Garantizar la inocuidad alimentaria y proteger la salud pública son aspectos cruciales del envasado moderno de alimentos. Si bien este es esencial para conservar los alimentos, prevenir su deterioro y prolongar su vida útil, también puede convertirse en una fuente de contaminación química debido a la migración de sustancias de los materiales de envasado a los productos alimenticios.
Este proceso de migración ocurre en diversas condiciones, como durante el almacenamiento y el procesamiento, lo que puede introducir compuestos indeseables en los alimentos que pueden afectar la salud del consumidor según su concentración y toxicidad.
Entre los materiales de envasado, los plásticos son los más utilizados debido a su durabilidad, versatilidad y rentabilidad. Se emplean más de 30 tipos diferentes de plásticos en el envasado, que contienen diversos compuestos como monómeros, oligómeros, plastificantes, estabilizadores y otros aditivos que pueden migrar a los alimentos en determinadas condiciones.
Entre las sustancias químicas significativas propensas a la migración se incluyen la L-alanina, el ácido acético, la cianoacetamida, la hexilamina, la urea y los derivados del benceno como el etilbenceno, la formamida y el nitrito de sodio, algunos de los cuales tienen propiedades toxicológicas conocidas.
La migración es un proceso complejo influenciado por factores como las propiedades químicas del polímero, la temperatura, el tiempo de almacenamiento y la composición de los alimentos. Estos compuestos migrantes pueden comprometer la calidad y seguridad de los alimentos, causando potencialmente alteraciones sensoriales o problemas de salud a largo plazo, particularmente cuando están presentes en altas concentraciones.
La migración plantea posibles problemas de salud, como alteraciones sensoriales, toxicidad aguda y efectos a largo plazo como carcinogenicidad y disrupción endocrina. En consecuencia, los organismos reguladores han establecido límites de migración específicos y generales para muchas sustancias químicas para garantizar la seguridad del consumidor.
La identificación y el control precisos de la migración química son esenciales para garantizar la seguridad alimentaria y proteger la salud pública. El monitoreo continuo de sustancias potencialmente peligrosas es crítico para minimizar la exposición del consumidor y evaluar los riesgos a largo plazo para la salud.
La exposición crónica a estas sustancias también puede conducir a la supresión del sistema inmunológico, trastornos metabólicos, daño hepático y renal, y aumento del estrés oxidativo. Los niños y las poblaciones vulnerables corren un mayor riesgo debido a sus umbrales de tolerancia más bajos y sensibilidad del desarrollo.
Frente a este contexto, un reciente estudio persiguió el objetivo de investigar la migración de compuestos químicos de envases plásticos de alimentos a diversas categorías de alimentos y evaluar sus posibles riesgos para la salud. Los autores se centraron en la identificación y cuantificación de L-alanina, ácido acético, cianoacetamida, urea, hexilamina, etilbenceno, formamida y nitrito de sodio, analizando sus patrones de migración en diferentes tipos de alimentos para comprender mejor su comportamiento e implicaciones para la seguridad alimentaria.
Para ello, recolectaron sistemáticamente 104 muestras de alimentos envasados en mercados minoristas, las cuales luego clasificaron en nueve grupos distintos: carne cruda congelada, pollo crudo congelado, verduras congeladas, comida rápida congelada, frutas congeladas, mariscos congelados, queso, papas fritas, fideos, chocolates, dulces y helados.
El proceso de selección se diseñó para abarcar una amplia gama de productos alimenticios de consumo frecuente susceptibles a la migración química. Asimismo, las categorías se seleccionaron para brindar una cobertura completa de los diferentes tipos de envases y matrices alimentarias que pueden afectar el grado de migración química.
Las sustancias detectadas en las muestras analizadas se clasificaron en nueve grupos químicos: alanina, ácido acético, derivados del ciano, urea, aminas, amidas, derivados del benceno, nitritos y compuestos no especificados. Estos últimos representan sustancias químicas que no pudieron clasificarse debido a la ausencia de espectros de referencia.
El análisis estadístico indicó diferencias significativas en los niveles de migración entre las categorías de alimentos. Diversos factores contribuyen a estas variaciones, como la composición de los alimentos, la temperatura de almacenamiento, las características del material de envasado y la duración del contacto.
Entre las sustancias detectadas, los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) son particularmente preocupantes debido a su impacto toxicológico bien documentado, el cual está relacionado a trastornos hematológicos e inmunotoxicidad. “En nuestro estudio, los niveles más altos de migración de derivados de benceno, un marcador de HAP, se encontraron en patatas fritas”.
