Mantener un estilo de vida saludable se ha convertido en una prioridad para los atletas y la población en general. Si bien el ejercicio y una dieta equilibrada son fundamentales para este objetivo, el ritmo de vida acelerado y las crecientes exigencias físicas impulsan a las personas a buscar soluciones especializadas para mantenerse activas, mejorar el rendimiento y mantener la salud a largo plazo. En este contexto, los ácidos grasos omega-3 son nutrientes cruciales tanto para atletas profesionales como para personas activas.
El EPA y el DHA son vitales para reducir la inflamación, mejorar la salud cardiovascular y apoyar la función cerebral. Sin embargo, obtener cantidades adecuadas de estos ácidos grasos a través de la dieta puede ser un desafío. La conversión de EPA y DHA de fuentes vegetales es limitada, lo que hace que los mariscos o la suplementación sean preferibles para una ingesta óptima. Los suplementos mejoran la biodisponibilidad de omega-3, lo que permite que el cuerpo satisfaga sus necesidades de manera más eficiente.
Numerosos estudios científicos han demostrado los beneficios de los ácidos grasos omega-3 para los atletas. Estos incluyen la reducción de la fatiga posterior al ejercicio, la disminución de la producción de citocinas inflamatorias (IL-6 y TNF-α), la modulación de la producción de eicosanoides, el aumento de la masa y la fuerza muscular, la aceleración de los procesos de recuperación y la mejora de las adaptaciones al entrenamiento. En particular en el entrenamiento de fuerza, los impactos potenciales del omega-3 en las adaptaciones musculares y el desarrollo de la fuerza son cruciales para optimizar el rendimiento del ejercicio.
Las citocinas proinflamatorias, como la interleucina-6, el factor de necrosis tumoral alfa y la proteína C reactiva, son indicadores clave de la activación inmunitaria y el estrés tisular tras el ejercicio intenso. Los niveles crónicamente elevados de estos marcadores pueden perjudicar los procesos de recuperación y dificultar las adaptaciones al entrenamiento a largo plazo. El glutatión y el malondialdehído, por otro lado, son indicadores clave del equilibrio oxidativo.
Los parámetros del perfil lipídico sanguíneo, incluyendo HDL, LDL y triglicéridos, también son biomarcadores valiosos para evaluar tanto la salud cardiometabólica como la aptitud física a largo plazo.
Aunque investigaciones previas han examinado los efectos a corto plazo de la suplementación con ácidos grasos omega-3 y el entrenamiento de resistencia de forma independiente o en paralelo, existe una falta de estudios integrativos que evalúen los impactos sinérgicos a largo plazo de su combinación en los resultados tanto fisiológicos como de rendimiento. Específicamente, las influencias crónicas de los ácidos grasos omega-3 en las adaptaciones neuromusculares, bioquímicas y sistémicas inducidas por el entrenamiento siguen sin explorarse.
Para abordar esta brecha, un nuevo estudio se propuso como objetivo evaluar los efectos integrales de la suplementación con omega-3 durante 8 semanas junto con el entrenamiento de resistencia estructurado en la fuerza muscular, el rendimiento neuromuscular, los neurobiomarcadores (BDNF, dopamina y serotonina), las respuestas inflamatorias (IL-6, TNF-α y PCR) y antioxidantes (GSH y MDA), y los marcadores del perfil lipídico (HDL, LDL y TG) en adultos sanos con actividad recreativa.
Para ello, 30 participantes varones físicamente activos fueron asignados aleatoriamente a un grupo experimental (omega-3 + entrenamiento de resistencia) o a un grupo control (solo entrenamiento de resistencia). Durante ocho semanas, ambos grupos realizaron un programa estandarizado de entrenamiento de resistencia 3 veces por semana. El grupo experimental recibió adicionalmente 3150 mg/día de ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA).
Las evaluaciones pre y post intervención incluyeron biomarcadores sanguíneos (LDL, HDL, triglicéridos, IL-6, TNF-α, PCR, GSH, MDA, BDNF, serotonina y dopamina) y pruebas de rendimiento físico (1RM, CMJ, RSI, sprint de 10 m y agilidad de Illinois).
El análisis de los resultados confirmó los efectos beneficiosos de la suplementación con omega-3 sobre el perfil lipídico ya que se observaron reducciones significativas en los niveles de LDL y triglicéridos, junto con un aumento significativo en los niveles de HDL en el grupo experimental. Además, las disminuciones significativas en los niveles de citocinas proinflamatorias como IL-6, TNF-α y PCR en el grupo experimental demostraron el potencial antiinflamatorio de la suplementación.
En términos de respuestas antioxidantes, se evidenció un aumento del 15% en los niveles de glutatión y una disminución del 33% en los niveles de malondialdehído, lo que “respalda el papel de los omega-3 en la reducción del estrés oxidativo”. En cuanto a los neurobiomarcadores, el aumento de los niveles de BDNF, dopamina y serotonina reveló que este ácido graso contribuye a la plasticidad sináptica y al equilibrio de neurotransmisores.
