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Los alimentos ultraprocesados se asocian con un mayor riesgo de desarrollar trastornos neuropsiquiátricos

Los alimentos ultraprocesados se asocian con un mayor riesgo de desarrollar trastornos neuropsiquiátricos

El consumo de alimentos ultraprocesados se asocia con un mayor riesgo de neurodegeneración, demencia y trastornos del estado de ánimo, lo que resalta la urgencia de adoptar hábitos alimentarios más saludables
Ultraprocesados y trastornos psiquiatricos
El articulo describe los mecanismos por los cuales los ultraprocesados estarían implicados en el desarrollo de trastornos neuropsiquiátricos

A medida que la población mundial envejece, los problemas de salud mental están aumentando y representan una preocupación importante para la salud. De hecho, la demencia supone una enorme carga para las personas y las sociedades, y su prevalencia está aumentando a nivel mundial. 

 

Una dieta adecuada se ha identificado como un factor de riesgo modificable para la prevención del deterioro cognitivo. Por el contrario, un patrón dietético poco saludable se reconoce como un factor de riesgo importante para la neurodegeneración y la demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer (EA), el tipo más común de demencia. 

 

Estos patrones pocos saludables incluyen alimentos ultraprocesados (UPF, según las siglas en inglés), y la evidencia muestra asociaciones entre la ingesta de UPF y una variedad de resultados neuropsiquiátricos, incluida la neurodegeneración y la demencia asociadas a la edad. Además, una ingesta alta de UPF también se ha asociado con otros problemas de salud mental, como los trastornos del estado de ánimo y la ansiedad. 

 

Los alimentos ultraprocesados pueden contener diversas toxinas generadas por el procesamiento térmico, como los productos finales de la glicación avanzada (AGE, por sus siglas en inglés) y los productos finales de la lipoxidación avanzada (ALE, por sus siglas en inglés). Dado que su matriz alimentaria se ha visto alterada, son más fáciles y rápidos de consumir y pueden afectar al cerebro con mayor rapidez.

 

Por otro lado, la combinación de altas cantidades de carbohidratos y grasas refinados los hace especialmente atractivos y puede ejercer un efecto supraaditivo en los sistemas de recompensa cerebral. De hecho, el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados, a menudo provocado por el estrés y las emociones negativas, se debe en parte a estos efectos en el sistema de recompensa del cerebro, que amplifican los antojos y reducen las señales de saciedad. El estrés crónico exacerba aún más esta dependencia de los UPF, ya que las personas los consumen como mecanismo de afrontamiento por sus efectos hedónicos inmediatos. 

 

La ingesta de alimentos ultraprocesados ha aumentado a niveles sin precedentes, y la evidencia actual demuestra su asociación con la incidencia de una variedad de enfermedades no trasmisibles, incluidos los resultados neuropsiquiátricos. En este contexto, una nueva revisión narrativa busco resumir los efectos de la ingesta de UPF sobre la salud mental, centrándose en la neurodegeneración, la demencia, la depresión y la ansiedad y los posibles mecanismos implicados.

 

Ultraprocesados y salud mental: mecanismos involucrados

 

Inflamación y estrés oxidativo

 

Los resultados de la revisión muestran que el consumo de alimentos ultraprocesados (UPFs) puede estar relacionado con la inflamación a través de mecanismos que involucran una alta ingesta de azúcares (sacarosa y/o jarabe de alta fructosa), sal (sodio), grasas saturadas y ácidos grasos trans. Los autores resaltan que este tipo de productos alimentarios pueden favorecer a un incremento en la grasa corporal, lo cual a su vez predispone a la disfunción del tejido adiposo e impone un “clima inflamatorio” en el organismo. 

 

“Los envases plásticos de alimentos también pueden ser una fuente de sustancias químicas, incluyendo bisfenol y ftalatos, que actúan como disruptores endocrinos, aumentando los niveles de biomarcadores inflamatorios como PCR, IL-6 e IL-10, contribuyendo al desarrollo de enfermedades no trasmisibles”, manifiestan. 

 

Teniendo en cuenta lo antes mencionado, explican que, en el sistema nervioso central, la microglía es esencial para mantener la función normal al ejercer efectos neuroprotectores y neurotóxicos. “La activación de la microglía por mediadores inflamatorios y moléculas citotóxicas genera neuroinflamación, especies reactivas de oxígeno (ROS) y óxido nítrico (NO), lo que exacerba la neurotoxicidad, que es fundamental en la enfermedad de Alzheimer (EA) y otras demencias”, señalan. 

