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Adultos mayores: dieta y actividad física ejercen efectos diferenciales en masa muscular dependiendo del sexo

Adultos mayores: dieta y actividad física ejercen efectos diferenciales en masa muscular dependiendo del sexo

La masa muscular de mujeres se asoció con múltiples variables dietéticas como proteínas, ácidos grasos poliinsaturados, fósforo y magnesio; mientras que, en hombres, solo la ingesta de proteínas mostró una asociación consistente
Masa muscular ancianos
En los hombres, la masa muscular parece depender más únicamente del consumo total de proteínas.

El cambio demográfico hacia una población envejecida impone importantes desafíos a los sistemas de salud y exige estrategias perfeccionadas para preservar la salud y la independencia funcional de los adultos mayores. Un componente crucial del envejecimiento saludable es el mantenimiento de una masa muscular esquelética adecuada, determinante clave del rendimiento físico, la capacidad funcional y, en última instancia, la supervivencia. Entre las personas en transición hacia la vejez, en particular entre las personas de la sexta y séptima década de la vida, la masa muscular esquelética se convierte en un indicador vital de la reserva fisiológica.

 

Las diferencias en la composición corporal relacionadas con el sexo, específicamente en términos de masa magra y muscular, se acentúan especialmente en la vejez temprana. Este período suele estar marcado por la aparición de sarcopenia, una pérdida progresiva y generalizada de masa y fuerza muscular. 

 

La evidencia sugiere que un patrón dietético saludable puede ejercer un papel protector contra la sarcopenia en mujeres, un hallazgo que no se observa de forma consistente en hombres. De igual manera, la actividad física (AF) parece mitigar la pérdida muscular, aunque las diferencias específicas de respuesta según el sexo aún no se comprenden adecuadamente.

 

Tanto la ingesta nutricional como la actividad física se han establecido como determinantes modificables clave de la masa muscular. Una dieta alta en proteínas, tradicionalmente con énfasis en proteínas de origen animal, se asocia con respuestas anabólicas mejoradas. No obstante, estudios recientes indican que las proteínas vegetales, cuando se suplementan adecuadamente, en particular con leucina, pueden ofrecer un potencial anabólico comparable. Curiosamente, cierta evidencia sugiere que los patrones dietéticos vegetales pueden conferir beneficios funcionales más amplios, como una mayor independencia. 

 

Además de las proteínas, otros componentes de la dieta desempeñan un papel crucial en la salud muscular. La ingesta de lípidos, en concreto de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, así como de fibra dietética se ha relacionado con la modulación del riesgo de sarcopenia. 

 

La actividad física (AF) sigue siendo fundamental en la prevención y el tratamiento de la sarcopenia. El entrenamiento de resistencia es particularmente eficaz para mitigar la atrofia muscular asociada con el envejecimiento. Además, la práctica regular de AF moderada a vigorosa en el tiempo libre parece tener efectos protectores. Los cambios hormonales, especialmente la disminución de estrógenos durante la menopausia, contribuyen significativamente a la pérdida de masa muscular en mujeres; sin embargo, se observan procesos similares en hombres mayores. En general, la AF se reconoce sistemáticamente como la intervención no farmacológica más eficaz para contrarrestar la sarcopenia

 

A pesar de la creciente investigación en este dominio, aún existen importantes lagunas en la comprensión de la interacción entre los componentes dietéticos, los patrones de actividad física y las influencias específicas del sexo en la dinámica de la masa muscular en poblaciones que envejecen. Es por ello que, un nuevo estudio buscó identificar factores asociados (correlatos dietéticos y conductuales) con la masa muscular esquelética en una cohorte de adultos mayores. 

 

Se incluyeron a 134 mujeres y 138 hombres, su composición corporal se evaluó mediante impedancia bioeléctrica y la ingesta dietética utilizando un recordatorio de 24 horas. Finalmente, la AF se midió utilizando el Cuestionario de Recuerdo de Actividad Física de Siete Días y los Índices de Actividad Física de Stanford. 

 

El sexo, efecto diferencial en la masa muscular dependiendo del sexo entre adultos

 

Los datos recopilados revelaron una disparidad sustancial entre sexos, con diferencias notables observadas tanto en la composición dietética como en la actividad física, cada una de las cuales puede influir de forma independiente o sinérgica en la masa muscular. “En mujeres, la masa muscular mostró asociaciones significativas con múltiples variables dietéticas y de estilo de vida”, mencionan los autores. 

