La prevalencia mundial de sobrepeso y obesidad entre niños y adolescentes ha exhibido una escalada preocupante. Datos pertinentes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que la prevalencia de sobrepeso y obesidad entre niños y adolescentes ha alcanzado niveles alarmantes, con más de 390 millones de jóvenes afectados en 2022.
Este aumento en la prevalencia resalta la necesidad urgente de estrategias efectivas de prevención y tratamiento para mitigar el riesgo de desarrollar complicaciones y comorbilidades asociadas, así como para manejar las condiciones existentes.
La etiología de la obesidad infantil es compleja y multifactorial, abarcando una gama de factores que incluyen predisposición genética, hábitos nutricionales, niveles de actividad física, comorbilidades, patrones de sueño y entornos familiares y comunitarios. Esta intrincada interacción de factores requiere una comprensión integral por parte de los profesionales de la salud, las familias y los pacientes por igual.
Para enfrentar esta complejidad, se buscan guías de práctica clínica (GPC) para informar tanto las estrategias preventivas como las modalidades de tratamiento. Sin embargo, a pesar de la disponibilidad de GPC, puede existir una heterogeneidad considerable en sus recomendaciones, lo que genera inquietudes sobre su viabilidad e implementación en diversos sistemas de atención de la salud, entornos de atención primaria y especializada, y dentro de la dinámica familiar.
En este contexto, los investigadores Francesca Filippi-Arriaga, Graciela Gastelum y Andreea Ciudin, de la Unidad de Obesidad del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona, y Eduard Mogas, del Servicio de Endocrinología Pediátrica del mismo hospital, junto con compañeros de Grecia, realizaron una revisión narrativa cuyo principal objetivo fue proporcionar un análisis experto, integral y comparativo de las brechas en las guías de práctica clínica (GPC) actuales para la prevención y el tratamiento de la obesidad en niños y adolescentes.
Se identificaron un total de 14 GPC, las cuales presentaron una heterogeneidad sustancial en sus recomendaciones: 11 se centraron en la prevención, 9 en el tratamiento y la mayoría abordó ambos aspectos.
“Con respecto a la evaluación del estado de peso, la mayoría de las GPC para la prevención de la obesidad en niños y adolescentes abogaban por el uso de la medición del índice de masa corporal (IMC). Sin embargo, una proporción sustancial no especificaba recomendaciones sobre la frecuencia de la evaluación”, comentan los autores.
Refieren que, aunque la mayoría de las directrices utilizan los mismos puntos de corte del IMC para diagnosticar el sobrepeso (≥percentil 85, <percentil 95 para la edad y el sexo) y la obesidad (≥percentil 95 para la edad y el sexo), algunas utilizan diferentes puntos de corte.
Estas discrepancias en los umbrales de diagnóstico plantean desafíos en varias áreas, incluido el diagnóstico preciso de la obesidad, la realización de estudios clínicos con resultados comparables, la gestión coherente de los datos y la unificación de la información en los países europeos y los sistemas sanitarios mundiales. “Para abordar estos desafíos, es imperativa la estandarización de los puntos de corte del IMC en los sistemas sanitarios europeos y mundiales. Además, se necesita con urgencia el desarrollo y la estandarización de herramientas de diagnóstico y estratificación centradas en el tejido adiposo”, enfatizan.
Dentro del ámbito de las modificaciones del estilo de vida, varias guías de práctica clínica abogan por la lactancia materna exclusiva durante al menos los primeros 6 meses de vida, como medida profiláctica contra el desarrollo posterior de obesidad.
Además, mencionan que todas las GPC incorporan recomendaciones generales relacionadas con una dieta variada y saludable, y la mayoría de ellas mencionan la importancia de las escuelas en el fomento de la adopción de hábitos alimentarios saludables. Sin embargo, un subconjunto de GPC son más detallados con respecto a la ingesta dietética óptima al proporcionar recomendaciones específicas de porciones adaptadas a diferentes grupos de edad.
