La nutrición tiene un papel fundamental en la salud humana, comenzando antes de la concepción y continuando durante toda la vida. El embarazo, la infancia y la adolescencia son fases cruciales en la maduración humana, que requieren dietas bien equilibradas que promuevan el bienestar individual y la sostenibilidad ambiental. En este marco, las proteínas son nutrientes críticos para el crecimiento, el desarrollo, el mantenimiento, la reproducción, la función inmunológica y la salud general, especialmente en niños y adolescentes.
Las proteínas dietéticas proporcionan nitrógeno y aminoácidos (AA) indispensables para sintetizar proteínas, otros compuestos que contienen nitrógeno y varias rutas metabólicas. Sirven como precursores de compuestos activos como neurotransmisores, glutatión, hemo y creatina. Desempeñan un papel vital en la síntesis y función de músculos y órganos, en la producción de enzimas y hormonas, y en el apoyo a la inmunidad natural de los organismos vivos.
Aunque el cuerpo humano puede sintetizar AA prescindibles (DAA: alanina, arginina, asparagina, ácido aspártico, cisteína, glutamina, ácido glutámico, glicina, prolina, serina y tirosina), también conocidos como AA proteinogénicos, no puede producir los indispensables (IAA: histidina, isoleucina, leucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, triptófano y valina); estos deben obtenerse exclusivamente a través de la ingesta de proteínas en la dieta.
Sin embargo, varios DAA, como la arginina, la cisteína, la glutamina, la glicina, la prolina y la tirosina, pueden convertirse en IAA condicionales para poblaciones en riesgo (lactantes, niños, adolescentes, mujeres embarazadas y lactantes y ancianos); por ejemplo, los bebés prematuros necesitan un suministro adecuado para contrarrestar su síntesis insuficiente.
Considerando esto, las proteínas vegetales (PBP, por sus siglas en inglés) pueden ofrecer un perfil de AA menos completo que las proteínas animales (ABP, por sus siglas en inglés) debido a su menor digestibilidad y a las deficiencias de AA que varían según la fuente. Si bien estas diferencias pueden ser menos significativas en adultos, son cruciales para la población pediátrica debido a sus necesidades específicas.
Al evaluar la ingesta de proteínas en la población pediátrica, los factores críticos son la calidad de la proteína, la cantidad, el perfil de AA y si la ingesta cumple con los requisitos específicos de nitrógeno e IAA durante estados fisiológicos específicos en el desarrollo infantil.
De esta manera, una nueva revisión sistemática en la que participaron Marlene Fabiola Escobedo Monge y José Manuel Marugán-Miguelsanz de la Universidad de Valladolid; Joaquín Parodi-Román de la Universidad de Cádiz y María Antonieta Escobedo Monge de la Universidad de Burgos, se propuso recopilar los hallazgos más recientes sobre las fuentes de proteínas y su valor biológico relacionado con el crecimiento y desarrollo de niños y adolescentes.
Luego de evaluar la bibliografía existente, los autores comentan que “si bien una ingesta adecuada de proteínas es esencial para el desarrollo físico y cognitivo en personas menores de 19 años, una ingesta excesiva puede acelerar el crecimiento y aumentar los riesgos a largo plazo de sobrepeso y obesidad”.
“En comparación con las proteínas de origen animal (ABP), las proteínas de origen vegetal (PBP) conllevan un mayor riesgo de deficiencias nutricionales en poblaciones vulnerables debido a su menor digestibilidad y perfiles incompletos de aminoácidos”, destacan. “Si bien las dietas basadas en plantas se fomentan por razones ambientales, en particular para reducir el impacto ecológico de la ganadería, la ingesta de proteínas debe seguir siendo apropiada para la edad, el sexo, el estado de salud y el contexto”.
De esta manera, enfatizan que “las estrategias nutricionales deben garantizar un aporte adecuado de aminoácidos esenciales y una suplementación adecuada de micronutrientes, independientemente de si los niños siguen dietas ricas en ABP, PBP o una combinación de ambos”.
De acuerdo con lo presentado en el nuevo trabajo, confiar únicamente en las métricas tradicionales de calidad proteica, como el PDCAAS, es “cada vez más insuficiente”, ya que no logra capturar completamente la complejidad de los patrones nutricionales humanos, en particular las diversas combinaciones de proteínas consumidas en las comidas. Por el contrario, señalan que el DIAAS ofrece una “evaluación más precisa al tener en cuenta la digestibilidad ileal de los AIA”.
