La obesidad está reconocida mundialmente como un importante problema de salud pública, además de que está estrechamente relacionada con enfermedades como la diabetes tipo 2, los trastornos cardiovasculares y diversos tipos de cáncer. También es una de las principales causas de la alta prevalencia y mortalidad de las enfermedades metabólicas.
De hecho, en marzo del año 2023, el Mapa Mundial de la Obesidad indicó que, en 2020, de la población mundial mayor de 5 años, 2.600 millones de personas padecían obesidad o sobrepeso. Para 2035, se proyecta que esta cifra supere los 4.000 millones, pasando del 38 % en 2020 a más del 50 % en 2035.
En los últimos años, las intervenciones dietéticas para la obesidad se han convertido en un tema controvertido a raíz de la promoción de diversos métodos para bajar de peso. Entre ellos, la dieta tradicional baja en grasas es ampliamente utilizada, pero también presenta sus inconvenientes: si bien puede promover el consumo de carbohidratos, esto podría exacerbar los problemas de peso y fomentar las anomalías lipídicas, especialmente en personas con resistencia a la insulina.
A diferencia de la dieta clásica baja en grasas y alta en carbohidratos, la dieta cetogénica -también llamada dieta keto- implica un enfoque dietético alto en grasas, muy bajo en carbohidratos y moderado en proteínas. Su objetivo principal es inducir un estado de cetosis, en el que el cuerpo depende principalmente de los cuerpos cetónicos en lugar de la glucosa como fuente principal de energía.
Cabe destacar que, hoy en día, la dieta cetogénica ha ganado una amplia popularidad como método eficaz para perder peso. Los estudios sugieren que esta dieta no solo ayuda a los pacientes con obesidad o diabetes a perder peso, sino que también ayuda a aumentar la sensibilidad a la insulina en pacientes con diabetes tipo 2 y mejora el control de la glucemia.
Ahora bien, aunque la dieta cetogénica muestra resultados significativos en la pérdida de peso, también existe una notable diferencia en sus efectos según el género. Si bien los factores sociales y psicológicos influyen, sin duda, en las discrepancias observadas en la prevalencia e incidencia, las diferencias biológicas en la herencia, las hormonas gonadales, como la testosterona y el estrógeno, y el metabolismo lipídico podrían ser la base de estos efectos observados.
En este contexto, un estudio realizado en China ha revisado la literatura actual que analiza los mecanismos de la dieta cetogénica en el tratamiento de la obesidad y las disparidades de género derivadas de las interacciones entre factores innatos y hormonas. “Creemos que al mejorar nuestra comprensión de los desafíos en este campo, sentaremos las bases para la investigación urgentemente necesaria, allanando el camino para tratamientos más personalizados y específicos para la obesidad”, señalan los autores del estudio.
En este estudio, los investigadores analizaron las diferencias de género en la eficacia de la dieta cetogénica para la pérdida de peso, revelando que los hombres muestran una pérdida de peso significativamente mayor que las mujeres bajo el mismo protocolo.
Cabe destacar que, en condiciones dietéticas estándar, la producción de cetonas es mínima. Sin embargo, la dieta cetogénica induce al cuerpo a simular un estado de ayuno, y la escasez de carbohidratos provoca la acumulación de acetil-CoA. Esto desencadena una sobreestimulación hepática, produciendo un exceso de cetonas, como acetoacetato, acetona y β-hidroxibutirato, subproductos del metabolismo de las grasas.
Además, la barrera hematoencefálica (BHE) limita las fuentes de energía del cerebro a cetonas y glucosa. Durante el ayuno, las cetonas representan entre el 25 % y el 75 % de las necesidades energéticas del cerebro. Por lo tanto, la dieta cetogénica puede mantener un suministro de energía cerebral regular y niveles de glucosa en sangre periférica, promover la descomposición de las grasas y reducir la lipogénesis.
Ahora bien, la dieta cetogénica promueve la pérdida de peso mediante diversos mecanismos. Por ejemplo, suprime el apetito al elevar los neurotransmisores peptídicos y disminuir las hormonas reguladoras del apetito, lo que reduce la ingesta de alimentos. Además, promueve la degradación de la grasa visceral, agotando las reservas de glucógeno hepático y reduciendo su acumulación.
La dieta cetogénica también altera la función de la microbiota intestinal, que presenta variaciones específicas según el sexo, como una mayor abundancia de bacterias metabolizadoras de grasas, como Bacteroidetes, en los machos, lo que reduce la producción de ácidos grasos de cadena corta y afecta a la señalización del eje intestino-cerebro.
Si bien los estudios no han examinado sistemáticamente las bases genéticas de las disparidades sexuales inducidas por la dieta cetogénica, la literatura sugiere que estas diferencias podrían estar estrechamente relacionadas con los niveles de neurotransmisores, factores genéticos, fenotipos intermedios y la sensibilidad individual a los estímulos ambientales. Específicamente, la dieta cetogénica reduce los niveles de neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina, que afectan las conductas alimentarias.
