El creciente envejecimiento de la población mundial ha convertido el deterioro cognitivo en un desafío significativo en el manejo de la salud geriátrica. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 5 al 8% de las personas de 60 años o más en todo el mundo presentan diversos grados de deterioro cognitivo. Esto subraya la importancia de identificar factores dietéticos modificables que pueden influir en las trayectorias cognitivas.
En este contexto, la vitamina C (ácido ascórbico) ha surgido como un candidato plausible debido a su doble función como antioxidante y neuromodulador. Mecanísticamente, la vitamina C ejerce efectos neuroprotectores a través de la eliminación de radicales libres, la reducción del estrés oxidativo y la participación en la síntesis de dopamina y norepinefrina. Los modelos experimentales también revelan su capacidad para regular la permeabilidad de la barrera hematoencefálica y reducir la deposición de β -amiloide, una característica patológica clave de la enfermedad de Alzheimer.
Por otra parte, la evidencia emergente sugiere que la nicotina puede ejercer efectos de mejora cognitiva a través de la activación de los receptores nicotínicos de acetilcolina neuronales (nAChRs), que están ampliamente distribuidos en las regiones cerebrales asociadas con la memoria y la atención, incluyendo la corteza prefrontal y el hipocampo. Los NAChRs pueden modular la liberación de neurotransmisores y la plasticidad sináptica, lo que implica aún más factores del estilo de vida como el tabaquismo en la salud cognitiva.
Sin embargo, la evidencia epidemiológica sigue siendo inconsistente y con lagunas en la investigación sobre las relaciones dosis-respuesta y los efectos específicos de la población en adultos mayores estadounidenses.
Aprovechando los recordatorios dietéticos estandarizados de 24 horas y los cuestionarios de suplementos de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) y los módulos cognitivos validados (por ejemplo, prueba de aprendizaje de palabras CERAD), un nuevo estudio se propuso comprender si la ingesta de vitamina C está asociada de forma independiente con la función cognitiva en adultos mayores; si existe una relación dosis-respuesta no lineal entre su ingesta y el deterioro cognitivo; y la modificación del efecto dentro de subgrupos clave como el tabaquismo. Se incluyeron 2801 adultos de 60 años o más.
Los resultados mostraron que los participantes en el cuartil de ingesta más alto (Q4) mostraron un rendimiento cognitivo significativamente mejor en la Prueba de Fluidez Auditiva (AFT) y la Prueba de Sustitución de Dígitos y Símbolos (DSST) en comparación con los del cuartil más bajo (Q1). Los análisis de umbral indicaron que la protección cognitiva para DSST alcanzó su punto máximo con una ingesta de 500 mg/día, mientras que los beneficios de AFT se estabilizaron con 120 mg/día.
Curiosamente, los análisis estratificados demostraron además que los beneficios cognitivos de la vitamina C fueron más pronunciados entre los fumadores, sin observarse asociaciones significativas en los no fumadores.
“Nuestro estudio aporta evidencia novedosa sobre la asociación dosis-dependiente entre la ingesta de vitamina C y el rendimiento cognitivo en adultos mayores, lo que complementa los efectos neuroprotectores de la suplementación multivitamínica observados en ensayos previos”, mencionan los autores.
Si bien la evidencia previa enfatizó las acciones sinérgicas de los micronutrientes, los actuales hallazgos sugieren que “la vitamina C podría ejercer neuroprotección independiente mediante la modulación del estrés oxidativo, sirviendo potencialmente como un componente activo clave en los regímenes multivitamínicos”.
El umbral observado para el rendimiento cognitivo destaca un límite superior potencial de la eficacia neuroprotectora de la vitamina C. En particular, si bien la suplementación permite a las personas alcanzar altos niveles de ingesta, los datos obtenidos en la nueva investigación demuestran de manera concluyente que no hay beneficios cognitivos adicionales más allá de 500 mg/día. “Esta meseta puede reflejar la saturación de los mecanismos biológicos de la vitamina C, como la capacidad del transportador SVCT2 o las vías de reciclaje de antioxidantes, que limitan una mayor captación sistémica o neuronal en dosis excesivas”, explican los investigadores.
“Es importante destacar que estos resultados advierten contra la suplementación indiscriminada de dosis altas, ya que los beneficios se estabilizan mientras los riesgos potenciales (por ejemplo, nefropatía por oxalato o sobrecarga de hierro) pueden aumentar”, enfatizan.
Los pronunciados beneficios cognitivos de la vitamina C observados en fumadores pueden reflejar una interacción sinérgica entre la activación transitoria de la neuroprotección mediada por nAChR por parte de la nicotina y las acciones multimodales de la vitamina C, incluidas las funciones de defensa antioxidante y cofactor de la biosíntesis de catecolaminas. Sin embargo, advierten que el tabaquismo crónico exacerba simultáneamente el estrés oxidativo, agotando los antioxidantes endógenos como la vitamina C.
Los fumadores suelen requerir aproximadamente el doble de ingesta de vitamina C que los no fumadores para alcanzar concentraciones séricas adecuadas de vitamina C. En este contexto, explican que “la suplementación con vitamina C puede no solo mitigar el daño oxidativo, sino también potenciar la neuroprotección inducida por la nicotina al preservar el equilibrio redox”.
Según los expertos, esto justificaría por qué el estado de tabaquismo surgió como un modificador de efecto crítico, probablemente a través de vías metabólicas interactivas: “la exposición crónica al humo agota la vitamina C plasmática creando un déficit antioxidante donde la ingesta suplementaria obtiene una neuroprotección amplificada”.
Por el contrario, la falta de asociación significativa entre la ingesta de vitamina C y la función cognitiva en poblaciones de no fumadores puede estar relacionada con este "efecto umbral antioxidante".
Cuando los niveles basales de estrés oxidativo son bajos, los efectos neuroprotectores de la ingesta adicional de vitamina C podrían no superar la sensibilidad de detección de las herramientas de evaluación cognitiva. “Las implicaciones para la salud pública son dobles: los fumadores pueden necesitar más para abordar la disfunción ejecutiva, mientras que los no fumadores pueden necesitar enfoques combinatorios con vitamina E o flavonoides para evitar las mesetas antioxidantes”, sugieren los investigadores.
En resumen, el estudio destaca la asociación entre la ingesta de vitamina C y la función cognitiva, y evidencia una relación dosis-dependiente entre la ingesta de vitamina y el deterioro cognitivo en adultos mayores con umbrales neuroprotectores de 500 mg/día para la velocidad de procesamiento y 120 mg/día para la fluidez verbal. El tabaquismo alteró significativamente estos efectos, y los fumadores experimentaron mayores beneficios cognitivos, posiblemente debido al alivio del estrés oxidativo.
Los autores mencionan que “estos hallazgos abogan por intervenciones específicas (enriquecimiento o suplementación dietética) para abordar el deterioro cognitivo relacionado con la edad, especialmente en poblaciones en riesgo”. Sin embargo, finalizan reconociendo que “debido a las limitaciones transversales, la validación longitudinal y la exploración de las interacciones entre genes y nutrientes son necesarias para desarrollar estrategias nutricionales precisas”.