“Un contenido inadecuado de IAA puede limitar la síntesis de proteínas, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y adolescentes. Por lo tanto, esto resalta la necesidad urgente de un sistema refinado de evaluación de la calidad de las proteínas que refleje no solo el origen (animal o vegetal) sino también los efectos sinérgicos de las fuentes mixtas de proteínas dietéticas. Sin un enfoque tan matizado, las recomendaciones nutricionales corren el riesgo de ser demasiado simplificadas o nutricionalmente insuficientes”, sugieren los expertos.
Por lo general, se aconseja a los niños consumir entre 0,95 y 1,3 g de proteína por kilogramo de peso corporal al día, dependiendo de la edad y las necesidades individuales. Sin embargo, en muchos países desarrollados, los niños y adolescentes a menudo consumen proteínas en niveles dos o tres veces superiores a la RDA. Este exceso plantea inquietudes sobre las posibles implicaciones para la salud a largo plazo, que aún no se comprenden por completo y pueden implicar tanto beneficios como riesgos.
En este sentido, los autores plantean que “una ingesta excesiva puede perjudicar la función renal, en particular en personas con afecciones renales preexistentes”. Además, señalan que en entornos de altos recursos y entre poblaciones adineradas, han surgido preocupaciones por el consumo excesivo de alimentos de origen animal (carne, lácteos y huevos), que se relacionan con un mayor riesgo de enfermedades crónicas no trasmisibles (obesidad, hipertensión, diabetes 2, cáncer, entre otras).
Sin embargo, advierten que “invocar estas preocupaciones como justificación para limitar la ingesta de alimentos de origen animal en países de ingresos bajos y medios, comunidades marginadas o poblaciones nutricionalmente vulnerables (especialmente durante el período de alimentación complementaria) es científicamente defectuoso y éticamente problemático”. “Las restricciones generales o las recomendaciones para reducir la ingesta de alimentos de origen animal en estos contextos corren el riesgo de exacerbar los déficits nutricionales y las disparidades en la salud existentes”.
De esta manera, en entornos de escasos recursos, donde las deficiencias de micronutrientes están generalizadas, los alimentos de origen animal desempeñan un papel fundamental para satisfacer los requerimientos de nutrientes esenciales (como proteínas de alta calidad, zinc y hierro biodisponible), en particular para lactantes y niños pequeños, que pueden carecer de acceso a la lactancia materna exclusiva. “Para estas poblaciones, los alimentos de origen animal no son opcionales; son indispensables”, resaltan.
Según el reciente trabajo, las proteínas de origen vegetal (PBP) tienen el potencial de servir como alternativas viables a las proteínas de origen animal (ABP), siempre que “los nuevos complejos de PBP con propiedades mejoradas utilicen estrategias de procesamiento avanzadas”. Los enfoques emergentes, como la combinación de tecnologías de interacción proteína-proteína para mejorar las propiedades funcionales con técnicas de fermentación o germinación para mejorar la calidad nutricional, son “prometedores”.
Sin embargo, aclaran que “los alimentos actuales basados en PBP aún presentan inconvenientes significativos, como la presencia de alérgenos y compuestos con sabor desagradable, que comprometen tanto el atractivo sensorial como la seguridad, lo que limita su aplicación más amplia en la industria alimentaria”.
En resumen, las proteínas animales suelen tener un mayor valor biológico gracias a sus perfiles completos de aminoácidos. Sin embargo, las proteínas vegetales también pueden contribuir a un crecimiento saludable si se seleccionan y combinan cuidadosamente. Si bien se fomenta la transición a dietas vegetales para reducir el impacto ambiental de la ganadería en todo el mundo, los expertos destacan como fundamental “garantizar que cada individuo reciba una cantidad adecuada de proteínas según sus características específicas, como la edad, el sexo, el estado de salud, las enfermedades y los factores socioculturales”.
“Es indispensable que la población pediátrica obtenga los nueve aminoácidos esenciales y reciba una suplementación adecuada de vitaminas y minerales, según si sigue una dieta animal, vegetal o mixta”.
En base a los hallazgos, concluyen que “las estrategias de salud pública deben ser específicas para cada contexto, priorizando la adecuación nutricional y la equidad por encima de las ideologías alimentarias generalizadas”. “Ignorar las realidades socioeconómicas y nutricionales conlleva el riesgo de implementar políticas erróneas que pueden causar más daño que beneficio”.