Las catecolaminas también inhiben el apetito y disminuyen la ingesta de alimentos, lo que ayuda a controlar la ingesta calórica. Los hombres acumulan grasa centralmente (grasa visceral), que se metaboliza con mayor facilidad en condiciones de dieta cetogénica, mientras que las mujeres la almacenan subcutáneamente. Esta disparidad en la distribución de la grasa, específica para cada sexo, podría estar relacionada con los efectos de la noradrenalina en el tejido adiposo regional, influenciado por las diferentes densidades y afinidades de los receptores adrenérgicos, lo que explica las variaciones en los efectos de la dieta cetogénica en la pérdida de peso entre mujeres y hombres.
Además, la respuesta diferencial a la dieta keto entre sexos puede atribuirse al estrógeno, que puede aumentar la sensibilidad de los receptores α-adrenérgicos que inhiben la descomposición de las grasas.
Por otra parte, en un estudio previo se demostró que los modelos murinos machos sometidos a dieta cetogénica lograron pérdida de peso y control glucémico, mientras que sus contrapartes femeninas presentaron un ligero aumento de peso, un retraso en la aparición de resistencia a la insulina y una tolerancia a la glucosa reducida. Sin embargo, la eliminación de la producción endógena de estrógenos mejoró el control glucémico y disminuyó la adiposidad, de forma comparable a la de los machos. Además, cabe destacar que la testosterona desempeña un papel crucial en el metabolismo de proteínas, grasas y carbohidratos.
Por tanto, la evidencia sugiere que la testosterona potencia la lipólisis inducida por noradrenalina en adipocitos aislados de ratas macho al aumentar el número de receptores β-adrenérgicos que promueven la degradación de la grasa. La grasa visceral convierte la testosterona en estrógeno en los machos. Por lo tanto, un aumento en el porcentaje de grasa corporal tiende a incrementar los niveles de estrógeno en los machos, mientras que los niveles de testosterona disminuyen.
Asimismo, un estudio clínico reciente informó que los hombres con sobrepeso se benefician de la dieta cetogénica mediante el aumento de los perfiles hormonales testiculares, niveles elevados de testosterona/SHBG y una reducción de los marcadores de obesidad.
Para las mujeres premenopáusicas, el ciclo menstrual añade un nivel adicional de complejidad: la revisión destaca que, durante la fase lútea, los niveles elevados de progesterona pueden afectar la sensibilidad a la insulina y aumentar el deseo de carbohidratos, lo que dificulta alcanzar y mantener el estado de cetosis necesario para que la dieta sea eficaz.
Además, existen disparidades entre los sexos en las fuentes de energía inmediata en reposo y posprandial. Las mujeres tienden a incorporar ácidos grasos libres (AGL) posprandiales en los triglicéridos, almacenando grasa y utilizando los carbohidratos como fuente de energía. En cambio, los hombres generan energía mediante la oxidación de AGL, almacenando carbohidratos como glucógeno. Por lo tanto, las mujeres que siguen una dieta cetogénica tienden a almacenar grasa y presentan dificultades para su consumo y movilización.
También se ha reportado que la dieta cetogénica es efectiva para el crecimiento muscular. Un ensayo controlado aleatorizado reveló que las personas que siguieron la dieta keto durante seis semanas ganaron más músculo que quienes siguieron una dieta regular. Cabe destacar que otro estudio halló que esta dieta puede afectar negativamente la fatiga muscular en mujeres jóvenes y sanas, lo que podría influir en su percepción de la fatiga. Esto sugiere que los efectos adversos de la dieta keto sobre la resistencia muscular en mujeres pueden influir en la eficacia de la pérdida de peso. Finalmente, las diferencias en la regulación cerebral, como la potencia reducida del neuropéptido regulador de energía POMC en ratones hembra, también sugieren una base neurobiológica para los distintos resultados.
Como conclusión, el estudio evidencia que, en conjunto, la obesidad se manifiesta de manera diferente en mujeres y hombres, y las diferencias de sexo influyen en la efectividad de la dieta keto en el tratamiento de la obesidad. La evidencia actual sugiere que esta dieta es más efectiva en hombres, seguido de mujeres posmenopáusicas, con una eficacia limitada en mujeres premenopáusicas. Estas diferencias podrían atribuirse a la genética, las hormonas sexuales, el ciclo menstrual, los neurotransmisores, la regulación neuronal en las regiones cerebrales que consumen energía, la microbiota intestinal y la inmunidad. En general, el estudio ofrece información para mejorar las estrategias de pérdida de peso y facilitar medidas preventivas y terapéuticas personalizadas. Ahora bien, los autores señalan que se necesita más investigación en poblaciones étnicamente diversas para validar estos hallazgos.