Los niveles de taurina, un aminoácido que el cuerpo puede producir en pequeñas cantidades pero que también se obtiene a través de la dieta, no descienden de forma consistente con la edad. Por eso, probablemente no puede considerarse un biomarcador fiable del envejecimiento. Esta es la principal conclusión de un estudio del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA) de EE UU, publicado esta semana en Science.
El trabajo, liderado por el cordobés Rafael de Cabo –uno de los principales expertos mundiales en las bases biológicas del envejecimiento–, ha comprobado que los niveles de taurina circulante suelen aumentar o mantenerse estables con la edad en humanos, monos y ratones.
El análisis de muestras recogidas a lo largo del tiempo mostró que las variaciones individuales eran mayores que los cambios asociados a la edad. Además, su relación con indicadores de salud fue inconsistente entre especies, etapas vitales y cohortes.
Esto sugiere que su utilidad como marcador del envejecimiento es limitada y que su relevancia depende de la fisiología de cada persona, condicionado por la genética, la dieta y el entorno.
La taurina ha ganado popularidad como suplemento dietético. Un estudio de 2023, realizado por la Universidad de Columbia (EE UU) y también publicado en Science, sugería que los suplementos podían ralentizar el envejecimiento en modelos animales e incluso prolongar su vida sana hasta un 12 %. Sin embargo, los autores ya advertían que harían falta ensayos clínicos para confirmar esos efectos en humanos.
“Nuestros resultados complementan y amplían lo publicado en 2023 por el grupo de Columbia, así como por otros autores revisados en nuestro estudio. Permiten entender mejor cómo cambia la taurina circulante a lo largo de la vida adulta”, comenta Rafael de Cabo.
Una de las principales diferencias entre ambos estudios es el rango de edad analizado. “Ellos analizaron sujetos desde recién nacidos hasta los 60 años, mientras que nuestras cohortes incluyen personas entre 20 y 100 años. La disminución en taurina que detectó el estudio de 2023 ocurre principalmente mucho antes de los 20 años, durante una etapa de adaptación fisiológica propia de los recién nacidos”, aclara el investigador.
En esta etapa, prosigue, “la taurina en sangre es alta para mantener el equilibrio metabólico hasta que el sistema digestivo y renal maduran; luego, en personas sanas, la taurina circulante baja rápidamente”. Después de esa fase, “la taurina disminuye brevemente en individuos sanos, pero luego se estabiliza o incluso aumenta, como comprobamos en nuestros datos”, añade.
En primates no humanos, el actual trabajo también cubrió un rango de edad más amplio (de 3 a 32 años frente a los 5 y 15 del trabajo previo). Gracias a la calidad de los datos, el equipo pudo analizar por separado el sexo y la cohorte.
“Vimos que las mujeres tienden a mostrar un aumento más pronunciado de taurina con la edad que los hombres. Además, la variabilidad entre cohortes humanas depende mucho del estilo de vida y la genética, factores que podrían haber pasado desapercibidos sin segmentación”, destaca.
El estudio midió los niveles de taurina en sangre en tres especies: humanos, monos rhesus y ratones. En el caso humano, las muestras procedían del Estudio Longitudinal de Baltimore sobre Envejecimiento, con participantes de entre 26 y 100 años. En los monos, se analizaron individuos de entre 3 y 32 años, y en ratones, de 9 a 27 meses.
En todos los grupos, esta molécula aumentó con la edad, salvo en los ratones macho, donde se mantuvo estable. Cambios similares se observaron en dos estudios transversales realizados en poblaciones humanas geográficamente distintas: el Estudio de Envejecimiento de las Islas Baleares (20–85 años) y la cohorte de Investigación en Medicina Predictiva en Atlanta (20–68 años), así como en la parte transversal del estudio de envejecimiento en ratones.
Los niveles del aminoácido tampoco mostraron una relación clara con indicadores como fuerza muscular o peso corporal. “Las diferencias entre individuos se deben sobre todo a sus valores de partida, no a cómo varían con la edad. Y no se traducen en diferencias funcionales”, aclara de Cabo.
