La dieta materna durante el embarazo ejerce una influencia significativa en el desarrollo neurológico fetal al suministrar nutrientes esenciales a través de la transferencia placentaria. Una alteración en este proceso puede conducir a complicaciones en la infancia, incluidas dificultades cognitivas y conductuales que pueden interferir con el funcionamiento y el desarrollo general del niño.
En los últimos años, las dietas basadas en plantas han ganado popularidad, con un número cada vez mayor de mujeres embarazadas adoptando este patrón dietético. Aunque estas dietas enfatizan principalmente el consumo de alimentos derivados de plantas (es decir, verduras, frutas, nueces, semillas, legumbres y granos integrales), no existe una definición universalmente aceptada de lo que constituye una dieta basada en plantas. Ciertos patrones dietéticos basados en plantas incluyen cantidades limitadas de alimentos de origen animal, como la dieta mediterránea (que incluye pescado) o las dietas vegetarianas (que pueden incluir huevos y productos lácteos), mientras que otros excluyen los productos animales por completo, como las dietas veganas.
Análisis previos que examinaron la dieta mediterránea durante el embarazo han informado de una asociación favorable con la cognición de la descendencia y los resultados conductuales. Además, otros estudios se han centrado principalmente en comparar dietas veganas y vegetarianas con dietas omnívoras, encontrando que las dietas basadas en plantas estaban relacionadas con resultados antropométricos adversos, incluido un mayor riesgo de menor tamaño neonatal y menor peso al nacer, mientras que no se han observado asociaciones con el desarrollo cognitivo.
Estos resultados pueden atribuirse al hecho de que no todos los patrones dietéticos ricos en alimentos de origen vegetal son inherentemente saludables, ya que no todos los alimentos derivados de plantas proporcionan los mismos beneficios nutricionales. Por ejemplo, las bebidas azucaradas y los granos refinados se clasifican técnicamente como alimentos de origen vegetal, pero su perfil nutricional es notablemente deficiente. La creciente disponibilidad de productos ultraprocesados no animales o alternativos a la carne con alto contenido de azúcares, sal, grasas saturadas e ingredientes refinados introduce opciones dietéticas de menor calidad y variabilidad en los efectos sobre la salud de las dietas basadas en plantas.
De hecho, para diferenciar los alimentos basados en plantas en función de sus efectos sobre la salud y, por lo tanto, capturar la calidad nutricional de las dietas basadas en plantas, se han desarrollado dos índices distintos: el índice de dieta basada en plantas saludable (hPDI, según sus siglas en inglés) y el índice de dieta basada en plantas no saludable (uPDI, según las siglas en inglés).
En este contexto, ante la falta de investigaciones que valoren la calidad de los patrones dietéticos de origen vegetal durante la gestación y su impacto en el comportamiento infantil, los investigadores Esther Cendra-Duarte, Nerea Becerra-Tomás, Josefa Canals, Cristina Jardí y Victoria Arija, del Grupo de Investigación en Nutrición y Salud Mental (NUTRISAM) de la Universitat Rovira i Virgili, en España, buscaron evaluar la asociación entre dietas de origen vegetal saludables y no saludables durante el embarazo, y el comportamiento de los niños a los cuatro años, en una cohorte de la región mediterránea de dicho país.
Luego de evaluar los resultados, los expertos observaron que, en esta población de mujeres embarazadas mediterráneas, las puntuaciones maternas más altas en el índice de dieta basada en plantas no saludable (UpdI) se asociaron con una mayor probabilidad de problemas de conducta en la descendencia, en concreto, problemas de externalización y trastornos de déficit de atención con hiperactividad (TDAH), particularmente en las niñas.
En este estudio, el uPDI representa principalmente alimentos de origen vegetal con alto contenido de carbohidratos, especialmente azúcar. El trabajo aclara que, “aunque la glucosa derivada de los carbohidratos es la principal fuente de energía para la madre y el cerebro fetal, el consumo excesivo de azúcares durante el embarazo puede provocar complicaciones metabólicas y trastornos neuroconductuales en la descendencia”.
“Estudios previos han identificado una asociación positiva entre el aumento del consumo de bebidas azucaradas durante la gestación y un riesgo elevado de retraso en el desarrollo socioemocional en la descendencia a los 6-12 meses de edad y síntomas de TDAH a los ocho años”, mencionan los autores.
La ingesta de carbohidratos influye significativamente en los niveles de azúcar en sangre y el consumo excesivo puede conducir a la aparición de hiperglucemia. Los hallazgos sugieren que, durante la gestación, “la hiperglucemia se ha relacionado con un mayor riesgo de externalizar problemas en niños de tres y cinco años”. Además, complicaciones como la obesidad y la diabetes gestacional, vinculadas a la desregulación de la glucosa, también han sido vinculadas a resultados neuroconductuales adversos.
“Los niveles elevados de azúcar pueden desencadenar procesos adversos, que incluyen estrés oxidativo, hiperinsulinemia, deficiencia de hierro, inflamación sistémica y resistencia a la insulina, todos los cuales pueden perjudicar el desarrollo cerebral fetal y contribuir a la desregulación del neurodesarrollo al interrumpir la maduración del sistema nervioso central e inducir alteraciones neuronales del hipocampo”, justifican.
“Por lo tanto, puede ser aconsejable animar a las mujeres embarazadas a priorizar la calidad de los alimentos de origen vegetal, asegurándose de evitar los alimentos procesados, que suelen contener componentes no nutritivos, a fin de minimizar los posibles riesgos para el desarrollo de la descendencia”, enfatiza el artículo.
Como se mencionó anteriormente, los resultados mostraron que una mayor adherencia materna al uPDI se asoció con una mayor probabilidad de externalización y problemas de TDAH en las niñas. Esto coincide con investigaciones previas, en donde se ha indicado que la ingesta elevada de azúcar (fructosa y sacarosa principalmente) durante la gestación puede ejercer efectos específicos según el sexo en los resultados del desarrollo fetal, incluidos los factores de crecimiento y el metabolismo.
Asimismo, advierten que no hallaron una asociación entre la adherencia a la dieta basada en plantas saludable (Hpdi) durante el embarazo y los problemas de comportamiento. Una posible explicación que brindan para esto podría ser que estas dietas pueden no proporcionar nutrientes esenciales típicamente derivados de fuentes de proteína animal.
“Una dieta saludable basada en plantas, aunque rica en ácido fólico, antioxidantes, fitoquímicos y carotenoides, tiende a ser más baja en otros nutrientes importantes como la vitamina B12, el yodo y los ácidos grasos omega-3, que se encuentran principalmente en dietas que incluyen una ingesta moderada de productos animales. También juegan un papel importante en el desarrollo neurológico fetal, ya que la formación y maduración adecuadas del cerebro fetal dependen de un suministro adecuado de estos compuestos esenciales”, señalan.
En conclusión, la nueva investigación muestra que la adherencia a una dieta vegetal deficiente durante el embarazo puede aumentar la probabilidad de externalizar problemas de conducta en niños en edad preescolar, especialmente en niñas. Por lo tanto, los hallazgos resaltan la necesidad de considerar la calidad de los alimentos vegetales durante el embarazo.
Los expertos finalizan aclarando que “se requieren más investigaciones para confirmar los resultados en otras poblaciones con muestras más grandes y para explorar los mecanismos específicos de cada sexo que determinan las diferencias entre niños y niñas”.