A finales de los 90 y principios de los 2000, era difícil ver la televisión o hojear una revista sin ver a una celebridad luciendo un esponjoso bigote blanco. La publicidad de la industria láctea, especialmente las famosas campañas de "¿Tienes leche?", ayudó a consolidar la idea de que la leche de vaca es sinónimo de salud, crecimiento y huesos fuertes. No es de extrañar que muchos padres sigan asumiendo que sus hijos necesitan leche para desarrollarse plenamente.
Pero, ¿de verdad necesitan los niños beber leche de vaca? En resumen: puede ser una buena fuente de nutrientes para los niños en crecimiento, pero no es la única manera de que obtengan el calcio, la vitamina D y otros nutrientes esenciales que necesitan, y un exceso de leche puede ser más perjudicial que beneficioso.
“La mayoría de los cuidadores que atendemos en la clínica creen que los niños necesitan leche”, confirma la Dra. Joy Elion, pediatra de la Universidad de Medicina de Chicago. “La leche (materna o de fórmula) es la principal fuente de nutrición de los bebés hasta que cumplen un año, por lo que es natural pensar que sigue siendo necesaria después de esa edad”.
Esta lógica gradual se ha visto complementada y consolidada por décadas de marketing agresivo y subsidios gubernamentales que lograron convertir la idea de que «leche = nutrición esencial» en una creencia popular. Desde los comedores escolares hasta las redes sociales, la leche está estrechamente vinculada a los niños en el imaginario estadounidense.
Elion no niega que la leche merezca al menos parte de su buena reputación. Es una opción práctica y rica en calorías para los niños pequeños y una fuente de nutrientes que el cuerpo puede utilizar para el desarrollo cerebral, la reparación de tejidos y el fortalecimiento de los huesos y dientes.
“Es una excelente fuente integral de grasas, proteínas, calcio y vitamina D, todos importantes en la dieta infantil”, afirma. “Después del primer año de vida, suelo recomendar la transición de la fórmula a 473-680 ml de leche entera de vaca al día, y luego a leche baja en grasa o descremada para los niños mayores de cinco años”.
Si bien la leche suele considerarse un alimento indudablemente “bueno”, su consumo excesivo puede tener desventajas reales. “El consumo excesivo de leche puede causar anemia por deficiencia de hierro en los niños”, explicó Elion.
La leche sacia al niño, lo que reduce el apetito y el apetito por alimentos ricos en hierro, como carnes magras, legumbres y verduras de hoja verde. Además, puede dificultar la absorción del hierro. Como resultado, los niños que consumen grandes cantidades de leche podrían no obtener suficiente hierro de su dieta, lo que provoca fatiga, debilidad y otros síntomas asociados con la anemia. Esto es especialmente común en niños que comienzan a tomar leche de vaca durante el primer año de vida, algo que los pediatras no recomiendan.
"Debido al riesgo de anemia, recomendamos limitar la ingesta diaria a 700 ml o menos después del año de edad", señala Elion.
“Los niños necesitan cantidades adecuadas de vitamina D y calcio en su dieta, pero pueden provenir de otras fuentes”, señala Elion. Estas incluyen productos lácteos como el yogur y el queso, además de champiñones, huevos y ciertos pescados. El calcio también puede provenir de muchas fuentes vegetales como frijoles, cereales integrales, verduras de hoja verde, brócoli, tofu, frutos secos y semillas.
Elion también indica que muchos alimentos ahora contienen calcio y vitamina D añadidos, lo cual puede ser especialmente útil para niños con alergia o intolerancia a los lácteos. Los padres pueden buscar etiquetas de "fortificado" en productos como jugo de naranja, cereales y leches vegetales en el supermercado.
En definitiva, el secreto para satisfacer las necesidades nutricionales de los niños no reside en una sola bebida; está en elegir una variedad de alimentos y bebidas nutritivos y estar atento a las señales de que a su hijo le podrían faltar (o excederse) ciertos nutrientes. La leche de vaca puede ser parte de ese rompecabezas, pero no es la única pieza.
“La leche no es esencial, pero los niños necesitan mucho calcio para favorecer el desarrollo óseo durante su crecimiento y la pubertad”, concluye Elion. “Pero no hay que excederse: una o dos tazas de leche al día son suficientes, además de incluir otras fuentes de calcio”.
Al centrarse en la moderación, la variedad y un equilibrio sólido de nutrientes, los padres pueden ayudar a sus hijos a prosperar, tengan o no el famoso bigote de leche.