Seguir una dieta baja en calorías está relacionado con un mayor riesgo de sufrir síntomas depresivos, según una investigación publicada en la revista de acceso abierto BMJ Nutrition Prevention & Health.
Los resultados sugieren que las personas con sobrepeso pueden ser especialmente vulnerables a los efectos de una alimentación restrictiva.
Según los investigadores, "una dieta "saludable" rica en alimentos mínimamente procesados, frutas y verduras frescas, cereales integrales, frutos secos, semillas, proteínas magras y pescado, se asocia generalmente con un menor riesgo de depresión, mientras que una dieta "poco saludable", dominada por alimentos ultraprocesados, carbohidratos refinados, grasas saturadas, carnes procesadas y dulces, se asocia generalmente con un mayor riesgo".
"Las personas siguen muchos tipos diferentes de dietas por razones de salud o médicas, incluidas aquellas que restringen calorías o nutrientes particulares, y no está claro si estos otros patrones dietéticos podrían estar asociados con un riesgo de síntomas depresivos", añaden.
Para explorar esto más a fondo, se basaron en 28.525 encuestados adultos (14.329 mujeres y 14.196 hombres) de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) de los Estados Unidos para los años 2007-2018 que habían completado el Cuestionario de Salud del Paciente-9 (PHQ-9) para la gravedad de los síntomas depresivos.
En total, 2.508 personas (poco menos del 8%) informaron síntomas depresivos y 7.995 participantes (29 %) tenían un peso saludable; 9.470 (33 %) tenían sobrepeso y 11.060 (38 %) eran obesos.
Los expertos preguntaron a los participantes si estaban siguiendo alguna dieta en particular, ya sea para perder peso o por otros motivos de salud, y, de ser así, cuál de las 9 opciones de dieta establecidas en los 6 ciclos de NHANES estaban siguiendo.
Los patrones dietéticos se clasificaron en cuatro grupos: (1) restrictivos en calorías; (2) restrictivos en nutrientes (bajos en grasas/colesterol, azúcar, sal, fibra o carbohidratos); (3) patrones dietéticos establecidos (adaptados para la diabetes, por ejemplo); y (4) sin dieta.
La mayoría de los participantes (25.009, 87 %) dijeron que no seguían ninguna dieta específica, mientras que 2.026 (8 %) seguían una dieta restrictiva en calorías, 859 (3 %) una dieta restrictiva en nutrientes y 631 (2 %) un patrón dietético establecido.
Al estratificar por sexo, una mayor proporción de hombres (12.772; 90 %) que de mujeres (12.237; 85 %) afirmó no seguir dieta. La restricción calórica fue reportada con mayor frecuencia por los participantes obesos (1.247; 12 %) y aquellos con sobrepeso (594; 8 %), mientras que la restricción de nutrientes y los patrones dietéticos establecidos fueron reportados con menor frecuencia, con la mayor proporción de participantes obesos que seguían patrones dietéticos establecidos (359; 3 %).
Las puntuaciones del PHQ-9 fueron 0,29 puntos más altas en aquellos con dietas restrictivas en calorías que en aquellos que no seguían ninguna dieta específica. Asimismo, fueron más altas entre aquellos que tenían sobrepeso y seguían una dieta restrictiva en calorías: sus puntuaciones PHQ-9 fueron 0,46 puntos más altas, mientras que una dieta restrictiva en nutrientes se asoció con un aumento de 0,61 puntos en las puntuaciones PHQ-9.
Las dietas restrictivas en calorías también se asociaron con puntuaciones más altas de síntomas cognitivos-afectivos (medida de la relación entre pensamientos y sentimientos), mientras que las dietas restrictivas en nutrientes se asociaron con puntuaciones más altas de síntomas somáticos (angustia excesiva y ansiedad acerca de los síntomas físicos).
Estas puntuaciones también variaron según el sexo ya que una dieta restrictiva en nutrientes se asoció con puntuaciones de síntomas cognitivos-afectivos más altas en los hombres que en las mujeres que no hacían dieta, mientras que los tres tipos de dieta se asociaron con puntuaciones de síntomas somáticos más altas en los hombres.
Por otra parte, las personas que viven con obesidad y siguen un patrón dietético establecido tuvieron puntuaciones más altas en síntomas cognitivos-afectivos y somáticos que aquellas con un peso saludable que no siguen una dieta.
Este es un estudio observacional, por lo que no se pueden extraer conclusiones firmes sobre la causalidad. Los investigadores afirman que es posible que "los encuestados no hayan clasificado con precisión sus dietas".
Los hallazgos también contradicen los de estudios publicados previamente que sugieren que las dietas bajas en calorías mejoran los síntomas depresivos. Sin embargo, los expertos explican que esta discrepancia "podría deberse a que los estudios previos fueron principalmente ensayos controlados aleatorizados (ECA) en los que los participantes siguieron dietas cuidadosamente diseñadas que garantizaban una ingesta equilibrada de nutrientes".
