La salud del cerebro humano es un área importante de preocupación entre la comunidad médica, de investigación y el público dado que la población envejece con una mayor incidencia de enfermedades neurocognitivas.
Se ha demostrado que las intervenciones establecidas apoyan la salud del cerebro antes de la aparición de un trastorno neurocognitivo como la enfermedad de Alzheimer, no solo disminuyendo la exposición a factores de riesgo sino también a través de cambios puntuales en el estilo de vida.
La dieta Mediterránea-DASH Intervención para el Retraso Neurodegenerativo (MIND) combina recomendaciones de ambos patrones y se ha demostrado que reduce el deterioro cognitivo con la edad.
La evidencia también apoya la restricción calórica (RC) en general por tener efectos positivos en la salud cerebral, aunque esto es difícil de mantener a largo plazo, así como inadecuado para individuos con IMC bajo preexistente o masa muscular.
Sin embargo, la mayoría de los estudios sobre modificación dietética se han realizado en poblaciones antes del desarrollo de enfermedad neurocognitiva manifiesta. En personas afectadas por trastornos neurocognitivos, particularmente enfermedad de Alzheimer, se han promulgado algunos estudios sobre dietas intervencionistas que apuntan a moderar el deterioro cognitivo durante el curso de la enfermedad. Por ejemplo, hay evidencia creciente sobre los efectos neuroprotectores de los cuerpos cetónicos.
Ha crecido el interés en el ayuno intermitente (AI) como una posible intervención en el estilo de vida para promover la salud cerebral y ralentizar el deterioro cognitivo. Se ha demostrado que el AI aumenta los niveles de cetonas circulantes a niveles más altos que la RC, lo que respalda su potencial de neuroprotección.
A medida que surge más investigación, la pregunta es si el AI puede integrarse en las recomendaciones de estilo de vida existentes para apoyar aún más la función cognitiva frente al deterioro.
En este contexto, una reciente investigación analizo el ayuno intermitente (AI) en relación con la neuroplasticidad, la inflamación y los trastornos neurocognitivos. En lugar de examinar el AI como una estrategia preventiva, evaluó su potencial como un enfoque terapéutico para mitigar los síntomas existentes y mejorar la función cerebral en el contexto de los trastornos neurocognitivos tempranos a avanzados.
Para esto, realizaron una búsqueda bibliográfica exhaustiva para identificar estudios relevantes que exploraran la relación entre el ayuno intermitente y la salud neurocognitiva.
El envejecimiento se asocia con cambios en la expresión génica que aumentan las respuestas inflamatorias y de estrés mientras disminuyen el recambio proteico y los factores de crecimiento y tróficos.
En este contexto, señalan que la restricción calórica contrarresta directamente muchos de dichos procesos al disminuir la respuesta al estrés y aumentar los factores de crecimiento/tróficos, la síntesis de ADN y la modulación inmunitaria que suprime los genes inflamatorios.
“A través de la disminución del estrés oxidativo y la inflamación, la restricción calórica proporciona un mecanismo de protección contra el estado proinflamatorio y los trastornos neurocognitivos vinculados al envejecimiento”, mencionan los autores del trabajo.
Parte del deterioro de la cognición con la edad y con el trastorno neurocognitivo puede deberse al deterioro del metabolismo de la glucosa. Explican que “el cambio metabólico a cetogénesis que ocurre durante el ayuno puede beneficiar la salud cerebral al proporcionar fuentes de energía alternativas”.
Diferentes estudios consultados por los expertos muestran que el ayuno intermitente puede desempeñar un papel en la “reducción de la neuroinflamación a través de diversas vías, lo que propone además al AI como una estrategia para la modulación de la enfermedad neurocognitiva”.
“El IF se ha estudiado en varios modelos de enfermedad neurocognitiva y muestra potencial como una intervención de estilo de vida para estos trastornos”, destacan.
La neuroinflamación está fuertemente asociada con trastornos cognitivos, como la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson. Como se demostró en estudios con ratones sobre hemorragia intracerebral y dieta alta en grasas, “el ayuno intermitente parece desempeñar un papel importante en la disminución de la inflamación, tanto a nivel molecular como macro”, explican. Esto último, refuerza su potencial papel en la mitigación del deterioro neurocognitivo.
Estudios preclínicos incluidos en la revisión demuestran que el AI mejora la neurogénesis hipocampal y la plasticidad sináptica mediante mecanismos que promueven el crecimiento y la resiliencia neuronal.
A pesar de estos prometedores hallazgos, la traducción de los resultados preclínicos a aplicaciones humanas sigue siendo un área de exploración activa. Los estudios en humanos sobre el ayuno intermitente y la neurocognición son limitados, y muchos se centran en marcadores indirectos como el estrés oxidativo o la sensibilidad a la insulina, en lugar de en medidas directas de los resultados cognitivos.
Estas deficiencias subrayan la necesidad de ensayos controlados aleatorizados más amplios que evalúen protocolos de ayuno intermitente estandarizados y evalúen los resultados directamente relacionados con las trayectorias cognitivas y la independencia funcional.
En resumen, los hallazgos actuales resaltan el potencial terapéutico del AI para personas con deterioro cognitivo preexistente. Si bien los estudios preclínicos proporcionan evidencia sólida de mecanismos neuroprotectores, los estudios en humanos siguen siendo escasos y requieren estandarización.
“Se requiere mayor investigación clínica para confirmar la seguridad y eficacia a largo plazo y para perfeccionar los protocolos de IF para una aplicación clínica más amplia”, concluye el estudio.