Dieta cetogénica o mediterránea: ¿Cuál presenta mayor eficacia para reducir la presión arterial y mejorar los marcadores metabólicos?

La prevalencia de individuos con sobrepeso (SO) y obesidad (OB) está aumentando globalmente, particularmente en países occidentales. El exceso de acumulación de tejido adiposo visceral está asociado con varias alteraciones fisiopatológicas, que en última instancia contribuyen a la presión arterial (PA) elevada, dislipidemia, homeostasis de glucosa deteriorada y un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV). 

Las modificaciones del estilo de vida, incluyendo intervenciones dietéticas, representan el enfoque principal recomendado para individuos con estado de SO o estado de OB que presentan PA normal-alta o hipertensión de grado I y riesgo cardiovascular (RCV) bajo a moderado. Las guías actuales abogan por intervenciones integrales en el estilo de vida para reducir la PA, incluyendo mayor actividad física, restricción de sodio y adherencia a una dieta rica en vegetales, frutas, legumbres, granos integrales, pescado y ácidos grasos insaturados, particularmente aceite de oliva. Además, los productos lácteos bajos en grasa son preferibles a la carne roja y alimentos procesados. Al mismo tiempo, el consumo excesivo de alcohol debe ser minimizado. 

Cabe destacar que muchas de estas recomendaciones dietéticas se alinean con los principios clave de la dieta mediterránea (DM), que se ha asociado ampliamente con una menor incidencia de eventos cardiovasculares y mortalidad por todas las causas. Sin embargo, las pautas actuales no especifican un régimen dietético en particular.

Recientemente, ha habido un creciente interés, tanto entre la comunidad científica como entre los pacientes, en las dietas cetogénicas (DC), que se han propuesto para el control del peso y el síndrome metabólico (SMet), dada la hipótesis de que el alto contenido de lípidos y proteínas, combinado con una baja ingesta de carbohidratos, puede conferir beneficios metabólicos y cardiovasculares más significativos, en comparación con otras dietas hipocalóricas. Por el contrario, las DC se caracterizan a menudo por una alta ingesta de sodio y ácidos grasos saturados, lo que puede tener efectos perjudiciales, en particular en personas con estado de sobrepeso u obesidad y presión arterial elevada o incluso hipertensión.

Frente a este panorama, un nuevo estudio comparó los efectos de una dieta cetogénica hipocalórica y rica en proteínas, basada en alimentos naturales de fácil acceso, con los de una dieta dietética hipocalórica, baja en sodio y alta en potasio, en 26 personas con sobrepeso u obesidad y presión arterial normal-alta o hipertensión de grado I, clasificadas con RCV bajo a moderado. Los individuos fueron seleccionados y categorizados como DC (15) o DM (11).

El criterio de valoración principal fue el cambio en la presión arterial sistólica (PAS) y diastólica (PAD) medias de 24 horas, evaluadas mediante monitorización ambulatoria de la presión arterial (MAPA) al inicio y a los tres meses de intervención dietética. Los criterios de valoración secundarios incluyeron cambios en la presión arterial sistólica y diastólica medias diurnas y nocturnas (medidas mediante MAPA), peso corporal, marcadores antropométricos clave, parámetros bioquímicos, composición corporal evaluada mediante análisis de impedancia bioeléctrica (AIB) y perfil metabólico.

La comparación entre ambos patrones alimentarios no mostró diferencias significativas 

Los resultados demostraron los efectos beneficiosos de la intervención dietética sobre el peso corporal, la circunferencia de cintura, los parámetros metabólicos (en particular, el índice HOMA y el perfil lipídico) y la composición corporal, independientemente de la dieta específica prescrita. Tanto la dieta cetogénica como la dieta mediterránea mejoraron de forma similar los perfiles generales de presión arterial (PA), y no se observaron diferencias significativas entre ambos regímenes dietéticos en cuanto a sus efectos sobre los parámetros analizados. 

“Estos resultados refuerzan la hipótesis de que la adherencia a dietas hipocalóricas bajo supervisión dietista, que conlleva una reducción de peso sustancial, es fundamental para mitigar las alteraciones metabólicas estrechamente relacionadas con el aumento de la PA”, comentan los autores. 

Si bien los cambios absolutos en la masa grasa y la masa libre de grasa mostraron asociaciones estadísticamente significativas de forma independiente con mejoras en los perfiles de PA, el cambio relativo entre estos parámetros demostró una relación significativa con reducciones en la PAS media. Las correlaciones moderadas entre el cociente masa grasa/masa libre de grasa y las mejoras en la PAS de 24 h, diurna y nocturna sugieren que “una alteración favorable en la composición corporal, en concreto, una reducción más pronunciada de la masa grasa en relación con el aumento de la masa libre de grasa, podría desempeñar un papel importante en la mejora de la regulación de la presión arterial”, destacan.

Según los investigadores, a pesar de ser preliminares, los hallazgos subrayan “la posible importancia clínica de perseguir la pérdida de peso general y los cambios cualitativos en la composición corporal para optimizar los resultados de salud cardiovascular”. 

Cabe destacar que, aunque no surgieron diferencias en los valores medios de PA, los resultados sugieren que la DC tiene un efecto más pronunciado en la caída de la PA nocturna que la DM.

De acuerdo al actual estudio, esto último tendría que ver con que la dieta cetogénica (DC), en comparación con otras estrategias nutricionales para la reducción de peso, puede estar asociada con efectos beneficiosos distintivos sobre el sistema nervioso central. Estas incluyen mejoras en la calidad del sueño y una disminución en la actividad del sistema nervioso simpático, que puede desempeñar un papel crítico en la preservación del declive nocturno fisiológico en la PA después de la adherencia a una DC baja en calorías, en comparación con un estado alimentado, y en contraste con una dieta baja en calorías estándar. 

“En consonancia con la investigación previa, tanto la DC como la DM mejoraron significativamente los parámetros metabólicos, incluyendo la insulina en ayunas, la HbA1c, el HOMA-IR y los perfiles lipídicos. Ambas intervenciones dietéticas fueron bien toleradas, con un alto porcentaje de persistencia, y no se reportaron efectos adversos ni cambios significativos en los marcadores de función renal”, subrayan los expertos. 

“Nuestro estudio subraya la importancia de la pérdida de peso y la mejora asociada en la composición corporal (especialmente la reducción de la masa muscular en comparación con la ganancia de masa muscular libre de grasa), independientemente del método empleado para lograrla, ya que confiere beneficios integrales en todo el perfil cardiometabólico”, agregan. 

En resumen, la investigación demuestra que la pérdida de peso obtenida con una dieta hipocalórica, ya sea dieta cetogénica con alimentos regulares o dieta mixta, es efectiva y segura a corto y medio plazo en pacientes con sobrepeso/obesidad y presión arterial elevada o hipertensión de grado 1. “Si estos datos se confirman en ensayos clínicos con poblaciones más amplias, las futuras guías y recomendaciones sobre el tratamiento de la presión arterial elevada y el manejo de la hipertensión también podrán considerar esta evidencia sobre el estilo de vida”, concluyen.