La deshidratación es prevalente entre los adultos de 65 años o más. Las personas mayores de 50 años tienen significativamente menos probabilidades de cumplir con la ingesta adecuada de líquidos que sus contrapartes más jóvenes. Las encuestas a gran escala indican sistemáticamente que una proporción significativa de adultos mayores no cumplen con los niveles recomendados de ingesta de líquidos. En un análisis multipaís que incluyó a 16.276 participantes de 13 países, aproximadamente el 50% informó una ingesta inadecuada de líquidos, y los adultos mayores se vieron particularmente afectados.
La deshidratación durante la hospitalización se ha relacionado con una mayor morbilidad y mortalidad, estancias hospitalarias más prolongadas y una mayor discapacidad asociada al hospital desde el inicio hasta los 3 meses posteriores al alta. De hecho, los adultos mayores que presentaban neumonía y deshidratación tenían dos veces más probabilidades de morir dentro de los 6 a 12 meses posteriores a la neumonía.
Teniendo en cuenta estos aspectos, una nueva investigación analizó los factores que contribuyen a la deshidratación en adultos mayores, cómo se mide la hidratación y las estrategias para mejorar el estado de hidratación.
Una causa común de la baja ingesta de líquidos con el envejecimiento es la disminución de la sed. El reflejo de la sed se debe a una caída de la presión osmótica y en este sentido, los adultos mayores pueden tener un umbral osmótico más alto que disminuye su sensación de sed. La principal recomendación de los autores es “aumentar el consumo de líquidos, independientemente de la sed”.
Otras causas de la baja ingesta de líquidos incluyen la movilidad y la visión (que pueden restringir el acceso a los líquidos), cambios cognitivos como la demencia, la depresión y la soledad, el miedo a la incontinencia, enfermedades y el uso de medicamentos.
El nuevo estudio describe diferentes estrategias para promover la hidratación en adultos mayores en diferentes entornos. La identificación e intervención tempranas son consideradas esenciales ya que la deshidratación es en gran medida reversible cuando se aborda de manera eficaz y rápida.
La dieta juega un papel vital en el mantenimiento de una hidratación adecuada, particularmente para adultos mayores que pueden tener una percepción disminuida de la sed o limitaciones físicas que afecten la ingesta de líquidos.
“Consumir alimentos con alto contenido de agua como sandía, pepinos, apio, lechuga, calabacín/calabaza de verano, espinacas o fresas, todos los cuales tienen más del 90% de contenido de agua, puede contribuir significativamente a las necesidades diarias de líquidos, lo que los convierte en excelentes opciones para apoyar la hidratación y beneficiar a las personas que pueden tener dificultades para consumir líquidos adecuados durante el día a través de la nutrición”, explican los investigadores.
Por el contrario, mencionan que los alimentos altos en sodio, salados o muy procesados pueden exacerbar la deshidratación al alterar el equilibrio de líquidos y electrolitos. Por lo tanto, sugieren “mantener una dieta baja en sodio y rica en alimentos hidratantes es esencial, particularmente para las poblaciones vulnerables”.
De acuerdo con los catedráticos, se deben priorizar las “estrategias de hidratación proactiva sobre la ingesta reactiva basada en señales de sed”. “Se anima a los adultos mayores a consumir líquidos de forma constante a lo largo del día en lugar de grandes cantidades de una sola vez, ya que la distensión gástrica puede reducir rápidamente la sensación de sed”.
La Junta de Alimentos y Nutrición del Instituto de Medicina recomienda una ingesta diaria total de agua de 3,7 L (15 tazas) (incluyendo agua en alimentos y bebidas) para hombres de 19 a >70 años y 2,7 L (11 tazas) por día para mujeres. En este sentido, aclaran que “la ingesta de líquidos no se refiere únicamente al agua”.
De hecho, muchas bebidas pueden reponer el agua corporal de forma similar al agua, como las bebidas de cola, el té y las bebidas deportivas, así como diferentes variedades de leche. Ingredientes adicionales, como carbohidratos, electrolitos y aminoácidos, pueden incluso “facilitar una mejor absorción de agua”.
