Nuestros procesos metabólicos difieren según la hora del día y, de hecho, muchos de ellos son más activos por la mañana que por la noche. Aunque los estudios demuestran que comer tarde se asocia con un mayor riesgo de obesidad y enfermedades cardiovasculares, se sabe poco sobre cómo la hora de comer afecta el metabolismo de la glucosa y en qué medida esto está determinado genéticamente.
El sistema circadiano es un sistema de control temporal jerárquico de 24 horas en el cuerpo que regula el comportamiento y el metabolismo mediante un reloj central en el cerebro y relojes periféricos en órganos como el hígado o el páncreas. Como resultado, nuestros procesos metabólicos difieren según la hora a la que comemos, lo que provoca fluctuaciones diurnas en el metabolismo de la glucosa y la liberación de hormonas después de comer.
Así, la ingesta de alimentos actúa como un importante temporizador que sincroniza nuestros relojes internos. Desvincular las comidas del ritmo natural de luz y oscuridad, por ejemplo, al trabajar de noche, puede provocar un trastorno del reloj interno y cambios metabólicos negativos.
Estudios previos han demostrado que comer tarde por la noche se asocia con un mayor riesgo de obesidad y enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, se sabe poco sobre cómo el horario de ingesta de alimentos interactúa con el ritmo circadiano individual y, por lo tanto, influye en el metabolismo de la glucosa y el riesgo de diabetes. Tampoco está claro qué mecanismos determinan el comportamiento alimentario individual, ya que depende de la interacción de factores culturales, personales, fisiológicos y genéticos.
Ante este panorama, Olga Ramich, del Instituto Alemán de Nutrición Humana de Potsdam-Rehbrücke, ha investigado junto a su equipo cómo el horario de ingesta de alimentos a lo largo del día se asocia con el metabolismo de la glucosa y la sensibilidad a la insulina. Ramich, quien también investiga en el Centro Alemán para la Investigación de la Diabetes (DZD), se puso como objetivo descubrir los parámetros genéticos y ambientales que influyen en los hábitos alimentarios individuales.
Para ello, su equipo utilizó datos del estudio NUtriGenomics Analysis in Twins, en el que participaron 46 parejas de gemelos idénticos y fraternos sin diabetes. Los sujetos de prueba mantuvieron un registro de las horas y cantidades de comida durante cinco días. Además, los científicos determinaron el ritmo de sueño-vigilia individual (cronotipo) de los participantes y realizaron diversas pruebas metabólicas, como una prueba de carga de glucosa en sangre. También determinaron el ritmo circadiano de las comidas, es decir, cuándo come cada persona durante el día, en comparación con su ritmo circadiano biológico individual, en lugar de la hora específica del día.
Un parámetro importante que determinaron los científicos fue el punto medio calórico circadiano (CCM, por sus siglas en inglés) de los sujetos de prueba. Conviene explicar que el punto medio calórico circadiano describe el momento del día en el que se consume el 50 % de las calorías diarias. Por lo tanto, un punto medio calórico circadiano más tardío significa que una persona come principalmente más tarde, en relación con su cronotipo individual.
“Las personas que consumían sus principales calorías más temprano tenían una mejor sensibilidad a la insulina”, explica Ramich. “Por otro lado, los sujetos que consumían sus principales calorías más tarde mostraron una menor sensibilidad a la insulina, lo que se asocia con un mayor riesgo de diabetes tipo 2”. Además, los sujetos presentaban un índice de masa corporal más alto y una mayor circunferencia de cintura.
Para investigar la influencia de los genes en los horarios de las comidas, los investigadores compararon el comportamiento alimentario de gemelos idénticos (100 % de genes idénticos) con el de gemelos fraternos (aproximadamente el 50 % de genes idénticos). Mediante modelos matemáticos especiales, pudieron estimar hasta qué punto el horario de las comidas puede atribuirse a los genes, al entorno compartido o a las experiencias individuales.
El estudio muestra, por tanto, que diversos parámetros del patrón alimentario diario se ven afectados por nuestros genes hasta en un 60 %.
La conclusión de este estudio es que la nutrición personalizada requiere nuevos enfoques. Adelantar la ingesta calórica principal a horarios circadianos podría mejorar el metabolismo de la glucosa y proteger contra la diabetes tipo 2 y la obesidad. “Sin embargo, dado que los horarios de las comidas son, en parte, hereditarios, a algunas personas les puede resultar difícil cambiar sus hábitos”, señala Ramich antes de rematar que “se necesitan más estudios de validación y ensayos clínicos para comprender mejor la eficacia de las intervenciones basadas en los horarios de las comidas”.