El envejecimiento de la población se ha convertido en un desafío global crítico, con individuos de 60 años o más representando uno de los segmentos demográficos de más rápido crecimiento en todo el mundo.
Para 2050, se proyecta que los adultos mayores representarán más del 20 % de la población total, una transformación demográfica que plantea preocupaciones apremiantes con respecto a los declives relacionados con la edad en la salud musculoesquelética, la capacidad cognitiva y la homeostasis metabólica.
Aunque los programas de ejercicio estructurados están bien documentados para mejorar estos declives relacionados con la edad, principalmente a través de mejoras en la fuerza muscular, la función cardiovascular y la coordinación neuromuscular, muchos adultos mayores no participan en regímenes de entrenamiento formales. En cambio, muchos participan en estilos de vida espontáneamente activos, típicamente caracterizados por actividades no estructuradas como caminar, tareas domésticas o actividades recreativas moderadas. Si bien estas actividades menos intensivas a menudo brindan beneficios mensurables para la salud, incluidas mejoras en la movilidad y en las métricas cardiorrespiratorias, pueden necesitarse estrategias adicionales para contrarrestar los deterioros progresivos que comúnmente acompañan al avance de la edad.
Por el lado fisiológico, el envejecimiento está acompañado de múltiples desafíos relacionados con el metabolismo energético y el equilibrio oxidativo. La acumulación de daño oxidativo puede exacerbar la fatiga, perjudicar la función celular y acelerar el declive tanto del rendimiento muscular como de la capacidad cognitiva. Además, el envejecimiento está acompañado de una reducción en el soporte neurotrófico, particularmente reflejado por la disminución de la expresión del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés ), lo que exacerba el decaimiento cognitivo relacionado con la edad.
Además, la inflamación sistémica crónica, caracterizada por niveles elevados de mediadores inflamatorios, incluyendo la interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), junto con la disfunción mitocondrial asociada con el aumento de las especies reactivas de oxígeno (ROS), compromete aún más la integridad del músculo esquelético, la función neuronal y la regulación metabólica. Por lo tanto, las intervenciones nutricionales destinadas a reforzar las defensas antioxidantes y mejorar los mecanismos de recuperación son esenciales para mitigar los efectos adversos asociados con el envejecimiento.
En este contexto, la suplementación con nucleótidos ha emergido como una prometedora estrategia complementaria. Los nucleótidos desempeñan papeles esenciales en el metabolismo energético celular, la modulación inmunitaria y la reparación tisular.
Aunque se sintetizan endógenamente, ciertos tejidos exhiben una capacidad limitada de síntesis de novo, lo que los hace dependientes de fuentes exógenas durante períodos de mayor demanda fisiológica. Las investigaciones en poblaciones humanas o clínicas sugieren que la suplementación con nucleótidos puede proporcionar beneficios ergogénicos e inmunomoduladores significativos.
Si bien estos hallazgos resaltan el potencial de la suplementación con nucleótidos para mantener la homeostasis fisiológica, las diferencias en las formulaciones de nucleótidos podrían influir en sus efectos fisiológicos específicos. Dadas las posibles distinciones mecanicistas entre las formulaciones, se justifican más investigaciones para comparar su eficacia en la modulación de la resiliencia neuromuscular, la función cognitiva y las adaptaciones metabólicas en individuos mayores con patrones de actividad física no estructurados.
Para abordar estas lagunas, los investigadores Javier Gene-Morales, Ángel Sáez-Berlanga, Fernando Martín Rivera, Iván Chulvi-Medrano y Juan C. Colado, del Departamento de Educación Física y Deporte de la Universidad de Valencia; Álvaro Juesas, Ezequiel G. Martín, Luis Garrigues-Pelufo, Brayan S. Sandoval-Camargo, Pablo Jiménez-Martínez, Carlos Alix-Fages y Pedro Gargallo, del Grupo de Investigación en Prevención y Salud en el Ejercicio y el Deporte (PHES); y Julio Fernández-Garrido y Óscar Caballero, del Departamento de Enfermería de la Facultad de Enfermería y Podología, llevaron adelante un ensayo clínico aleatorizado, triple ciego y controlado.
