compararon con factores ambientales, incluyendo mediciones satelitales de precipitaciones, un índice de sequía (un balance entre la precipitación y la evaporación), un índice de aridez, temperatura e índices de vegetación.

 

El estudio se centró en el retraso del crecimiento (la respuesta a largo plazo del crecimiento infantil a una dieta deficiente sostenida y enfermedades recurrentes) y la emaciación (un resultado a corto plazo derivado de una ingesta calórica inadecuada o una enfermedad). Los niños que experimentan emaciación pueden recuperarse, pero a menudo presentan un mayor riesgo de retraso del crecimiento y un desarrollo neurocognitivo deficiente, así como una mayor mortalidad. Si bien las muertes asociadas con el retraso del crecimiento y la emaciación están disminuyendo a nivel mundial, más de 250.000 y 1.100.000 niños continúan muriendo por cada afección, respectivamente, en todo el mundo cada año.

 

El equipo descubrió además que el 30 % de los niños ugandeses del estudio presentaban signos de retraso del crecimiento. Por otra parte, la incidencia de emaciación fue del 4 %. Estas afecciones fueron más comunes en las aldeas del noreste y suroeste del país, donde más del 40 % de los niños pequeños experimentaron retraso del crecimiento y más del 6 % emaciación.

 

Además, los investigadores descubrieron que múltiples mediciones de la disponibilidad de agua antes del nacimiento se asociaban significativamente con mediciones posteriores de desnutrición en los niños. Tres meses antes del nacimiento, un mayor índice de equilibrio hídrico-sequía se asociaba con un crecimiento deficiente en los niños pequeños.

 

Por otra parte, un mayor nivel de precipitaciones brutas en los once meses previos al nacimiento se asociaba con un crecimiento más exitoso, mientras que la aridez durante el año anterior al nacimiento se asociaba especialmente con la emaciación. El equipo también examinó la pobreza como factor para explicar el crecimiento deficiente, pero no encontró ninguna asociación en los datos de crecimiento.

 

“La sequía afecta la producción agrícola, provocando escasez de alimentos y mala nutrición, especialmente en mujeres embarazadas, y también limita el acceso al agua potable, aumentando el riesgo de infecciones”, afirma Paddy Ssentongo, primer autor del estudio. “Esta combinación de factores de estrés durante el embarazo puede provocar que los bebés nazcan ya desnutridos y tengan dificultades para recuperarse a medida que crecen”, recalca. 

 

Desnutrición infantil y retraso del crecimiento

 

Alrededor de 150 millones de niños en todo el mundo padecen actualmente retraso del crecimiento. Schiff estima que más de 2 millones de niños ugandeses menores de 5 años lo padecían en 2020. En este punto, la asociación con la sequía y las precipitaciones abre nuevas oportunidades para desarrollar intervenciones de salud pública que mejoren la nutrición de las mujeres antes y durante el embarazo, así como el desarrollo de sus hijos en las primeras etapas de la vida.

 

“Si bien este estudio se centró en Uganda, las lecciones aprendidas son relevantes para muchos países que enfrentan la inseguridad alimentaria relacionada con el clima”, afirma Ssentongo antes de rematar que “esta investigación nos brinda una herramienta poderosa para actuar con anticipación y priorizar las intervenciones en las regiones más vulnerables”.

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