El cáncer de próstata es un cáncer maligno que se origina en el sistema reproductor masculino. Actualmente, es el segundo cáncer más común en hombres a nivel mundial, solo superado por el cáncer de pulmón, y la quinta causa principal de muerte por cáncer. La edad es uno de sus factores de riesgo reconocidos, afectando especialmente a hombres mayores de 60 años.
Además de la edad, los principales factores de riesgo conocidos para el cáncer de próstata incluyen la raza, la obesidad y los antecedentes familiares. También existen algunos factores de riesgo modificables, como la ingesta dietética, el trabajo físico y el sueño. Cabe destacar que la ingesta dietética puede analizarse digitalmente a través de los hábitos alimenticios diarios, por lo que la intervención dietética puede convertirse en un tratamiento adyuvante para el cáncer de próstata.
El estudio European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition (EPIC) demostró una asociación entre el riesgo de cáncer de próstata de alto grado y la ingesta de grasa total, grasa monoinsaturada y grasa poliinsaturada.
En términos de ingesta dietética, los estudios han demostrado que los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (PUFA) tienen un efecto protector en la tasa de supervivencia del cáncer de próstata. Los omega-3 se pueden obtener a través del consumo del hígado de pescado blanco magro como el bacalao; la carne de pescado azul, incluyendo caballa, arenque y salmón; y suplementos de aceite de pescado ampliamente utilizados.
Los omega-3 es un tipo de sustancia que actualmente se reconoce por tener efectos antiinflamatorios. Ejerce estos efectos a través de múltiples vías, como la reducción de la síntesis de mediadores proinflamatorios, la regulación de los procesos de transducción de señales celulares y la activación de factores de transcripción como PPAR-γ, inhibiendo la activación de la vía de señalización NF-κB, reduciendo así la expresión de genes relacionados con la inflamación.
Dadas las propiedades antiinflamatorias de los ácidos grasos Omega-3 y su potencial para inhibir los factores de crecimiento celular, estudios han planteado la hipótesis de que una mayor ingesta de ácidos grasos Omega-3 de los alimentos o suplementos podría conducir a un menor riesgo de cáncer. Esta hipótesis ha estimulado una amplia investigación sobre la correlación entre los ácidos grasos Omega-3 y el cáncer. Sin embargo, la relación entre la ingesta de omega-3 y el cáncer de próstata sigue siendo un tema controvertido.
Por un lado, el posible mecanismo de las propiedades antiinflamatorias y antioxidantes del omega-3 aún es incierto. Por otro lado, la información sobre ambos factores es limitada, lo que genera recomendaciones y un conocimiento insuficiente sobre la ingesta de omega-3.
Frente a este panorama, un nuevo estudio se basó en la base de datos de ensayos de detección de cáncer de próstata, pulmón, colorrectal y de ovario (PLCO) para evaluar si la ingesta dietética de omega-3 (EPA, DHA y DPA) se asocia con la incidencia y la mortalidad por cáncer de próstata.
Se incluyeron a 30.552 participantes varones de 55 a 74 años con una mediana de seguimiento de 7 años y la ingesta de ácidos grasos Omega-3 se evaluó mediante el Cuestionario de Historial Dietético (DHQ).
Los resultados revelaron que la ingesta de ácidos grasos omega-3 se relacionaba linealmente con el riesgo general de cáncer de próstata, mientras que se observó una relación no lineal con el riesgo de muerte por cáncer de próstata. Es decir, una mayor ingesta de omega-3 puede reducir el riesgo de cáncer de próstata.
“En términos de la relación con el riesgo de muerte, encontramos que cuando la ingesta de ácidos grasos omega-3 es < 0,4 g/d, es beneficiosa para reducir el riesgo de muerte por cáncer de próstata, mientras que cuando la ingesta es > 0,4 g/d, aumenta el riesgo”.
Estos hallazgos sugieren que, “al proporcionar tratamiento dietético para el cáncer de próstata, la progresión puede aliviarse ajustando la ingesta de ácidos grasos omega-3". Los expertos mencionan que “cuando la ingesta de omega-3 excede los 0,4 g/d, el efecto nocivo en el cuerpo puede deberse a que tiene un cierto impacto en los niveles hormonales en el cuerpo, causando desequilibrio hormonal y, por lo tanto, conduciendo a trastornos del ciclo celular, aumentando el riesgo de cáncer celular”.
El nuevo estudio indica que “aumentar la ingesta de componentes específicos omega-3 (EPA, DPA) a través de ajustes dietéticos podría servir como una estrategia para la prevención del cáncer de próstata, particularmente para grupos de alto riesgo como aquellos con antecedentes familiares u obesidad”.
Por lo tanto, los autores recomiendan que “las personas sanas consuman alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, como pescado de aguas profundas, aceite de pescado y ciertas algas marinas y alimentos fermentados”. “La ingesta diaria de personas sanas debe estar dentro de un cierto rango, como 0,02–0,04 g/d para EPA y 0,03–0,22 g/d para DPA, que puede lograrse consumiendo pescado de aguas profundas al menos dos veces por semana (100–150 g cada vez) o tomando suplementos apropiados”.
En resumen, este estudio reveló que la ingesta de ácidos grasos omega-3 presenta una correlación lineal negativa con el riesgo general de cáncer de próstata; es decir, a mayor ingesta, menor riesgo. Sin embargo, su relación con el riesgo de muerte por cáncer de próstata es no lineal, y existe un efecto umbral. Cuando la ingesta supera los 0,4 g/día, puede aumentar el riesgo de muerte.
Los datos sugieren un “posible efecto umbral en torno a los 0,4 g/día, por encima del cual la ingesta de omega-3 podría estar asociada con un aumento de la mortalidad por cáncer de próstata”.