El bienestar del ser humano está profundamente ligado a los microorganismos que habitan en su organismo. En especial, el intestino alberga una comunidad inmensa de microbios que influyen en múltiples funciones fisiológicas. Si se sumara el ADN de estos microorganismos, su peso superaría entre 100 y 200 veces el del genoma humano. Mientras que nuestro genoma cuenta con aproximadamente 20,000 genes, la microbiota intestinal alberga más de 3 millones. Desde un punto de vista genético, somos más bacterias que humanos.
Estos microorganismos no son meros acompañantes en nuestro cuerpo; desempeñan tareas fundamentales. Facilitan la digestión de la fibra, sintetizan vitaminas esenciales, regulan el sistema inmune, protegen contra patógenos y producen neurotransmisores claves como la serotonina. Sin embargo, la composición de la microbiota no es inmutable. Uno de los factores más determinantes en su variabilidad es la alimentación. Modificaciones sostenidas en la dieta pueden alterar la diversidad microbiana y su funcionamiento, influyendo directamente en la salud del individuo.
Una investigación publicada en Nature Microbiology exploró cómo diferentes patrones dietéticos (omnívoro, vegetariano y vegano) influyen en la composición, diversidad y funcionalidad del microbioma intestinal. El estudio analizó a 21,561 personas de distintas partes del mundo con el objetivo de identificar "firmas" microbianas asociadas a cada tipo de dieta y su vínculo con marcadores de salud, en particular aquellos relacionados con el riesgo cardiometabólico, como el colesterol, la inflamación y la resistencia a la insulina.
Los participantes fueron seleccionados en cinco cohortes independientes de Reino Unido, Estados Unidos e Italia. Se les asignó una categoría dietética según sus respuestas a cuestionarios especializados y proporcionaron muestras fecales para un análisis metagenómico. Para evaluar la calidad de sus dietas, se utilizó el Índice de Dieta Basada en Plantas Saludable (hPDI, según las siglas en inglés), el cual prioriza el consumo de alimentos vegetales no procesados, como frutas, verduras, legumbres y cereales integrales.
El estudio encontró diferencias notables entre los tres grupos dietéticos en términos de diversidad microbiana, funciones metabólicas y su relación con la salud. Aunque los omnívoros presentaron una mayor cantidad total de especies microbianas, esto no se tradujo necesariamente en una microbiota más equilibrada. En contraste, las comunidades bacterianas de veganos y vegetarianos fueron más estables y homogéneas entre los individuos. Además, los perfiles microbianos asociados a dietas basadas en plantas mostraron ventajas en términos de salud intestinal y sistémica.
Uno de los hallazgos más relevantes fue el predominio de bacterias beneficiosas en la microbiota de los veganos. Estas especies destacaron por su capacidad de producir butirato, un compuesto con propiedades antiinflamatorias y protector de la mucosa intestinal. Entre ellas se encontraron Roseburia hominis, Lachnospiraceae spp. y Butyricicoccus sp., microorganismos que han sido vinculados a una mejor función de la barrera intestinal y a una reducción del riesgo de enfermedades inflamatorias crónicas.
Por otro lado, la microbiota de los participantes omnívoros mostró una mayor presencia de microorganismos asociados a posibles efectos negativos en la salud. Especies como Bilophila wadsworthia, Ruminococcus torques y Alistipes putredinis fueron identificadas en mayor proporción. Estas bacterias han sido relacionadas con procesos inflamatorios intestinales, mayor producción de N-óxido de trimetilamina (un metabolito ligado a enfermedades cardiovasculares) y un aumento del riesgo de padecer trastornos como enfermedad inflamatoria intestinal y cáncer colorrectal.
“Una dieta rica en alimentos animales conduce a una mayor fermentación proteica, lo que puede resultar en una mucosa permeable, inflamación local y sistémica y una producción reducida de ácidos grasos de cadena corta. Por ejemplo, la descomposición de ciertas proteínas animales está relacionada con la síntesis de trimetilamina microbiana intestinal (TMA), que se oxida en el hígado a N-óxido de trimetilamina (TMAO). El TMAO se ha implicado en varias enfermedades (cardio)vasculares y es un factor contribuyente potencial en el cáncer colorrectal”, comentan.
Otro de los resultados más destacados fue la asociación entre el perfil microbiano y los marcadores de salud cardiometabólica. Utilizando el índice "ZOE Microbiome Health Rank", los investigadores evaluaron cómo la microbiota intestinal influye en la salud metabólica. Los participantes con dietas basadas en plantas mostraron asociaciones más favorables con marcadores cardiometabólicos. Los vegetarianos ocuparon un lugar intermedio, mientras que los omnívoros presentaron las asociaciones menos favorables. Se confirmó que los microbios característicos de la dieta vegana están ligados a un menor riesgo de enfermedades crónicas.
Los hallazgos de este estudio refuerzan la idea de que “la dieta es un factor determinante en la configuración del microbioma intestinal y, en consecuencia, en la salud general”. Las personas que siguen una alimentación rica en alimentos vegetales presentan “una microbiota más equilibrada y beneficiosa para la salud, con un perfil microbiano asociado a efectos antiinflamatorios y una mejor salud cardiometabólica”.
En contraste, las dietas con alto contenido en productos de origen animal “se vinculan a perfiles microbianos relacionados con procesos inflamatorios y un mayor riesgo de enfermedades crónicas”. “Las características de los patrones dietéticos occidentales comunes pueden respaldar futuras intervenciones nutricionales y epidemiológicas”, concluyen los expertos.