En el mismo, buscaron evaluar los efectos de un estilo de vida espontáneamente activo, con y sin suplementación dietética de nucleótidos, en los perfiles funcionales, cognitivos y metabólicos de los adultos mayores. También se plantearon comparar la eficacia de dos formulaciones de nucleótidos distintas: una de nucleótidos de levadura (YN), que combina nucleótidos con compuestos bioactivos adicionales (aminoácidos, vitaminas del grupo B) y otra basada en neuro (NF) que consiste exclusivamente en nucleótidos de monofosfato, ambas probadas contra un placebo.
Plantearon la hipótesis de que los adultos mayores que recibían suplementación de nucleótidos exhibirían mejoras más pronunciadas en la capacidad funcional, el rendimiento cognitivo y la resiliencia metabólica en comparación con aquellos en el grupo placebo. Para comprobarla, 69 adultos mayores físicamente independientes se dividieron aleatoriamente en tres grupos: un grupo recibió la formulación de nucleótidos de levadura (YN), otro la formulación basada en neuro y finalmente aquellos que recibieron un placebo.
Los principales hallazgos del estudio demostraron que la suplementación con nucleótidos mejoró significativamente los marcadores clave de neurogénesis, equilibrio oxidativo y capacidad funcional general. “Específicamente, los grupos experimentales exhibieron un marcado aumento en los niveles de factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), lo que sugiere una neurogénesis mejorada y resiliencia cognitiva, junto con cambios favorables en los parámetros de estrés oxidativo”, mencionan los autores.
Además, los marcadores inflamatorios como IL-6 y TNF-α se redujeron significativamente en los grupos suplementados con nucleótidos en comparación con placebo, lo cual explican que sugiere una “respuesta antiinflamatoria robusta”. Así también al evaluar las pruebas funcionales, los expertos observaron que los grupos experimentales lograron mejoras significativas en el rendimiento físico.
“Estas ganancias funcionales fueron acompañadas por cambios favorables en la composición corporal, reflejados por el mantenimiento de la masa grasa y la ausencia de pérdida de masa magra, mientras que el rendimiento cognitivo, particularmente en la función ejecutiva también mejoró”, resaltan.
En general, comentan que, en base a los resultados, la suplementación dietética con nucleótidos, combinada con actividad física espontánea, puede favorecer eficazmente la salud neuromuscular y cognitiva, “lo que refuerza su potencial como estrategia complementaria prometedora para promover un envejecimiento saludable en adultos mayores”.
Si bien no observaron diferencias significativas entre los dos grupos de suplementación, sí observaron tendencias distintivas en sus efectos. La suplementación con NF mostró una tendencia hacia mayores beneficios neurotróficos, como lo demuestra el aumento más pronunciado en los niveles de BDNF. Por el contrario, la suplementación con YN evidenció una tendencia más marcada a mejorar la recuperación neuromuscular y la modulación del estrés oxidativo.
“Estos hallazgos sugieren que, si bien ambas formulaciones ofrecen efectos beneficiosos, sus mecanismos de acción pueden diferir, y se justifica la realización de más investigaciones para determinar si períodos de intervención más prolongados o diferentes estrategias de suplementación podrían optimizar sus respectivos beneficios en las poblaciones mayores”, desarrolla el nuevo artículo.
Más allá de las implicaciones clínicas y científicas, estos resultados también pueden orientar la formulación de políticas sanitarias. A medida que aumenta el envejecimiento demográfico, las estrategias rentables y escalables que promueven la independencia funcional y la salud cognitiva cobran cada vez mayor relevancia. Es por ello que, los expertos destacan que “intervenciones nutricionales como la suplementación con nucleótidos, en particular cuando se combinan con actividad física espontánea, podrían incorporarse en marcos de salud preventiva o programas públicos de envejecimiento dirigidos a reducir la carga sanitaria a largo plazo y promover una longevidad saludable”.
En resumen, la investigación demostró que la suplementación dietética con nucleótidos, combinada con actividad física espontánea, mejoró significativamente la función física, el rendimiento cognitivo, la salud metabólica, los biomarcadores de estrés oxidativo y los perfiles inflamatorios en adultos mayores físicamente independientes. Ambas formulaciones de nucleótidos mitigaron eficazmente el aumento de adiposidad y la pérdida muscular relacionados con la edad, lo que sugiere un papel protector contra la sarcopenia.
Los autores finalizan su trabajo reconociendo la necesidad de que “estudios futuros deberían aclarar la dosis óptima y los efectos a largo plazo en diversas poblaciones de personas mayores”.