 

La masa muscular se correlacionó positivamente con la ingesta de proteínas estandarizada por kilogramo de peso corporal. Sin embargo, la masa muscular de mujeres se asoció con numerosos componentes dietéticos, como la ingesta de ácidos grasos poliinsaturados (AGPI), fósforo y magnesio

 

Al considerar los componentes dietéticos, identificaron que “las participantes femeninas que exhibieron una masa muscular más baja tendieron a consumir dietas ricas en mariscos, nueces y semillas, carne, legumbres y productos lácteos”. 

 

Curiosamente, se observó una asociación negativa entre algunos ácidos grasos poliinsaturados y la masa muscular en el grupo de mujeres. Sin embargo, los expertos aclaran que este hallazgo inesperado “puede reflejar causalidad inversa” (donde las mujeres con menor masa muscular podrían aumentar la ingesta de PUFA en respuesta a preocupaciones de salud) o patrones dietéticos específicos de la población. “La prevención de la pérdida muscular relacionada con la edad y la enfermedad causada por PUFA ha sido probada. Una ingesta mínima de 2 g/día de ácido graso omega-3 está relacionada con la ganancia muscular y la mejora de la velocidad al caminar”, justifican. 

 

De manera similar a PUFA, el nuevo estudio ha encontrado una correlación negativa entre la vitamina D3 y la masa muscular en mujeres. Nuevamente, aclaran que las observaciones realizadas previamente indican una asociación positiva entre la vitamina D3 y el tejido muscular y su deficiencia es uno de los factores de riesgo para desarrollar sarcopenia. Señalan que hay varias razones por las que los resultados de este estudio podrían diferir de la investigación anterior. 

 

Una posibilidad es que los participantes sean diferentes de los de estudios anteriores y otra, como se ha mencionado anteriormente, podría ser la causalidad inversa: las personas con menor masa muscular podrían empezar a tomar suplementos para mejorar su salud, lo que podría hacer parecer que el uso de suplementos está relacionado con una menor masa muscular, aunque en realidad sea el resultado, no la causa.

 

Por otra parte, la ingesta de fósforo se asoció de forma independiente con el porcentaje de masa muscular en mujeres, mostrando una fuerte correlación positiva entre el mineral y la masa muscular. Según los investigadores, esto tendría que ver con que las dietas ricas en fósforo a menudo se superponen con patrones dietéticos ricos en proteínas debido a sus fuentes compartidas: proteínas animales y vegetales, pescado, mariscos, lácteos y legumbres. Asimismo, la ingesta de magnesio se asoció positivamente con la masa muscular, aunque esta relación fue exclusiva de la cohorte femenina.

 

La actividad física moderada en el tiempo libre, categorizada dentro de los comportamientos relacionados con la salud, tuvo una asociación significativa con la masa muscular en mujeres; en hombres, el mismo resultado se destacó con la actividad física intensa en el tiempo libre. “Por el contrario, la actividad física relacionada con el gasto energético, que abarca las actividades domésticas y ocupacionales, no mostró dicha relación”, mencionan. 

 

Entre los participantes masculinos, los análisis arrojaron asociaciones más moderadas. Solo la ingesta de proteínas por kilogramo de masa corporal se mantuvo significativa, ninguna otra variable dietética o de actividad física mostró una relación significativa con la masa muscular. Esto sugiere que, en los hombres, “la variabilidad de la masa muscular se ve influenciada principalmente por la ingesta total de proteínas, mientras que otros componentes dietéticos desempeñan un papel secundario”. 

 

“Los hallazgos del presente estudio implican que, entre los adultos mayores de 60 a 65 años, la dieta y la actividad física ejercen efectos diferenciales en la masa muscular dependiendo del sexo, lo que subraya la necesidad de intervenciones y recomendaciones específicas para cada sexo”, resaltan los expertos. 

 

En resumen, el estudio destaca claras diferencias entre mujeres y hombres en factores relacionados con la masa muscular en adultos de 60 a 65 año. En las mujeres, la masa muscular se asoció con la ingesta de proteínas por kilogramo de peso corporal, así como con nutrientes como ácidos grasos poliinsaturados, fósforo y magnesio; mientras que, en los hombres, solo la ingesta de proteínas mostró una asociación consistente, sin que otros factores dietéticos alcanzaran la significación. 

 

Los autores finalizan su trabajo reconociendo que “estos hallazgos sugieren un papel más fuerte y complejo de la dieta y el estilo de vida en las mujeres, mientras que, en los hombres, la masa muscular parece depender más únicamente del consumo total de proteínas”. 

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