Señalan que “una proporción sustancial de las GPC actuales priorizan el manejo de la obesidad establecida, en lugar de enfatizar las estrategias de prevención primaria y primordial”. “La intervención temprana es crucial para abordar las causas profundas del sobrepeso y la obesidad”, sostienen. En este sentido destacan como importante considerar el apoyo experto de los nutricionistas al brindar asesoramiento y orientación nutricional.
Otra brecha crítica que fue identificada en las guías de práctica clínica actuales es la falta de un enfoque específico por edad para las recomendaciones. Esto es particularmente crucial en poblaciones pediátricas debido a su fisiología dinámica, que influye en los requerimientos nutricionales, las respuestas a la medicación y la participación en la actividad física.
“Para abordar esto, es necesario un esfuerzo global para definir y unificar las clasificaciones por grupos de edad. Esto facilitará el desarrollo de recomendaciones específicas y apropiadas para la edad para la evaluación e intervención en los dominios de la dieta, la actividad física, el sedentarismo, el tiempo frente a la pantalla y el sueño”, explica el estudio.
Señalan que las recomendaciones dietéticas parecen abordarse de manera más integral en las GPC. Si bien existe variabilidad en el nivel de detalle y especificidad, la mayoría de las guías de práctica clínica brindan orientación tanto para la prevención como para el tratamiento de la obesidad mediante intervenciones dietéticas.
Como la herramienta más importante en la prevención y el tratamiento de la obesidad, las GPC priorizan brindar orientación sobre intervenciones dietéticas. Sin embargo, explican que algunas GPC aún carecen de un enfoque específico por edad con respecto al tamaño de las porciones, las cantidades o los porcentajes de macronutrientes
“Las pautas deben incluir elementos visuales útiles, como diagramas y tablas, para profesionales, pacientes y familias. Estos elementos visuales pueden ilustrar las porciones diarias y proporcionar ejemplos de tamaños de porciones para vegetales, frutas, granos, lácteos y carne”, recomiendan.
Con respecto a la actividad física, un enfoque ideal sería especificar la duración recomendada del ejercicio y los niveles de intensidad adaptados a cada grupo de edad. Además, proporcionar ejemplos de deportes y actividades apropiados para la edad ofrecería apoyo práctico para promover la actividad física. “Esta revisión revela que las recomendaciones de actividad física a menudo son homogéneas y no diferencian entre los dominios de la prevención o el tratamiento de la obesidad, ni entre los diferentes grupos de edad”, menciona el artículo.
A pesar de que la obesidad es una enfermedad crónica, las guías de práctica clínica a menudo carecen de recomendaciones explícitas para el seguimiento a largo plazo, crucial para el control sostenido del peso y la optimización de la salud general.
“Es fundamental contar con recomendaciones claras y concisas sobre los protocolos de detección y seguimiento para pacientes pediátricos con obesidad para maximizar la adherencia al tratamiento y optimizar los resultados de salud”, enfatizan.
El estudio destaca que abordar las lagunas e inconsistencias de las guías de práctica clínica (GPC) actuales es esencial para desarrollar GPC más eficaces, prácticas y basadas en la evidencia en Europa y en todo el mundo.
“Un paso crucial para mejorar la consistencia y la comparabilidad del manejo de la obesidad infantil es la estandarización de los puntos de corte del índice de masa corporal (IMC) con fines diagnósticos. Además, se justifica la exploración e integración de modalidades diagnósticas alternativas que consideren la distribución y la funcionalidad del tejido adiposo”, explican.
Las GPC deben abordar de forma integral todos los aspectos del manejo de la obesidad, incluyendo el estado de salud, la dieta, la actividad física, el tiempo frente a pantallas, el sueño y las opciones de tratamiento. Comentan como fundamental que “las recomendaciones en estos ámbitos se estratifiquen por grupo de edad para garantizar su adecuación al desarrollo y optimizar la eficacia de la intervención”.
“Es necesario hacer un fuerte énfasis en las estrategias de prevención temprana para abordar las causas fundamentales de la obesidad. Asimismo, brindar orientación clara a padres y familias facilitaría su participación activa tanto en la prevención como en el tratamiento”, concluyen.