Una dieta equilibrada, tanto en cantidad como en calidad, es esencial para reponer las reservas de energía y proporcionar los nutrientes necesarios para el funcionamiento óptimo y la recuperación eficiente de los sistemas corporales tras la actividad física. Por consiguiente, una nutrición adecuada no solo mejora el rendimiento deportivo, sino que también contribuye a la prevención de la fatiga, las lesiones y otros posibles problemas de salud en los deportistas.
Las elecciones alimentarias se ven influenciadas por diversos factores, incluidos los relacionados con el entorno alimentario, como la disponibilidad y el costo de los productos, así como las condiciones socioeconómicas individuales y la disponibilidad de recursos familiares y comunitarios que determinan la asequibilidad de las recomendaciones nutricionales. Además, la alfabetización alimentaria, definida como la combinación de conocimientos, habilidades y comportamientos necesarios para planificar, gestionar, seleccionar, preparar y consumir alimentos adecuadamente, desempeña un papel clave en la configuración de la ingesta alimentaria.
Mejorar los conocimientos nutricionales de los atletas puede mejorar su capacidad para tomar decisiones informadas. Un mayor conocimiento nutricional permite comprender el impacto de las elecciones alimentarias diarias en el rendimiento, la recuperación y la salud general. Esta comprensión favorece el cumplimiento de las recomendaciones nutricionales y promueve la adopción de hábitos alimentarios saludables. La evidencia existente indica que un mayor conocimiento sobre nutrición deportiva se asocia con mejores hábitos alimentarios en los atletas.
Numerosos estudios han identificado una ingesta energética inadecuada entre las atletas femeninas, lo que compromete el cumplimiento de los requerimientos nutricionales, particularmente de carbohidratos y micronutrientes esenciales como calcio, hierro y algunas vitaminas. Los déficits energéticos persistentes pueden resultar en baja disponibilidad energética (LEA, por sus siglas en inglés), una condición que puede progresar a la tríada de la atleta femenina, caracterizada por la coexistencia de LEA, osteoporosis y amenorrea hipotalámica funcional.
Se han reportado niveles insuficientes de conocimiento nutricional entre las atletas femeninas, lo cual puede deberse a la implementación limitada de programas educativos específicos. Esta situación a menudo se agrava por la exposición a información contradictoria y poco confiable de fuentes no especializadas, como familiares, entrenadores, pares o Internet, lo que puede crear confusión y dificultar la adopción de hábitos alimenticios apropiados.
Las intervenciones de educación nutricional buscan mejorar el conocimiento y los comportamientos alimentarios a través de programas estructurados. Dados los riesgos nutricionales que enfrentan las atletas femeninas, existe un creciente interés en evaluar el impacto de dichos programas en esta población y expandir esta investigación en diversos contextos deportivos, grupos de edad y niveles de competencia.
En este contexto, un reciente estudio, llevado adelante por Macarena Veloso Pulgar y Andreu Farran-Codina del Departamento de Nutrición de la Universitat de Barcelona, se propuso evaluar el efecto de una intervención de educación nutricional en el conocimiento de nutrición deportiva, la ingesta dietética y la composición corporal en 36 atletas femeninas, así como identificar los factores que pueden influir en la efectividad de la intervención.
Para ello, implementaron un programa educativo de 3 semanas impartido a través de seis sesiones presenciales (2 veces por semana con una duración total de 90 minutos) dirigidas por una dietista registrada. Se evaluaron el conocimiento nutricional, la ingesta dietética, la adherencia a la dieta mediterránea y las mediciones antropométricas y de composición corporal.
Los principales resultados demostraron un aumento significativo de los conocimientos nutricionales y una reducción significativa del consumo diario de alimentos ricos en azúcar.
Los niveles de conocimiento nutricional fueron significativamente mayores, tanto inmediatamente después de la intervención como tres meses después de su implementación, en comparación con el valor inicial. “Esto indica que la intervención de educación nutricional de tres semanas fue eficaz para mejorar el conocimiento nutricional y que estas mejoras se mantuvieron en el tiempo”, explican los autores.
