La preocupación por la salud y la frescura de los alimentos impide que muchos compradores opten por los alimentos congelados, a pesar de su potencial para reducir el desperdicio de alimentos, así como la huella de carbono, y de ofrecer una nutrición asequible. Esta afirmación es la conclusión a la que ha llegado una investigación británica que ha explorado por qué la resistencia del consumidor a los alimentos congelados se mantiene persistentemente alta, incluso con la creciente demanda mundial de opciones alimentarias sostenibles y prácticas.
“Si bien los alimentos congelados pueden ser tan nutritivos como los frescos, muchos consumidores simplemente no lo creen”, afirma el Dr. Muhmmad Waqas, quien ha dirigido el estudio. “Nuestros hallazgos demuestran que estas dudas no solo reducen las compras, sino que también fomentan el boca a boca negativo, lo que dificulta aún más la solución del problema”, añade.
Para este estudio, los investigadores utilizaron un enfoque en dos etapas: primero, realizando entrevistas cualitativas para identificar las principales preocupaciones de los consumidores sobre los alimentos congelados y, posteriormente, evaluando estos hallazgos a mayor escala.
Entre los hallazgos, el estudio destaca que la información creíble y positiva puede reducir significativamente las percepciones negativas, especialmente cuando los alimentos congelados se consideran opciones asequibles. La credibilidad de la información —es decir, una comunicación clara y confiable sobre los beneficios de los alimentos congelados— se convierte así en una herramienta poderosa para contrarrestar el escepticismo.
El sector alimentario mundial alcanzó un valor estimado de 9,36 billones de dólares en 2023, lo que subraya la creciente importancia de la confianza del consumidor en el marketing alimentario. Sin embargo, según un reciente estudio europeo, solo el 43 % de los consumidores cree que los alimentos comerciales son saludables, y menos de la mitad confía en los productores. Los alimentos congelados, en particular, se enfrentan a percepciones negativas, a pesar de que suelen ser más sostenibles y generan menos desperdicio que los productos frescos. Además, se observa una especial resistencia entre los consumidores jóvenes.
Ahora bien, basándose en la teoría de la resistencia a la innovación, este nuevo estudio argumenta que los consumidores rechazan los alimentos congelados no solo por hábitos o conveniencia, sino por conflictos más profundos con sus creencias sobre qué es un alimento "saludable" o "bueno". A diferencia de las teorías que se centran en las tendencias de adopción, la teoría de la resistencia a la innovación ayuda a explicar por qué ciertas innovaciones, como el uso generalizado de alimentos congelados, pueden enfrentarse a barreras culturales o psicológicas.
En particular, el estudio ha revelado que: la preocupación por la frescura y la nutrición es el principal factor que impulsa los temores sobre la salud; los temores sobre la salud conducen directamente a la resistencia del consumidor a los alimentos congelados; la resistencia predice fuertemente el boca a boca negativo, dañando la reputación de la marca; y la información fiable sobre los alimentos congelados puede reducir el boca a boca negativo, especialmente cuando se refuerza con mensajes sobre la asequibilidad.
Por tanto, estos hallazgos tienen implicaciones importantes para las marcas y los minoristas de alimentos. Abordar los mitos sobre la salud relacionados con los alimentos congelados no solo podría aumentar las ventas, sino también ayudar a combatir el desperdicio de alimentos, en consonancia con objetivos ambientales más amplios.
"Los alimentos congelados desempeñan un papel crucial en la creación de un sistema alimentario global más sostenible y asequible", explica el profesor y autor del estudio Yuksel Ekinci. "Pero, primero, las marcas deben reconstruir la confianza, empezando por una comunicación honesta y transparente sobre los beneficios de sus productos para la salud y la sostenibilidad", agrega.
Cabe destacar que se prevé que los alimentos congelados aporten 366.300 millones de dólares a la economía mundial para 2026. Sin embargo, a menos que cambie la percepción, gran parte de este crecimiento podría quedar en el olvido. En este sentido, los investigadores abogan por nuevos enfoques de marketing centrados no solo en la comodidad o el coste, sino en demostrar los auténticos beneficios de los alimentos congelados para la salud y el medio ambiente, y hacerlo con voces creíbles y de confianza.
"No se trata solo de guisantes o pizzas congeladas", afirmó el doctor Waqas, sino que "se trata de cambiar el debate sobre lo que comemos, en qué confiamos y cómo podemos crear un sistema alimentario que beneficie a las personas y al planeta".