Nuestra dieta influye en gran medida en nuestra salud y bienestar: una dieta equilibrada sienta las bases para una vida sana y para la prevención de enfermedades. Sin embargo, un enfoque universal puede no funcionar, dadas las diferencias biológicas, culturales, socioeconómicas y de estilo de vida. Además, el género y la edad pueden influir drásticamente en las preferencias alimentarias.
En este punto, numerosos estudios han explorado la diversidad alimentaria y la frecuencia con la que se consumen ciertos alimentos. Sin embargo, se sabe poco sobre cómo varían los patrones alimentarios, las elecciones y las combinaciones de alimentos con la edad y el género.
Para abordar esta cuestión, el profesor Katsumi Iizuka y su equipo han analizado los patrones alimentarios de japoneses jóvenes y de mediana edad. “Ser consciente de las diferencias específicas de género y edad en los patrones y la diversidad alimentaria puede conducir a una mejora nutricional individualizada para cada grupo de edad y género”, explica el profesor Iizuka.
Pare este estudio, los investigadores analizaron las respuestas anónimas de una encuesta dietética obtenidas durante los chequeos médicos de 2.743 empleados de la Universidad de Salud Fujita. Los encuestados se clasificaron en cuatro grupos de edad: 20-29, 30-39, 40-49 y 50-59 años.
El Cuestionario de Frecuencia de Consumo de Alimentos se utilizó para evaluar la frecuencia de consumo semanal de 10 alimentos diferentes, como carne, pescado, huevos, lácteos, soja, verduras de hoja verde, algas, frutas, patatas y aceite. También para evaluar la frecuencia de consumo de café y té azucarados, así como la frecuencia de consumo de caramelos blandos, refrescos de cola, otros refrescos y alcohol.
Investigaciones previas han utilizado índices de diversidad para evaluar la ingesta de alimentos. Sin embargo, estas puntuaciones no reflejan adecuadamente los patrones ni las combinaciones de dietas. Ahora bien, en este estudio, los investigadores aplicaron técnicas estadísticas inexploradas, comúnmente utilizadas en ecología, para examinar la diversidad microbiana. Así, evaluaron la diversidad alfa, o la diversidad en un solo grupo, y la diversidad beta, o la diversidad entre diferentes grupos. Además, realizaron un análisis multivariante para incorporar las variaciones de edad y género.
El análisis reveló que la frecuencia de ingesta de los alimentos individuales no varió mucho entre los encuestados hombres y mujeres, exceptuando que las mujeres consumieron frutas con mayor frecuencia que los hombres. Al agrupar a los participantes por edad y sexo, los investigadores notaron patrones dietéticos significativamente diferentes influenciados por la ingesta de carne, pescado, huevos, frutas, algas, productos lácteos, verduras y patatas.
Los resultados del estudio revelaron que las mujeres tenían patrones dietéticos más diversos en comparación con los hombres. Además, los hombres más jóvenes eran menos propensos -mientras que las mujeres mayores eran más propensas- a seguir un patrón dietético centrado en la carne o el huevo con frutas y productos lácteos.
Por otro lado, los hombres mayores preferían una dieta japonesa tradicional centrada en el pescado y las grasas, mientras que las mujeres más jóvenes se inclinaban por los alimentos de origen vegetal, incluidas las frutas, las verduras y las patatas. En particular, las diferencias entre los patrones dietéticos masculinos y femeninos se hicieron más pequeñas con la edad, lo que sugiere un cambio en las preferencias dietéticas.
Curiosamente, la diversidad dietética y la ingesta de alimentos beneficiosos, como frutas, algas y productos lácteos, aumentaron con la edad, tanto en hombres como en mujeres. Los investigadores sugieren que este aumento podría deberse a la brecha generacional entre los adultos de 20 a 40 años: mientras que las personas de mediana edad suelen vivir con sus familias, los adultos más jóvenes tienden a vivir solos, lo que puede afectar su consumo y sus elecciones de alimentos.
Ahora bien, una alimentación saludable a una edad temprana puede tener un impacto significativo en la salud futura. Por lo tanto, incluir alimentos ricos en micronutrientes, como frutas, algas y productos lácteos en las cafeterías y lugares de trabajo del personal, puede ayudar a mejorar su consumo en los adultos más jóvenes.
En general, estos hallazgos aportan nuevas perspectivas sobre cómo difieren los patrones alimentarios según la edad y el género. Estos resultados pueden ampliarse para comprender cómo las variaciones en la dieta afectan la salud intestinal y la microbiota, así como la aparición de enfermedades como la obesidad, la diabetes, las cardiopatías y el cáncer. Además, comprender las variaciones en la dieta puede ayudar a los nutricionistas a ofrecer orientación personalizada para abordar las deficiencias individuales.
“Al consumir alimentos ricos en fibra y productos fermentados desde una edad temprana, es posible reducir el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas y cáncer. Visualizar las diferencias en los patrones alimentarios entre generaciones puede mejorar la comprensión del público general sobre el equilibrio y la diversidad alimentaria”, concluye el profesor Iizuka.