El equipo consideró también factores como dieta y actividad física. “Tuvimos en cuenta esas variables, y aun así los niveles de taurina aumentaron con la edad”, indica el experto.
También se evaluó la función motora, que no mostró una relación estable con los niveles de taurina: un bajo rendimiento podía coincidir con niveles altos, bajos o sin ninguna correlación.
En los ratones, los resultados difirieron de estudios previos en parte por la dieta. Este trabajo analizó edades entre los 6 y 33 meses (transversales) y entre los 9 y 27 meses (longitudinales). En ambos casos, se observó una caída inicial de taurina seguida por un aumento.
“Nuestros ratones recibieron una dieta sin taurina detectable, mientras que los del estudio de Columbia consumieron una con un 0,3 % de taurina, lo que equivale a 3–6 mg diarios. Eso pudo influir notablemente”, apunta.
El investigador explica a SINC que evaluaron si las diferencias entre individuos o los métodos de análisis podían influir en los resultados, y concluyeron que es muy poco probable. Asegura que las variaciones no se deben al envejecimiento ni a las técnicas utilizadas.
Para Luigi Ferrucci, director científico del NIA, los resultados refuerzan la importancia de seguir buscando indicadores fiables. “Identificar biomarcadores que predigan el inicio y la progresión del envejecimiento permitiría desarrollar estrategias más eficaces y personalizadas para mantener la salud y la autonomía en la vejez”, subraya.
Respecto al uso de esta taurina como suplemento, de Cabo concluye con cautela: “Es posible que tenga efectos beneficiosos en subgrupos específicos, como personas con sarcopenia [pérdida de masa y fuerza muscular por envejecimiento], o alteraciones metabólicas, pero se necesitan ensayos clínicos para confirmarlo. Por ahora, los efectos dependen mucho del contexto: a veces son positivos y otras, inexistentes”.
Manuel Collado, investigador científico del CNB-CSIC en el CiMUS de la Universidad de Santiago de Compostela, IDIS. Laboratorio de Senescencia Celular, Cáncer y Envejecimiento, y Nabil Djouder, jefe del Grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), han dado su punto de vista acerca del estudio.
El experto del CNB-CSIC señala que "la evidencia muestra cómo los niveles de taurina varían más entre individuos por distintos factores que por la edad. Para poder considerar a una molécula como verdadero biomarcador de envejecimiento, sus niveles deberían variar fundamentalmente con la edad y no, como demuestran los autores, por factores propios de cada individuo no relacionados con la edad".
"Este trabajo demuestra lo importante que es realizar estudios longitudinales que impliquen a un gran número de individuos, de un gran rango de edades y en distintas especies. Solo así se pueden alcanzar resultados consistentes y robustos. Pero también demuestra lo importante que es publicar resultados negativos que contradicen visiones anteriores. Solo así podremos avanzar en la dirección correcta, enmendando visiones previas sesgadas por resultados no suficientemente sólidos", subraya.
Por otro lado, Nabil Djouder comenta que "el estudio es especialmente relevante porque investigaciones anteriores sugerían que la suplementación con taurina podía proteger frente al envejecimiento en ratones. Este trabajo, sin embargo, muestra que los niveles de taurina no disminuyen necesariamente con la edad y que su valor como biomarcador del envejecimiento es limitado".
"Aunque el estudio es sólido y bien diseñado, presenta algunas limitaciones importantes que deben considerarse. Al centrarse exclusivamente en poblaciones sanas, no permite evaluar si la taurina se comporta de manera diferente en personas con enfermedades asociadas al envejecimiento, lo que limita la generalización de sus conclusiones", puntualiza Djouder.
Para finalizar, expresa que al tratarse de un estudio clínico y descriptivo, "no se abordan los mecanismos moleculares que podrían esclarecer si la taurina actúa como modulador del envejecimiento o si simplemente constituye un marcador asociado. La alta variabilidad interindividual detectada podría haber enmascarado efectos sutiles o relevantes solo en ciertos subgrupos, lo que subraya la necesidad de análisis más estratificados y estudios funcionales en poblaciones más diversas".