Un grupo liderado por la investigadora y catedrática de la Universidad de Murcia, y vicepresidenta de la Sociedad Española de Nutrición (SEÑ), Elvira Larqué, ha encontrado que la suplementación materna con ciertos tipos de grasas durante la gestación y la lactancia no solo optimiza la absorción intestinal de nutrientes esenciales para el cerebro, como el ácido docosahexaenoico (DHA), sino que también influye en la expresión génica del cerebro de la descendencia. Este estudio revela una potencial estrategia para mejorar el neurodesarrollo de los recién nacidos.
El DHA es un ácido graso omega-3 esencial para el desarrollo del cerebro y la visión en las primeras etapas de vida. Durante la gestación y la lactancia, el feto y el recién nacido dependen casi exclusivamente del aporte materno para obtener este nutriente. Sin embargo, muchas mujeres en países occidentales no alcanzan las ingestas recomendadas de DHA, lo que podría afectar negativamente al desarrollo de sus hijos.
En este contexto, surge la pregunta de si sería beneficioso suplementar la dieta materna con matrices lipídicas, con combinaciones específicas de grasas diseñadas para facilitar la absorción de nutrientes clave como el DHA. No obstante, la eficacia de las diferentes formulaciones de matrices lipídicas sigue siendo incierta, sobre todo en el contexto de la gestación y la lactancia.
Para dar respuesta a esta cuestión, los autores Valentina Origüela, Antonio Gázquez, María José López-Andreo y Elvira Larqué de la Universidad de Murcia, y los compañeros Pilar Bueno-Vargas, Mustafa Vurma, José M. López-Pedrosa, Brian J. Leyshon, Matthew Kuchan y Jia Pei Chan, analizaron el impacto de diferentes matrices lipídicas empleando como modelo a una rata. Los animales gestantes se dividieron en tres grupos: el primero recibió una dieta estándar (control) con DHA; el segundo, una dieta con la misma cantidad de DHA pero enriquecida con monoglicéridos, diglicéridos y fosfolípidos derivados de soja; y el tercero, una dieta con la misma grasa que la anterior, pero adicionados fosfolípidos procedentes de la leche. Todas las dietas contenían la misma cantidad de DHA.
Determinaron la absorción de grasas en la dieta materna, así como el perfil de ácidos grasos (AG) de las crías tanto en muestras de plasma como de cerebro al nacer y en las crías a los 14 días posnatales. Además, se realizó un análisis de microarrays para caracterizar la expresión genética cerebral de las crías.
Las madres que consumieron las matrices lipídicas, especialmente las que incluían la matriz más completa con fosfolípidos de la leche, consiguieron una mayor absorción intestinal de grasa y DHA. Aunque los fetos no mostraron diferencias en el contenido de DHA en plasma, sí se observó un aumento significativo de DHA en el cerebro en comparación con el grupo control. Tras la lactancia, a los 14 días de edad, las crías también consiguieron una mayor concentración de DHA, tanto en plasma como en cerebro.
Este incremento de DHA impactó tanto a los cerebros de los fetos, favoreciendo procesos sinápticos y de desarrollo neuronal, como a los de las crías lactantes de 14 días de edad, modificando procesos relacionados con la detoxificación.
Aunque los resultados de este estudio son prometedores, aún queda mucho por explorar, como los efectos en áreas específicas del cerebro y su impacto a largo plazo en el comportamiento, el aprendizaje y el neurodesarrollo. “Debido a la complejidad del transcriptoma cerebral y sus interminables redes moleculares, es un desafío determinar el efecto biológico resultante de las dietas con matrices lipídicas”, explica Valentina Origüela, primera autora de la publicación.
Este nuevo enfoque de análisis de la nutrición perinatal podría transformar las estrategias de salud materno-infantil, ofreciendo nuevas oportunidades para garantizar el mejor inicio posible en la vida.