Los periodos prenatal y de la primera infancia son cruciales para la formación de preferencias alimentarias que perduran durante la infancia y más allá. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones publicadas se han centrado en las prácticas de alimentación de los padres y su efecto en la elección de alimentos durante la infancia.
Por otro lado, la influencia de las condiciones intrauterinas y las primeras experiencias de alimentación durante la infancia no se ha investigado tan exhaustivamente. Este periodo es particularmente importante porque los sistemas gustativo y olfativo son capaces de detectar la información sobre los sabores antes del nacimiento a través del líquido amniótico intrauterino y posteriormente a través de la leche materna.
Los bebés muestran una considerable flexibilidad en sus preferencias alimentarias, lo que les permite adaptarse y desarrollar una preferencia por los alimentos disponibles en su entorno. Además, la primera infancia es un periodo crucial para la exposición a las texturas de los alimentos. Retrasar la introducción de alimentos sólidos, por ejemplo, puede provocar preferencias posteriores por texturas que podrían estar relacionadas con la sobrealimentación.
Varios estudios han demostrado que el aumento de peso durante la infancia puede tener consecuencias a largo plazo para la salud. Por lo tanto, es importante desarrollar estrategias de alimentación infantil eficaces y basadas en la evidencia para promover el desarrollo de hábitos alimentarios saludables a lo largo de la vida.
En respuesta, los autores de Early Influences on Development of Sensory Perception and Eating Habits (Influencias tempranas en el desarrollo de la percepción sensorial y los hábitos alimentarios), publicado en Advances in Nutrition—An International Review Journal (Avances en nutrición, una revista de revisión internacional), realizaron una revisión narrativa para evaluar los efectos de las experiencias alimentarias fetales y tempranas en el desarrollo de las preferencias alimentarias y la conducta alimentaria durante la infancia y la primera infancia. Los investigadores se centraron en los descubrimientos de los últimos 10 años, aunque también incorporaron algunos estudios anteriores en su revisión. Específicamente, este estudio examinó tres factores clave: los efectos de las condiciones intrauterinas en las preferencias alimentarias, la influencia de la lactancia materna en las preferencias alimentarias tempranas y el efecto de la textura de los alimentos en el desarrollo de las habilidades de alimentación y la aceptación de los alimentos.
Según los investigadores, las personas que experimentaron retraso en el crecimiento fetal podrían verse obligadas a preferir alimentos ricos en energía a lo largo de su vida debido a un fenómeno denominado fenotipo de alimentación ahorrativa. Desafortunadamente, "considerando la gran disponibilidad de alimentos ricos en energía, sabrosos y ultraprocesados en el entorno global actual", los autores creen que "el fenotipo ahorrativo se convierte en un factor de riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares a largo plazo".
En general, los investigadores encontraron una clara correlación entre la dieta de la madre durante el embarazo y las preferencias alimentarias posteriores de sus hijos. Además, "el desarrollo de la percepción del sabor continúa cuando el bebé se expone a la leche materna, un líquido que, al igual que el líquido amniótico, contiene sabores que reflejan dinámicamente la dieta de la madre". Por el contrario, los bebés alimentados con fórmula aprenden a preferir su perfil de sabor único y pueden tener más dificultades para aceptar inicialmente nuevos sabores.
En comparación con otras características sensoriales de los alimentos, como el sabor, existe menos información sobre la percepción de la textura de los alimentos por parte de los bebés y su influencia en las preferencias alimentarias. No obstante, algunas investigaciones indican que puede existir un periodo sensible en la infancia para la aceptación de nuevas texturas alimentarias, lo que sugiere que retrasar la introducción de alimentos sólidos puede provocar aversión a ciertos alimentos texturizados y, posiblemente, dificultades para alimentarse en etapas posteriores de la infancia.
En conclusión, los autores creen que "mejorar los hábitos alimentarios durante la gestación y el posparto es fundamental para el desarrollo de hábitos alimentarios positivos y un crecimiento saludable en los bebés, y debería ser un enfoque importante de las iniciativas de prevención primaria". En particular, los investigadores señalan que "fomentar la elección de alimentos saludables es inevitablemente beneficioso para todos, pero quizás más para las personas durante periodos sensibles de sus vidas (p. ej., embarazo, lactancia, infancia, adolescencia)".