La demencia afectó a alrededor de 57 millones de personas en 2019, y el número se triplicará para 2050. Esta entidad se considera una de las principales causas de discapacidad, dependencia y muerte en adultos mayores. Dada la falta de tratamientos médicos efectivos, se ha propuesto identificar factores de riesgo modificables para elaborar una estrategia preventiva para reducir la carga de la demencia.
La nutrición es un factor ambiental importante que se ha relacionado no solo con el riesgo de desarrollar demencia, sino también con los cambios patológicos tempranos de la demencia antes de que surjan los síntomas clínicos. Se ha informado que el estrés oxidativo y la neuroinflamación median la patogénesis y la progresión de la demencia.
Muchos nutrientes dietéticos, como la vitamina C, los flavonoides, el manganeso y los ácidos grasos n-3 procedentes de frutas frescas, verduras, frutos secos y pescado, tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, lo que puede explicar sus funciones protectoras para el deterioro cognitivo y la demencia. Existían asociaciones entre ciertos nutrientes (por ejemplo, flavonoides, vitaminas, folato y algunos lípidos) y la demencia, pero la evidencia era limitada y no concluyente.
Muchos estudios solo se centraron en las asociaciones entre uno o varios nutrientes y los riesgos de demencia y carecieron de una evaluación exhaustiva y sistemática. Investigar uno o varios factores dietéticos a la vez no puede capturar los efectos sinérgicos de las exposiciones. El enfoque de exposición única es propenso a generar efectos sobrestimados y mayores errores debido a la naturaleza interconectada de los factores de riesgo.
El enfoque del estudio de asociación de todo el nutriente (NWAS, por sus siglas en inglés) es una estrategia basada en datos y sin hipótesis que permite el examen sistemático de las asociaciones entre múltiples nutrientes y resultados de salud, para validar factores de riesgo previamente establecidos con sesgo reducido y para encontrar nuevos factores de riesgo.
En base a los datos del Estudio de Salud y Jubilación (HRS), un nuevo estudio se propuso utilizar la estrategia NWAS para identificar exhaustivamente los nutrientes asociados a la demencia y estimar los efectos conjuntos de los nutrientes identificados mediante la creación de puntuaciones compuestas.
Para ello, analizaron datos de 6280 participantes de 50 años o más del Estudio de Salud y Jubilación. Los niveles de ingesta de nutrientes se midieron con el cuestionario de frecuencia alimentaria y el estado de demencia se evaluó con la Clasificación Lang-Weir de la Función Cognitiva.
Luego de analizar los resultados, observaron que el riesgo de demencia se asociaba positivamente con ocho nutrientes e inversamente con otros cinco. A partir de ello, los autores desarrollaron un nuevo patrón dietético “CNS”, basados en los nutrientes claves identificados y hallaron que se asociaba significativamente con un mayor riesgo de demencia y un deterioro cognitivo más rápido. “Nuestros hallazgos arrojan luz sobre la prevención y el control de la demencia desde una perspectiva nutricional”, mencionan los autores.
En cuanto a los azucares totales de la dieta, el estudio respalda hallazgos previos, donde estos se asociaron positivamente con la enfermedad de Alzheimer (EA). Por su parte, la leche es rica en ácido graso caproico, glicerofosfocolina, lactosa y vitamina D, los cuales mostraron asociaciones positivas de manera agrupada con el riesgo de demencia.
Sin embargo, los expertos aclaran que la ingesta de vitamina D láctea y vitamina D total se identificaron mediante el análisis de un solo nutriente. “Es posible que otros nutrientes presentes en alimentos ricos en vitamina D tengan una mayor asociación con la demencia. Los lácteos como fuentes alimentarias de esta vitamina mostraron una alta correlación con la lactosa, los ácidos grasos caproicos y la glicerofosfocolina, todos los cuales mantuvieron el riesgo elevado luego de los ajustes”, explican.
De esta manera, resaltan que los tres nutrientes (lactosa, ácidos grasos caproicos y glicerofosfocolina) se asociaron con un mayor riesgo de demencia. Si bien los mecanismos exactos no están claros, los estudios incluidos han demostrado que la lactosa puede metabolizarse en d-galactosa, lo que puede contribuir a un mayor estrés oxidativo y la inflamación.
Además, el estudio identificó mayores riesgos de demencia asociados a la vitamina B12. Sin embargo, aclaran que “dado que la vitamina B12 se encuentra principalmente en la carne y los lácteos, que también son ricos en ácidos grasos saturados y otros nutrientes vinculados al riesgo de EA, su papel independiente aún no está claro. Se debe investigar más a fondo el papel exacto de la vitamina B12 en la demencia”.
Una mayor ingesta dietética de isorhamnetina, un tipo de flavonol, se relacionó con una disminución del riesgo de demencia, al igual que el manganeso y la fibra dietética. Esta última, modula potencialmente la función cerebral a través del eje “microbiota-intestino-cerebro” y se ha relacionado con un deterioro cognitivo más lento y menores riesgos de demencia.
Otros compuestos que señalan como protectores del riesgo de demencia son los β-tocoferol y β-tocotrienol, los cuales conforman la vitamina E.
Aunque el patrón dietético elaborado en base a los nutrientes identificados (CNS) se asoció significativamente con el riesgo de demencia tanto en hombres como en mujeres, los resultados mostraron asociaciones CNS-demencia más fuertes en mujeres que en hombres.
“Los niveles del CNS no fueron significativamente diferentes entre hombres y mujeres, lo que sugiere que las diferencias de sexo en las asociaciones entre la dieta y la demencia podrían deberse a diferencias en los mecanismos biológicos más que a la ingesta de nutrientes”, resaltan los autores.
En resumen, el estudio proporciona evidencia exhaustiva de la asociación entre los perfiles nutricionales y la incidencia de demencia en adultos de mediana edad y mayores, identificando seis nutrientes protectores y cinco perjudiciales para la demencia. Además, confirmó una asociación significativamente positiva entre las combinaciones de estos nutrientes y los riesgos de padecerla.
En base a esto, los investigadores concluyen que sus hallazgos “aportaron nuevas pistas para enriquecer las estrategias nutricionales para la prevención de la demencia, aunque reconocen la necesidad de más estudios de intervención para validar los mismos”.