Un estudio exploratorio reciente publicado en eGastroenterology busco examinar si la restricción de la variedad de alimentos podía inducir la convergencia de la microbiota intestinal en los individuos. Sorprendentemente, si bien las dietas de los participantes se volvieron casi idénticas, sus microbiomas no lo hicieron. Esto destaca la importancia de las respuestas individualizadas y subraya las limitaciones de los enfoques universales en las intervenciones dietéticas dirigidas a la microbiota.
El estudio de 21 días realizó un seguimiento de 18 adultos sanos y se estructuró en tres fases: una fase inicial de 7 días con dietas habituales, una fase de intervención de 6 días en la que los participantes consumieron únicamente copos de avena, leche entera y agua sin gas, y una fase de seguimiento de 8 días en la que reanudaron sus dietas habituales.
Se recogieron muestras de heces diarias y se extrajeron muestras de sangre semanales, lo que permitió la elaboración de perfiles cuantitativos del microbioma mediante la secuenciación del gen ARNr 16S y la citometría de flujo. Los participantes también mantuvieron diarios de alimentación detallados, lo que permitió a los investigadores vincular la ingesta dietética con los resultados microbianos y metabólicos. Cabe destacar que el análisis del microbioma tuvo en cuenta el retraso estimado de 2 días entre la ingestión y la egestión, lo que mejoró la precisión de los datos.
La intervención redujo significativamente la diversidad de la ingesta alimentaria. El análisis confirmó una marcada disminución de la variación dietética durante la fase de 6 días basada únicamente en avena. De hecho, la ingesta de macronutrientes también disminuyó, con una reducción del 31,5 % en las calorías y una disminución significativa en el consumo de grasas, proteínas y carbohidratos. Curiosamente, la ingesta de fibra aumentó gracias a la dieta a base de avena.
Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio fue la falta de convergencia interindividual en la microbiota intestinal. En lugar de asemejarse, los perfiles del microbioma se mantuvieron distintos y, en algunos casos, se volvieron aún más divergentes. El tamaño del efecto (TE) de la intervención dietética sobre la variación del microbioma a nivel de género fue del 3,4 %, pero con un rango interindividual sorprendente (1,67-16,42 %).
Esto contradice la idea, arraigada, de que un aporte dietético uniforme produce resultados microbianos uniformes y respalda la idea de que factores específicos del huésped, como la genética, la microbiota basal y la capacidad metabólica, dominan las respuestas a la modulación dietética.
Se observó un cambio notable en la estructura de la comunidad microbiana ya que la prevalencia del enterotipo Bacteroides2 (Bact2), frecuentemente asociado con disbiosis, aumentó significativamente durante la intervención, mientras que la comunidad Bacteroides1 (Bact1), más estable, disminuyó. Estos cambios se revirtieron después de que los participantes reanudaran sus dietas habituales.
El predominio de Bact2 coincidió con una marcada disminución de Faecalibacterium, un género productor de butirato conocido por sus propiedades antiinflamatorias. Dada su asociación con una menor diversidad microbiana y estados inflamatorios, “el aumento transitorio de Bact2 plantea inquietudes sobre los efectos en la salud de estas dietas restrictivas”, mencionan los expertos.
La carga microbiana fecal se redujo en más del 30 % durante la intervención, sin cambios en la humedad ni el tiempo de tránsito fecal. Esto concuerda con la reducción de la ingesta calórica observada y coincide con hallazgos previos que muestran una disminución de la biomasa bacteriana bajo restricción calórica. Además, la diversidad general del microbioma, medida mediante el índice de Shannon, disminuyó significativamente durante la intervención, un patrón que se correlaciona con ecosistemas microbianos menos maduros y resilientes.
A pesar de las tendencias a nivel de grupo, los individuos respondieron de forma muy diferente a la misma dieta. Algunos mostraron cambios marcados en la composición microbiana, mientras que otros se mantuvieron relativamente estables.
Los autores intentaron identificar factores predictivos, como el género o la diversidad de la microbiota basal, pero no se identificaron predictores claros tras la corrección por múltiples pruebas. Esta imprevisibilidad refuerza la complejidad de las interacciones entre el huésped y la microbiota y sugiere que “los rasgos personales, más que solo la dieta, impulsan los cambios microbianos”.
Los hallazgos de este estudio desafían la creencia intuitiva de que la simplificación de la dieta debería conducir naturalmente a la convergencia en las comunidades microbianas. En cambio, ilustran “la resiliencia de la microbiota individual y la importancia de los estados microbianos preexistentes en la configuración de las respuestas a los cambios ambientales”.
Los expertos destacan las dietas personalizadas por encima de las prescripciones universales ya que incluso en condiciones dietéticas estrictamente controladas, las personas muestran respuestas microbianas únicas. “Las intervenciones futuras deben considerar evaluaciones basales personalizadas para guiar las recomendaciones dietéticas”, sugieren.
Por otra parte, advierten sobre el uso de enterotipos como biomarcadores dado que “si bien Bact2 se ha relacionado con disbiosis y enfermedades, su aparición transitoria en individuos sanos sugiere precaución al interpretar los enterotipos como marcadores fijos o patológicos.
Los investigadores van más allá de las calorías y los macronutrientes ya que sus hallazgos respaldan el concepto de "maduración sucesiva" del microbioma, donde el desarrollo microbiano está determinado no solo por la ingesta de nutrientes, sino también por la diversidad de sustratos y el tiempo de tránsito. “Estos factores pueden ser tan importantes como el contenido calórico en la configuración de la salud intestinal”, resaltan.
En conclusión, los resultados sugieren que incluso reducciones radicales en la diversidad dietética no necesariamente generan uniformidad en la microbiota intestinal. En cambio, el microbioma humano exhibe "resiliencia e individualidad", regidas por dinámicas complejas entre el huésped y el microbioma.
Si bien la convergencia dietética aumentó la prevalencia de un tipo de comunidad potencialmente disbiótico y redujo la diversidad microbiana, el efecto general fue moderado y muy variable entre individuos. “Estos conocimientos son esenciales para el diseño de futuras intervenciones dirigidas al microbioma, que deben considerar la variabilidad individual y el contexto ecológico”, rematan.