 

“La evidencia asocia el alto contenido de aditivos en los UPF con la oxiinflamación, lo cual es relevante ya que los procesos inflamatorios se han implicado en la fisiopatología de la depresión”, comentan los expertos. 

 

Productos finales de la glicación avanzada y productos finales de la lipoxidación avanzada 

 

Los productos finales de glicación avanzada (AGE) y los productos finales de lipoxidación avanzada (ALE) se forman cuando los alimentos se someten a altas temperaturas, principalmente en un ambiente seco y constituyen una fuente reconocida de toxinas en los UPF. 

 

A través de la promoción del estrés oxidativo, las AGE inducen la activación de factores de transcripción, con la producción de mediadores inflamatorios como citocinas y proteínas de fase aguda. Además, la unión de las AGE a receptores específicos para estos compuestos se considera una vía de señalización crítica responsable de la activación de los genes vinculados a las respuestas inflamatorias involucradas en la EA

 

Las AGE promueven el estrés oxidativo en el cerebro, lo que también puede conducir a su formación. “El metilglioxal, un biomarcador de las AGE, aumenta la formación endógena de ROS en las células cerebrales, lo que afecta la integridad de la BHE y daña o mata las células inmunes cerebrales/microglia. Además, el daño proteico oxidativo acelera la formación de oligómeros que se agregan en las neuronas, en cerebros con envejecimiento normal y trastornos neurodegenerativos relacionados con la edad, como la EA y la enfermedad de Parkinson”, refieren. 

 

Acroleína y acrilamida

 

El tratamiento a alta temperatura de los alimentos puede inducir la formación de acroleína, esta misma promueve el daño oxidativo ya que agota los antioxidantes endógenos, generando especies reactivas del oxígeno (ROS), dañando así las proteínas y el ADN e induciendo enfermedades neurodegenerativas. “Se han observado cantidades significativas de acroleína en el cerebro de pacientes con enfermedad de Alzheimer”, mencionan. 

 

Los expertos comentan que algunos de los estudios citados informaron del hallazgo de acroleína en el cerebro y la médula espinal en pacientes que sufren enfermedades neurodegenerativas en las que aumentan la síntesis y el metabolismo de las poliaminas, lo que conduce a la producción de peróxido de hidrógeno y aldehídos asociados con la muerte celular. 

 

Microbiota intestinal 

 

El eje microbiano-intestino-cerebro es una red compleja de conexiones que involucra los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico a través de múltiples vías (metabólica, inmunológica, neurotransmisión, eje neuroendocrino-hipotalámico, intestino y BHE), que pueden influir en la aparición y progresión de enfermedades neurodegenerativas. 

 

“La disbiosis intestinal se asocia con varios trastornos neuropsiquiátricos, incluido el trastorno del espectro autista, los trastornos depresivos (DD), la enfermedad de Parkinson y la EA. Un patrón dietético con un alto contenido de UPF conduce a disbiosis y, en consecuencia, puede desencadenar el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas”, resalta el artículo publicado en Nutrients por investigadores chilenos. 

 

Uno de los estudios incluidos describe cómo una biomasa y complejidad de la microbiota intestinal reducidas deterioran los macrófagos del cerebro (microglia), y cómo la presencia de acidos grasos de cadena corta (SCFAs: acético, propiónico y butírico), producidos por fermentación bacteriana de fibra prebiótica, restauran la maduración, morfología y función de la microglia, lo que “resalta la importancia de una dieta bien balanceada en el mantenimiento de una comunicación bidireccional adecuada entre GM y cerebro”. 

 

“Los SCFA son neuromoduladores: inhiben la neuroinflamación y regulan el sistema neuroendocrino entérico; protegen la integridad de la BHE, la neuroplasticidad, la función cerebral y el comportamiento; y modulan la síntesis de neurotransmisores y la expresión de sus receptores”, exponen. 

 

En resumen, diversos estudios indican que la ingesta de alimentos ultraprocesados se asocia con numerosos efectos perjudiciales para la salud, incluyendo resultados neuropsiquiátricos en la salud mental, como neurodegeneración, deterioro cognitivo, demencia y trastornos del estado de ánimo. A pesar de que la evidencia de los efectos perjudiciales de los UPF es creciente y está ampliamente reconocida, las políticas públicas orientadas a la reducción de su consumo son escasas

 

“A medida que la población envejece, los problemas de salud mental son más frecuentes, y se deben realizar esfuerzos para prevenirlos mediante mejores estilos de vida, es decir, manteniendo hábitos alimentarios saludables a lo largo de la vida. Reducir la ingesta de UPF mediante la interferencia con los determinantes comerciales actuales de la salud puede considerarse un paso importante hacia un envejecimiento mental saludable”, concluyen. 

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