Los plásticos a menudo se consideran un solo material, pero, en realidad, están compuestos por muchos polímeros diferentes, cada uno con una composición química única. Además, contienen distintos aditivos químicos, como colorantes, plastificantes y retardantes de llama. A medida que estos plásticos interactúan con microbios y sustancias químicas ambientales, el riesgo para la salud humana se vuelve más complejo.
En este marco, investigadores de la Universidad de Rochester, Nueva York (EEUU) están intentando comprender el complejo papel que desempeñan los plásticos en la salud humana. Entre estos científicos, se encuentran Katrina Korfmacher y Jane van Dis.
Ahora bien, hay que subrayar que una de las formas más comunes de exposición a los plásticos se da a través de la cocina mediante los siguientes utensilios: espátulas y otros utensilios de plástico negro, que pueden contener sustancias químicas nocivas que se recogen al reciclarse de los residuos electrónicos, tablas de cortar de plástico, que desprenden pequeños fragmentos de diversas formas y tamaños que pueden ingerirse, y recipientes de plástico, que pueden filtrar sustancias químicas al calentarlos en el microondas.
El plástico negro se usa comúnmente en utensilios de cocina, recipientes de comida para llevar, bandejas de comida y juguetes infantiles. Sin embargo, muchos de estos productos se fabrican con residuos electrónicos reciclados, que pueden contener sustancias químicas nocivas como retardantes de llama bromados y metales pesados. Estas sustancias químicas se han relacionado con diversos problemas de salud, como es el caso del cáncer, alteraciones endocrinas, neurotoxicidad e infertilidad.
En esta línea, un estudio reciente halló retardantes de llama en el 85 % de 203 productos de consumo analizados, incluyendo sustancias químicas prohibidas, lo que sugiere que se fabricaron a partir de residuos electrónicos antiguos.
Los niños son más vulnerables a las sustancias químicas ambientales porque sus cuerpos y cerebros aún están en desarrollo, señalan desde la Universidad de Rochester. "Se han detectado retardantes de llama en muestras de leche materna en todo Estados Unidos. Los niños también pueden estar expuestos a través de alimentos contaminados y polvo doméstico", afirma van Dis.
Por otra parte, algunos juguetes de plástico contienen retardantes de llama que pueden filtrarse cuando los niños los mastican, exponiéndolos a sustancias químicas que pueden afectar el desarrollo del cerebro y el sistema reproductivo.
"Los microplásticos son partículas de plástico de menos de cinco milímetros de tamaño, aproximadamente el tamaño de la punta de una goma de borrar", explica Korfmacher. Con el tiempo, los plásticos grandes, conocidos como macroplásticos, se descomponen en fragmentos microscópicos que se desplazan fácilmente a través de la cadena alimentaria y persisten en el medio ambiente. Entre las fuentes comunes de contaminación plástica se incluyen los envoltorios de alimentos, las botellas de plástico, las tapas de botellas de plástico, las bolsas de plástico, las pajitas de plástico, las colillas de cigarrillos, las partículas de desgaste de neumáticos y la ropa sintética.
Los residuos plásticos entran al medio ambiente a través de las aguas pluviales urbanas, la escorrentía agrícola y las aguas residuales. Los nurdles, o pequeñas bolitas de plástico que se utilizan a menudo para crear productos plásticos, también pueden escapar directamente durante el proceso de fabricación, añade Korfmacher.
Se han encontrado microplásticos incluso en el aire que respiramos: al inhalarlos, pueden alojarse en los pulmones o entrar en el torrente sanguíneo. En resumen, los microplásticos son omnipresentes, a menudo difíciles de detectar y mitigar, y las investigaciones han encontrado partículas en sangre, corazón, hígado, tejido pulmonar, placenta y leche materna. Sin embargo, se sabe poco sobre su impacto a largo plazo en la salud humana.
"También estamos estudiando partículas mucho más pequeñas, llamadas nanoplásticos, que son lo suficientemente pequeñas como para penetrar en el cuerpo humano e incluso en las células humanas", añade Korfmacher. "Por ello, nos esforzamos por identificar los tipos de plásticos que realmente entran en nuestro cuerpo, simularlos en el laboratorio y luego utilizarlos en experimentos". El objetivo es determinar cómo los diferentes tipos, formas, tamaños y concentraciones de plástico afectan a nuestra salud.
Un estudio reciente intentó simular la exposición diaria alimentando a ratones con microplásticos obtenidos al cortar en tablas de cortar de plástico reales. Los resultados mostraron que diferentes plásticos causaban distintos efectos en la salud: un tipo provocaba inflamación intestinal, mientras que otro modificaba las bacterias intestinales. Esto sugiere que la exposición al plástico en la vida real es más compleja de lo que podrían sugerir los estudios de laboratorio realizados con tipos individuales de partículas estándar.
En un comentario del estudio, Korfmacher y Christy Tyler, también profesora, reflexionaron sobre la cantidad de plástico que podríamos estar añadiendo a nuestros alimentos simplemente al preparar comidas en casa con utensilios y recipientes de plástico. Hicieron hincapié en que, si bien la exposición a los microplásticos es una preocupación creciente, aún no comprendemos completamente cómo afecta a la salud humana. Por ejemplo, aunque estudios de laboratorio relacionan los microplásticos con la inflamación intestinal, solo un pequeño porcentaje de personas presenta estos síntomas.
"Las formas en que los retardantes de llama y otras sustancias químicas nocivas acaban en los plásticos que usamos a diario son complejas, al igual que las soluciones", afirma Korfmacher. Aun así, existen formas sencillas de reducir la exposición.
Por ejemplo, se pueden usar utensilios de madera o acero inoxidable en lugar de los de plástico. También se puede evitar calentar alimentos en el microondas en recipientes de plástico. Igualmente, se deben lavar las manos y limpiar las superficies después de manipular envases de plástico. Y, finalmente, no permitir que los niños pequeños muerdan juguetes de plástico.
"Estas sustancias son disruptores endocrinos conocidos, lo que significa que pueden interferir con los sistemas hormonales y potencialmente provocar diversos problemas de salud", afirma van Dis. El equipo de investigación del estudio argumenta que, a largo plazo, es necesario implementar mejores pruebas, alternativas más seguras y evitar que los residuos electrónicos entren en la producción de productos de consumo, especialmente aquellos que entran en contacto con alimentos, para reducir las fuentes de exposición.