En las evaluaciones de rendimiento físico, el grupo experimental mostró mejoras significativas en las pruebas de fuerza de una repetición máxima (1RM), sprint, agilidad y fuerza reactiva.
“Estos resultados demuestran que la integración de la suplementación con omega-3 en el entrenamiento de resistencia produce beneficios significativos y multidimensionales, no solo en los parámetros bioquímicos, sino también en el rendimiento deportivo”, destacan los autores.
Aunque muchos de los efectos de interacción grupo × tiempo no alcanzaron significancia estadística, aclaran que “esto no implica necesariamente la ausencia de un efecto de intervención significativo”. “En el contexto del entrenamiento atlético, incluso modestas mejoras fisiológicas o neuromusculares pueden traducirse en ventajas tangibles en el rendimiento, particularmente en entornos competitivos donde las ganancias marginales son críticas”, explican.
Por ejemplo, señalan que una mejora del 7-10% en el tiempo de sprint o fuerza reactiva, aunque no estadísticamente significativa en términos de interacción, puede reflejar un efecto sustancial en términos de agilidad, explosividad o capacidad de respuesta atlética general.
“La direccionalidad consistente de los cambios observados en el grupo experimental, junto con mejoras intragrupo estadísticamente significativas, sugieren una tendencia favorable atribuible a la intervención omega-3. Por lo tanto, la relevancia práctica de estos hallazgos no debe subestimarse, especialmente considerando la complejidad de las adaptaciones multifactoriales en el rendimiento atlético del mundo real”, agregan los investigadores.
Los hallazgos relacionados con los marcadores inflamatorios y antioxidantes revelaron que la suplementación con omega-3 redujo significativamente los niveles de inflamación y mejoró la capacidad antioxidante. En el grupo experimental, los niveles de IL-6 y TNF-α mostraron reducciones estadísticamente significativas, mientras que los niveles de glutatión exhibieron un marcado aumento. Además, una disminución del 33,18% en los niveles de malondialdehído indicó una reducción sustancial en el estrés oxidativo celular.
“Los mecanismos no solo reducen los niveles de biomarcadores de estrés oxidativo, como el malondialdehído, sino que también aceleran la reparación y regeneración celular, mejorando así la recuperación post-ejercicio y manteniendo la función y el rendimiento muscular a largo plazo”, indican.
Según lo descripto por el reciente estudio, “estas acciones multi-vía del omega-3 resaltan su rol como un potente protector celular, especialmente cuando se combinan con las demandas fisiológicas del entrenamiento de resistencia estructurado. Esta defensa antioxidante a nivel sistémico respalda la hipótesis de que el omega-3 no solo mejora la recuperación aguda, sino que también puede contribuir a la remodelación adaptativa y la resiliencia metabólica con el tiempo”.
En cuanto a las medidas de rendimiento físico, el grupo experimental mostró mejoras estadísticamente significativas en los valores de 1RM tanto en press de banca (13,57 %) como en sentadilla (9,72 %), lo que indica una mayor producción de fuerza máxima. Estos hallazgos sugieren que “la suplementación con omega-3, combinada con entrenamiento de resistencia, promueve mayores ganancias de fuerza muscular”.
Mecanísticamente, atribuyen estos cambios a la modificación que inducen en la composición de fosfolípidos de la membrana celular muscular, que aumentan la fluidez, la permeabilidad y la eficiencia de la señalización intracelular de la membrana. “Una mejor integridad de la membrana puede facilitar un transporte de nutrientes, una señalización hormonal y una función contráctil más eficientes”, justifican.
Las perspectivas integradas a nivel sistémico destacan que las adaptaciones fisiológicas observadas en este estudio, incluyendo mejoras dinámicas en el metabolismo lipídico, la neuroplasticidad y la función antioxidante, no son fenómenos aislados, sino “componentes de un proceso más amplio de reprogramación metabólica impulsado por la actividad física estructurada y el apoyo nutricional”.
En resumen, la combinación de la suplementación con omega-3 y el entrenamiento de resistencia resultó en mejoras significativas no solo en los marcadores bioquímicos, sino también en componentes esenciales del rendimiento físico, como la fuerza muscular, la agilidad, el tiempo de reacción y la potencia explosiva. Los autores resaltan que el hecho de que estas mejoras se observaran incluso en personas sanas y físicamente activas sugiere que el omega-3 puede considerarse un valioso complemento para mejorar el rendimiento en atletas y personas que realizan actividad física con regularidad.
De esta manera, finalizan su trabajo sugiriendo que “la suplementación con omega-3 debe considerarse una poderosa herramienta estratégica para mejorar el rendimiento y apoyar la adaptación fisiológica en personas que realizan entrenamiento de resistencia”.