En cuanto a los dominios evaluados, los ítems relacionados con macronutrientes e hidratación mostraron los mayores aumentos en la fase posterior a la intervención, con un tamaño del efecto elevado. Según lo analizado, el enfoque utilizado resultó en un aumento significativo de 22,0 puntos porcentuales en la puntuación total del cuestionario en la fase posterior a la intervención.
Estos hallazgos sugieren que “incluso una intervención breve, si está bien estructurada y se basa en los principios fundamentales de la nutrición deportiva, puede conducir a cambios positivos en el conocimiento nutricional”.
La dieta mediterránea (DM) es ampliamente reconocida como un patrón dietético saludable con beneficios tanto para la salud general como para el rendimiento deportivo. Se asocia con una mayor calidad nutricional, un menor riesgo de enfermedades y mejores resultados físicos como la fuerza muscular, la resistencia y la composición corporal. Estos efectos se atribuyen a su alto contenido en antioxidantes y compuestos antiinflamatorios, incluyendo vitaminas, folatos, flavonoides y ácidos grasos omega-3.
Al inicio del estudio, el 82,2 % de los jugadores presentaba patrones dietéticos que requerían mejora, ya sea por una adherencia moderada o por una dieta de baja calidad. “Estos resultados resaltan un problema común en esta población: las atletas femeninas necesitan ajustar sus hábitos alimenticios para alinearse con las recomendaciones nutricionales actuales”, indican los expertos.
En este contexto, la intervención de educación nutricional, si bien no produjo cambios significativos en la ingesta de energía y macronutrientes, sí produjo una reducción significativa en el consumo de alimentos azucarados. Sin embargo, reportan que en el caso de la fibra dietética y la vitamina E, los cambios han sido desfavorables. Esto se debe a que la ingesta de fibra estuvo muy por debajo de las recomendaciones actuales (25-35 g/día).
La ingesta de carbohidratos fue inadecuada tanto al inicio como durante el seguimiento. “Los carbohidratos representaron el 40 % de la ingesta energética total, con un consumo promedio de 3,0 g/kg/día. Estos valores están por debajo de las recomendaciones actuales para atletas con actividad física moderada, que sugieren que los carbohidratos deben contribuir al menos al 45 % de la ingesta calórica total, con un consumo promedio de 5-7 g/kg/día”, señalan.
De esta manera, subrayan que “una ingesta insuficiente de carbohidratos puede afectar negativamente al rendimiento deportivo, lo que destaca la importancia de educar a los atletas sobre el consumo adecuado de carbohidratos”.
Con respecto a la ingesta total de grasas, ambos períodos de evaluación revelaron un consumo excesivo, con las grasas contribuyendo con el 40% de la ingesta total de energía y una ingesta promedio de 1,4 g/kg/día, mientras que el rango recomendado es del 20-35% de la ingesta total de energía. También se observó una preferencia por alimentos ricos en grasas sobre opciones ricas en carbohidratos.
A pesar de los hallazgos, los investigadores aclaran que, en ausencia de un grupo control, es difícil evaluar si dichas observaciones pueden estar relacionadas con la intervención o deberse a otros factores, como los cambios estacionales en la dieta.
En resumen, el estudio demostró que las atletas presentaban inicialmente bajos conocimientos sobre nutrición y una ingesta dietética inadecuada. Tras una intervención educativa de tres semanas, se observó un aumento significativo en los conocimientos sobre nutrición, tanto inmediatamente después de la intervención como durante el seguimiento. En cuanto a la ingesta dietética, se observó una disminución significativa en el consumo de alimentos con alto contenido en azúcares añadidos.
Aunque estos hallazgos apoyan la importancia de incluir programas de educación nutricional liderados por profesionales calificados para mejorar tanto el conocimiento como los hábitos alimentarios en los deportistas, concluyen que “los resultados deben interpretarse con cautela, ya que el diseño del estudio no incluyó un grupo control, lo que limita la capacidad de extraer conclusiones causales firmes”.