Las SRO (que contienen azúcar, electrolitos y agua) pueden ofrecer mayores beneficios que el agua sola para los adultos mayores deshidratados debido a una enfermedad. Respecto a esto, uno de los estudios incluidos por los autores, investigó formulaciones avanzadas de SRO enriquecidas con posbióticos, que pueden ayudar a reducir la inflamación intestinal durante episodios de diarrea en adultos mayores
Los hallazgos sugieren que “los profesionales sanitarios deben fomentar la ingesta regular de líquidos en los adultos mayores para favorecer un funcionamiento fisiológico óptimo”. Para ello, la educación debe hacer hincapié en comenzar el día con agua y mantener la hidratación durante todo el día. Para promover una hidratación adecuada, se debe “fomentar la ingesta constante de líquidos, incluyendo ofrecer agua con las comidas, entre comidas y durante la administración de medicamentos”.
Dado que muchos adultos mayores limitan la ingesta de líquidos por la noche para evitar la incontinencia nocturna, consideran importante educar a los cuidadores familiares sobre estrategias de hidratación. También es importante evaluar los hábitos de hidratación individuales, ya que las barreras psicológicas pueden influir en la ingesta de líquidos. “Los recordatorios, incluidas las aplicaciones móviles, pueden ayudar a promover el consumo regular de líquidos”, señalan los autores.
El Colegio Americano de Medicina Deportiva, la Academia de Nutrición y Dietética y los Dietistas de Canadá han hecho recomendaciones conjuntas sobre cómo las personas deben hidratarse antes, durante y después de la actividad. Por ejemplo, después de la actividad física, destacan que es importante “rehidratarse reponiendo líquidos y electrolitos”. “Una pauta general es beber aproximadamente 1,5 veces la cantidad de líquido perdido durante el ejercicio; el seguimiento del peso antes y después puede ayudar a estimar esta pérdida”.
Los electrolitos como el sodio, potasio, magnesio y cloruro juegan un papel crucial en el mantenimiento del equilibrio de líquidos y la retención en el cuerpo. Las bebidas ricas en electrolitos son particularmente importantes durante la actividad física prolongada o en ambientes calurosos donde ocurre una pérdida significativa de sudor. Los investigadores recomiendan que “las bebidas deportivas se deben priorizar sobre los jugos de frutas y bebidas altas en azúcar para este propósito”.
Asimismo, explican que pequeñas cantidades de carbohidratos, como la glucosa, se incluyen en soluciones de hidratación como las bebidas deportivas para proporcionar energía, mejorar la absorción de agua y electrolitos y agregar sabor para alentar el consumo voluntario de alcohol. “Las bebidas deportivas típicas contienen aproximadamente entre un 6 % y un 8 % de carbohidratos en solución, que incluyen glucosa, fructosa, sacarosa y maltodextrina que se digiere rápidamente, lo cual es ideal para el rendimiento de resistencia y la hidratación”, indican.
En resumen, a medida que se envejece, la cantidad total de agua corporal y la sed disminuyen, lo que resulta en un menor deseo de rehidratarse; la absorción de agua y nutrientes cambia, y la capacidad para regular los niveles de agua y sodio disminuye a medida que la orina se vuelve más diluida. La deshidratación en el envejecimiento puede afectar considerablemente la calidad de vida, provocando cambios en las funciones cognitivas y físicas, lo que puede provocar problemas de salud o enfermedades. A pesar de este conocimiento, la deshidratación sigue siendo prevalente entre los adultos mayores.
En base a los resultados, los expertos concluyen que “se debe animar a las personas a autocontrolar regularmente su estado de hidratación utilizando métodos sencillos en casa, como el seguimiento de los cambios de peso corporal, el control de la producción de orina y la observación del color de esta”. “En conjunto, estas prácticas pueden ayudar a reducir los riesgos para la salud a largo plazo y promover una mejor calidad de vida durante el proceso de envejecimiento”.