"En cambio, las dietas hipocalóricas y la obesidad suelen provocar deficiencias nutricionales (en particular, de proteínas, vitaminas y minerales esenciales) e inducir estrés fisiológico, lo que puede exacerbar la sintomatología depresiva, incluidos los síntomas cognitivo-afectivos. Otra posible explicación podría ser la incapacidad para perder peso o los ciclos de pérdida de peso (perder peso y luego recuperarlo)", sugieren.
Para explicar las discrepancias de género observadas, los científicos señalan que la glucosa y el ácido graso omega-3 son cruciales para la salud cerebral. "Las dietas bajas en carbohidratos (glucosa) o grasas (omega-3) podrían, en teoría, empeorar la función cerebral y exacerbar los síntomas cognitivo-afectivos, especialmente en hombres con mayores necesidades nutricionales".
"Este estudio se suma a la evidencia emergente que vincula los patrones dietéticos y la salud mental, y plantea preguntas importantes sobre si las dietas restrictivas bajas en nutrientes considerados beneficiosos para la salud cognitiva, como los ácidos grasos omega 3 y la vitamina B12, pueden precipitar síntomas depresivos", apuntan.
Sin embargo, advierten que "los tamaños del efecto son pequeños, y existen limitaciones estadísticas adicionales que limitan la generalización de los hallazgos". "Se necesitan más estudios bien diseñados que capturen con precisión la ingesta dietética y minimicen el impacto del azar y los factores de confusión para continuar esta importante línea de investigación".
Varios expertos han reaccionado a este estudio observacional sobre dietas bajas en calorías y síntomas depresivos.
La profesora Stella Chan, titular de la Cátedra Charlie Waller de Tratamiento Psicológico Basado en la Evidencia de la Universidad de Reading, afirma que "este estudio de investigación contribuyó al campo emergente de la psiquiatría nutricional al mostrar una posible relación entre los hábitos alimentarios y la salud mental en adultos estadounidenses. El estudio también proporcionó observaciones adicionales sobre las diferencias individuales por género e IMC".
Sin embargo, aclara que "estas investigaciones deben interpretarse con cautela debido a limitaciones metodológicas. Los hallazgos transversales solo pueden mostrar una asociación, pero no pueden identificar causas. Las personas con depresión podrían ser más propensas a seguir una dieta restrictiva, o que las dietas y la salud mental no tengan una asociación directa, sino que se sustenten en factores de riesgo comunes. Estos hallazgos solo pueden generalizarse a la población general estadounidense, favoreciendo a quienes pudieron y estuvieron dispuestos a completar las medidas pertinentes".
"Las investigaciones futuras deberían ampliar los resultados relevantes de salud mental, como los trastornos alimentarios y la ansiedad, que a menudo coexisten con la depresión, y utilizar medidas más robustas que las medidas autodeclaradas e identificadas sobre los hábitos alimentarios", agrega Chan.
Por otra parte, Susan Jebb, profesora de Dieta y Salud Poblacional de la Universidad de Oxford, indica que "este es un estudio observacional, por lo que la aparente asociación entre las dietas con restricción calórica reportadas y los síntomas de depresión presenta un alto riesgo de confusión debido a otros factores. Datos de mayor calidad provienen de ensayos clínicos controlados donde la evidencia consensuada indica que las intervenciones para bajar de peso producen pequeñas mejoras en los síntomas de depresión".
"Es posible que los beneficios de la pérdida de peso observados durante un ensayo también estén relacionados con el apoyo estructurado ofrecido a los participantes, y es posible que quienes intentan perder peso solos, sin apoyo, experimenten un deterioro de la salud mental. Esto no se ha demostrado específicamente, pero de ser cierto, reforzaría la importancia de brindar acceso a programas estructurados y de apoyo a las personas con obesidad que desean perder peso para mejorar su salud", recalca Jebb.
Para terminar, Naveed Sattar, profesor de Medicina Cardiometabólica y consultor honorario de la Universidad de Glasgow, manifiesta que "este estudio presenta serias limitaciones, ya que es transversal y no permite determinar la relación causa-efecto. La causalidad inversa podría influir, ya que las personas que consideran estas dietas podrían hacerlo por otras razones en sus vidas que les llevan a aumentar de peso".
"En un ensayo aleatorizado sobre dietas bajas en calorías en personas con diabetes tipo 2, la calidad de vida mejoró significativamente en comparación con la ausencia de intervención, mientras que la misma intervención baja en calorías en personas con COVID persistente no observó ningún impacto adverso en los síntomas depresivos, sino un posible beneficio en la puntuación de la Escala de Ansiedad y Depresión Hospitalaria (HADS) a los 6 meses", añade Sattar.