Los derivados de ciano, detectados en altas concentraciones en el queso, son precursores conocidos del cianuro, que puede tener graves consecuencias para la salud, incluyendo hipotiroidismo y trastornos neurológicos. “La baja solubilidad de estos compuestos en agua, pero la alta afinidad por matrices ricas en grasa justifica su elevada presencia en el queso y los productos lácteos procesados”, explican los autores.
La presencia de nitritos en los envases de alimentos es igualmente alarmante. Los nitritos, aunque se usan comúnmente como conservantes, pueden formar nitrosaminas en combinación con aminas secundarias, compuestos que están fuertemente asociados con el cáncer gastrointestinal y otras neoplasias malignas. “En nuestro análisis, los chocolates exhibieron los niveles más altos de nitrito, lo que indica que tanto el envase como la propia matriz alimentaria podrían contribuir a los altos niveles de migración”, mencionan.
La migración de aminas y amidas hacia alimentos ricos en carbohidratos como caramelos y patatas fritas fue significativa. Estos compuestos son conocidas por su potencial carcinogénico, especialmente por inducir cáncer de vejiga.
Los derivados de la urea, presentes predominantemente en el queso y los fideos, pueden alterar los procesos metabólicos en altas concentraciones. “La frecuente detección de estos compuestos sugiere que podrían ser productos de degradación de ciertos materiales de envasado o provenir de la propia matriz alimentaria”, señalan.
La migración de compuestos no especificados, cuyos niveles más altos se encontraron en fideos, pone de relieve las limitaciones de las bibliotecas de referencia actuales y la necesidad de ampliar las bases de datos para identificar con precisión estos compuestos desconocidos. “Estos compuestos podrían representar contaminantes nuevos o poco estudiados con posibles implicaciones toxicológicas”, refiere el artículo.
Desde una perspectiva sanitaria, la exposición a corto plazo a todas estas sustancias químicas puede causar reacciones alérgicas, malestar gastrointestinal o toxicidad aguda, mientras que la exposición a largo plazo supone un riesgo mucho mayor. Destacan que la exposición crónica a HAP y nitrosaminas se ha vinculado a diversos tipos de cáncer, alteraciones endocrinas y enfermedades cardiovasculares.
“Los hallazgos subrayan la importancia de la supervisión regulatoria y el monitoreo continuo para reducir la exposición de los consumidores a sustancias potencialmente dañinas. Las investigaciones futuras deben centrarse en la identificación de compuestos no identificados, la evaluación de los riesgos de exposición acumulativa y el desarrollo de alternativas más seguras para los materiales en contacto con alimentos”, comentan los expertos.
En el reciente estudio, los investigadores proponen un marco de acción a futuro, el cual busca minimizar la migración química de los envases de alimentos, garantizando al mismo tiempo el cumplimiento normativo y la protección del consumidor.
Destacan el papel de las principales partes interesadas, como los organismos reguladores, los fabricantes de envases, los productores de alimentos y las instituciones de investigación, en el fomento de la colaboración para desarrollar materiales de envasado más seguros, implementar estrategias de monitoreo eficaces y asegurar el cumplimiento de las normas de seguridad.
“Este enfoque estratégico está diseñado para reducir los riesgos de migración química, aumentar la confianza del consumidor en las normativas de seguridad alimentaria y promover la adopción de soluciones de envasado sostenibles y saludables. La implementación exitosa de este marco requiere la colaboración activa con las empresas alimentarias, los organismos reguladores y los consumidores a través de publicaciones científicas, congresos del sector y programas de certificación de seguridad de envases”, describen.
En general, el nuevo modelo propuesto subraya la necesidad crucial de un monitoreo continuo, la armonización regulatoria y el desarrollo de alternativas de empaque más seguras para proteger la salud pública.
En resumen, el análisis identificó nueve grupos químicos con diferencias significativas en los niveles de migración entre diferentes categorías de alimentos. Cabe destacar que se detectaron altas concentraciones de derivados del benceno, nitritos y amidas en papas fritas, chocolates y dulces, lo que generó preocupación debido a sus posibles efectos cancerígenos y toxicológicos.
Estos hallazgos "resaltan la importancia del monitoreo continuo, las técnicas analíticas avanzadas y el desarrollo de materiales de empaque más seguros. La armonización de estándares internacionales y la expansión del perfil toxicológico de compuestos desconocidos son esenciales para mitigar los riesgos de la migración química y proteger la salud del consumidor”.